jueves, 1 de diciembre de 2016

Arrebatado, parte 9

Lumila, como jefa de trituradoras, simplemente notificó al área de recursos humanos que había contratado a un técnico en sistemas para que fuera el enlace entre trituración y embarque.

Dani Zel es la gerente del área de sistemas de la planta y, en su cubículo, mismo que cuelga como el nido de un ave en lo alto de una estructura metálica a la que se accede por un par de juegos de escaleras metálicas, ella está hablando con Lumila y César.

"Lumila, tu protegido estuvo detenido y luego internado en el psiquiátrico".

Los ojos de Lumila se llenan de ira ante el entrecomillado verbal que Dani Zel le puso a la palabra: protegido.

Sus subordinadas y compañeras en la planta, así como los vecinos de su colonia, chismean a sus espaldas sobre su interés verdadero al ayudar y acoger a este hombre en su casa. Lumila ha notado todo esto, y sufrido las burlas de los niños al caminar ella por la calle.

Ya ni siquiera el aura de prestigio de su fallecido padre, como un funcionario público de importancia en el gobierno en la sección noroeste, la protege de este hostigamiento.

"Eso se debió a que, al ser César un naturalista de las llanuras, no cuenta con documentos de identidad ni hablaba Estándar. ¡Dile César!"

"Así es ingeniero Zel. Abandoné mi comuna, buscando una vida mejor".

Dani Zel, quien no es ninguna tonta, siente que este par le están diciendo mentiras y detecta la obvia contradicción de que exista un naturalista experto en sistemas de información y agarrándose de eso increpa a César:

"¿Y como un naturalista que vive en la edad preindustrial domina la ciencia de sistemas?"

Pero para fortuna de César, en su ya lejano México, existen, o existían, los menonitas y, se sabe de sus jóvenes que abandonan a sus comunidades y de los relatos que llevan consigo.

"Si tan solo usted pudiera ver la gran cantidad de cosas que los jóvenes meno... ¡naturalistas! contrabandean hacia el interior de las comunas: alcohol, pornografía, radios, libros, computadoras y generadores eléctricos..."

Dani Zel con una mirada hostil y, todavía, mostrando escepticismo en su rostro les dice:

"Está bien. César, puedes quedarte a laborar en la planta como técnico en sistemas en el área de trituradoras. Es más, de una vez te voy a mandar con Sisco Benn para que comiences tu capacitación."

"¡Gracias ingeniero Zel!"

César le agradece y luego voltea a ver a Lumila. A pesar de la frialdad, que ella se esfuerza en proyectar, César puede ver el brillo de alegría en sus ojos y, él le sonríe.

***

Luego de tres largas horas de estar sentado frente a la computadora, recibiendo la capacitación de parte del técnico Sisco Benn, César al fin tiene un receso, mismo que aprovecha para comer un sándwich, el cual le fue dado bajo promesa de pago futuro por Rafah, otro técnico de la planta que complementa su salario vendiendo lunches y refrescos. Al ser el primer día de trabajo de César, Rafah tuvo a bien darle el sándwich, sabiendo que solo hasta la quincena va a tener dinero.

Mientras se sienta, frente a la computadora a comerse el sándwich, él piensa en Lumila, la grandota, seria, tosca Lumila. Su, por accidente, roomie. ¿podría algo surgir entre ellos?

Bueno, ella no es de su tipo, a él le gustan chaparritas, lo que le hace recordar a su padre y como era metiche con respecto a las novias que él tenía.

Por ejemplo, en la preparatoria, César se enamoró de una compañera: Alys. Él se enamoró, pero nunca pasó todo de un amor platónico y, una cercana amistad.

Y había algo más, Alys estaba aquejada por un terrible padecimiento: sufría incontinencia.

El descubrir que ella sufría de este problema lo llenó de ternura hacia ella. Y se empezó a acercar a ella, a invitarla a ir a la cafetería, a salir el fin de semana al centro comercial.

César siempre tuvo la inquietud sobre si podía divisar la forma del pañal de adulto bajo la amplia falda de ella o si podía oler el pañal, no, ¡no eso!, sino el olor plástico del material que lo conforma, como cuando uno lo percibe ese olor al pasar por el pasillo de los pañales en el súper.

