Honduras: a los pobres mejor prenderles fuego: En sólo 72 horas, Honduras fue capaz de acumular dos récords siniestros: el peor incendio del mundo en una cárcel, la madrugada del 14 al 15 de febrero, con 359 presos fallecidos (y una mujer que estaba de visita), casi 50 por ciento de la población del penal de Comayagua (852 reclusos), 90 km al norte de la capital Tegucigalpa; y tres días después el peor incendio ocurrido jamás en esa misma capital, cuando el día 18 el fuego en cinco mercados dejó en la calle a 5,000 vendedores y pérdidas por unos 7 millones de dólares. Once personas resultaron heridas, cuando inexplicablemente el fuego que comenzó en uno de los puestos se propagó rápidamente por los otros cuatro mercados. Fue gracias a la gente y a la policía que la Morgue no se vio atiborrada con más cuerpos, atestada como ya estaba con los restos de los calcinados en el penal “modelo” de Comayagua.
Según el alcalde de Tegucigalpa, Ricardo Álvarez, “hay algo raro” en el incendio de los mercados por lo que pidió una investigación a fondo. Al menos es sospechosa la forma en que ocurrió todo ya que los incendios en el mercado siempre ocurrían de noche, y éste fue a plena luz del día cuando la aglomeración de gente es fuerte. (Thelma Mejía, IPS, 20-02).
También en Comayagua, expertos que ayudan a dilucidar el origen del fuego desconfían de la versión oficial sobre un posible cortocircuito: todo indicaría —dicen a condición del anonimato— que el incendio fue provocado y “la forma en que aparecen muchos de los cadáveres, apiñados, podría obedecer a disparos desde afuera de las celdas para evitar que salieran”.
Lo llamativo a la vez es la coincidencia de ambos siniestros, fuera de toda proporción, con la inminente aplicación de una ley federal aprobada apenas en enero, que empodera al Estado como nunca antes contra la delincuencia y el crimen organizado, habilita las escuchas telefónicas, la extradición de hondureños con demandas en el extranjero, etc.
Y mientras los familiares de los muertos desfilan por la morgue en patética procesión intentando reconocer lo que queda de sus deudos bajo una envoltura de plástico negro, al menos los soldados de EU, presentes en Honduras desde 1980, están haciendo algo bueno en ese país: destinados a Comayagua, han impedido que los guardias “echen cloro” a la escena del crimen, “porque algunas autoridades querían lavarlo todo en las celdas”, revela en entrevista otro experto que también solicita el anonimato.
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