César la recuerda con agrado a Alys, su piel blanca, su cabello negro y su cola de caballo. Su rostro era muy estético y agradable a la vista.

Un domingo cuando regresó a casa, luego de haber ido a dejar a Alys a su casa, tras una salida al centro comercial, su padre le preguntó si la niña con la que estaba saliendo era bonita. César, con mucho entusiasmo le describió como era ella, su aspecto físico, su inteligencia en la escuela.

Pero los humanos tenemos el instinto nato del chisme. Y es así como César le contó a su padre que Alys padecía de la vergonzosa incontinencia.

El padre de César hizo de inmediato una gran cara de sorna, de burla y se empezó a reír y, con voz entrecortada por las carcajadas, le dijo:

"No te preocupes mijo, traela a la pinche vieja a la casa y yo te la corro para que te deje en paz".

César extremadamente apenado y mortificado, por haberle hecho esta revelación a su padre, ya no volvió a frecuentar a Alys.

***

En el puerto espacial de Ciudad Capital largas filas de tráilers congestionan las carreteras de acceso. En los hangares, los contenedores transportados por los camiones son cargados en paletas de carga para llevarlas a las bodegas de carga de las gigantescas "golondrinas", los deslizadores.

Una vez llenos, unos cincuenta de ellos se elevarán por los cielos para acoplarse con el carguero translumínico interestelar. Mismo que al alejarse de la atmósfera terrestre, saltará por el hiperespacio hacia su destino.

"¡Hola Manel! ¿Cómo te va?" "Xela ¡que gusto verte! Todo muy bien gracias. Ya tenía varios días que no coincidíamos." "¿Que friega, verdad? Nos hacen bajar del tráiler y que esperemos durante horas aquí afuera bajo el sol, hasta que lo descarguen, para que finalmente nos lo regresen". "Sí Xela, estas medidas de seguridad de los espaciales más bien me parece racismo hacia nosotros." "¿Has visto un espacial? Nos consideran tan poca cosa que ellos ni siquiera bajan de sus cargueros translumínicos interestelares a ensuciaese sus caras ropas y, todo lo automatizan por lo tanto".

***

A bordo del carguero translumínico interestelar, en cada puerto de acoplamiento de los deslizadores, en la superficie en forma de cono invertido, las gigantescas 'golondrinas' abren sus bodegas de carga para descargar los contenedores del preciado producto del mundo de abajo. Tonelada tras tonelada de polvo de algas, en sus cajas y contenedores de flete es apilada en el piso del inmenso hangar, bodega, y hay cuarenta y nueve más de estos en el carguero translumínico interestelar.

Todo se realiza de manera automática, las golondrinas son drones, montacargas robot descargan y apilan los contenedores.

Solo en el puente de mando del carguero translumínico interestelar hay una tripulación de cinco espaciales. Descendientes de personas que hace siglos dejaron el mundo para colonizar las estrellas.

El comandante se dirige a su oficial operativo:

"Coronel Creig, ¿cuánto tiempo antes de que podamos abandonar este hoyo asqueroso?"

"Noventa por ciento de los deslizadores ya han regresado. La computadora estima cinco horas aproximadamente antes de que podamos partir".

"Bien coronel Creig, hágase cargo de las operaciones de partida y del salto. Me voy a retirar a mi camarote. Cualquier contratiempo o emergencia contácteme de inmediato".

"Sí comandante".

En su camarote privado, el comandante Jolmos está revisando en una terminal el manifiesto de la carga:

"Cargamento de algas marinas en polvo", él lo subraya con su stylus y anota al margen:

"Ja, ja, ¿algas? Si tan solo estos indios supieran que 'las algas' son cualquier tipo de animal y vegetal de su biósfera".

Suena el tono de su intercom y el comandante Jolmos al intentar minimizar la ventana del manifiesto, inadvertidamente lo reenvía, con todo y su anotación.

El correo electrónico termina siendo enviado a la planta de 'algas' en el sector Noroeste en el distrito de Abala...

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