lunes, 12 de septiembre de 2016

Arrebatado. Partes 1 a la 4

Arrebatado. Novela de Ciencia Ficción por Carlos Santillán




César Lacroix es un exitoso joven ingeniero en sistemas, desde que egresó de UPIICSA, todo ha sido bonanza para él. Hace ocho años ingresó a trabajar a Pemex y, ya es subgerente, en la subgerencia de desarrollos de sistemas.

Y este lunes al mediodía él se siente pleno y realizado, el sol brilla en todo lo alto contra un cielo azul de fondo.

Tuvo que abandonar el centro corporativo de Pemex para ir a actualizar su información en la Caja de Ahorro de la cooperativa de trabajadores de Pemex, justo en la acera de enfrente.

En la entrada de la cooperativa, situada en la planta baja de un gran edificio construido en lo que otrora fuera un lote usado como estacionamiento público, pusieron el acceso en forma de letra L, entre paredes de cristal, vigilado por un guardia armado. Una evidencia más de la decadencia de la paz social en la Ciudad de México.

No importa que César sea jefe, el guardia lo increpa con su voz hosca:

"¿A qué asunto viene?"
"Vengo a actualizar mis datos personales. Me llegó una carta sobre que los miembros de la cooperativa tenemos que venir a hacerlo".
"Pase a cualquier cubículo desocupado, una ejecutiva lo atenderá".


César entra y al azar escoge el tercer cubículo.

"Buenos días señorita vengo a actualizar mis datos".
"Siéntese señor por favor".
Sí bien por su posición como subgerente está acostumbrado a que le hablen de usted o se refieran a él como: "ingeniero", jamás se ha podido acostumbrar a que le digan: "señor". Porque eso implica que ¿lo consideran viejo? Él está, y se siente joven.

La ejecutiva le pide su número de socio, ficha, nombre completo, edad, CURP, cuenta de depósito bancario.

"Oiga", César le pregunta, "pero, toda esa información son datos que ustedes ya tienen..."
"Sí señor así es, pero por orden del SAT se nos exigió actualizar todos los datos de los socios de la cooperativa".
"¿Y no los pudieron solicitar, los datos, vía correo electrónico?"
"No porque, tenemos que archivar fotocopias de la credencial de elector, así como, de la credencial de Pemex".

César se queda sorprendido por haber sido víctima de burócratas incompetentes, y se siente como un analista que se escapa a mediodía, a perder el tiempo...

Luego de que la señorita se tardara sacando las fotocopias de sus credenciales, César impaciente le pregunta:

"¿Es todo?"
"Sí señor".
Él se pone de pie, luego de desearle un buen día. Ahora tiene que pararse en la puerta para que, el guardia, la abra y le permita retirarse.

"¿Ya se va señor?"

César siente ganas de contestarle que se paró cerca de él solo para admirarlo...

"Sí, ya me retiro..."

¡Caramba! ¿Cuánto tiempo le costó hacer este trámite inútil? Como cuarenta y cinco minutos desde que salió de su despacho y le avisó a Aurora, su secretaria, que venía para acá.

La banqueta de la entrada lateral del centro corporativo de Pemex, a la que él se dirige atravesando la calle, es un pequeño bazar. Un libro, a la venta, en el puesto de periódicos llama su atención, Anubis, el dios chacal, de la muerte egipcio, en la portada.

César no ve a un ciclista que viene a toda velocidad y en sentido contrario; el ciclista no es ni para gritarle "¡golpe va!" Lo impacta de costado y César cae, azotándose violentamente la cabeza contra el pavimento.

¿El ciclista se detuvo a socorrerlo? ¡No! ¡Le valió! Una multitud se arremolina en torno a César.

"Está muerto..."

Dice un gigantesco hombre, con cara de niño, que se hincó a tomarle el pulso en la muñeca y en una arteria carótida.



Ha sido un arduo día de trabajo en la planta de algas y luego de su turno de ocho horas, sin pausa para tomar siquiera un lunch, Lumila checa su salida.

Ella con desgano se forma en el scan óptico, uno de varios, que con una captura del iris, registra la entrada y salida de los obreros de la planta. Una fila de una docena de mujeres vestidas con falda larga y camisa acompañante, ambas de mezclilla azul deslavado, largos guantes de látex, botas de trabajo, con suela de caucho y, el cabello recogido y cubierto por una pañoleta verde claro.

La empujan desde atrás. Ella voltea y ve que se trata de Anazda, una madre de tres niños, joven de edad pero ya avejentada por esta vida tan trajeteada.

"Perdón Lumila, tenía la mirada baja mientras me removía los guantes y, no te vi".

"No te apures Anazda, ¿por qué se tardan tanto checando? Pareciera que al checar la salida se ponen a leer el manual completo para la elaboración de soya partir de las algas."

Anazda solo le regresa una sonrisa en su rostro cansado.

Después de varios minutos más de espera, por fin Lumila se encamina a la salida.

Es una tarde iluminada y fresca. Ya en la calle ella se ve impedida de caminar rápido, debido a la multitud que se genera, al encontrarde las obreras del turno que recién sale, con las obreras que van entrar a laborar.

Una vez superada la multitud, su única compañía es el rugir de los motores de los tráileres, cargados de soya, que salen de la planta.

***

César despierta confundido, desubicado y con dolor de cabeza. Lo último que recuerda es que se sentía enojado por haber perdido tiempo en la cooperativa; y ya después de eso, su mente está en blanco.

Se incorpora sentándose y, siente yerba contra sus manos, abre sus ojos y, se da cuenta que está en el campo.

"¿QUÉ JODIDOS?"

Ahora sí está totalmente confundido. Su mente de inmediato trata de racionalizar la situación.

"¿Qué pasó? Me imagino que, me obligaron a subir a un auto y, me llevaron a vaciar mis tarjetas de crédito, y luego, vinieron a tirarme a la carretera, luego de golpearme..."

César calcula que deben ser cerca de las seis de la tarde, por la luz crepuscular y el viento fresco que sopla. Lleva su mano al interior del saco y, por fortuna, no le quitaron el celular. Y revisándose, su cartera ¡también está!

En la pantalla nota el icono de: red celular no disponible. Aún así trata de llamarle al ingeniero Carlos, unos de sus superintendentes. Pero, es inútil, no hay señal.

"¿Dónde estoy?"

Se pone de pie y se encamina hacia una carretera cercana, que nota a escasos metros de donde despertó.

"A ver, el sol se pone al oeste, entonces, este y norte por allá, por lo tanto, escojo caminar al sur".

Luego de varios minutos, él se extraña que no ha visto ni un solo automóvil, ni casas, ni personas a pie o bicicleta. Solo perros ocasionalmente, que lo voltean a ver para olfatearle y luego se alejan.

Eso sí, ya ha contado al menos siete tráileres que lo pasan en sentido contrario hacia el norte.

"Nunca había notado esa empresa".

A él, que desde siempre le han gustado loa vehículos, le parecieron bonitos los diseños futuristas de los tractocamiones.

***

Lumila camina pensativa, de vuelta a casa, y ahora sí que literalmente, va comiendo el polvo y humo de los traileres, cargados de soya, que salen de la planta.

Ella es una técnica especialista en procesamiento, esto significa que ella sola podría dirigir la planta, al frente de todas las obreras. De no ser porque el sindicato puso a una hija de una de las líderes de las secciones sindicales al frente.

Y Lumila es jefa de trituradoras únicamente.

El proceso completo se puede sumarizar en: recibir las algas, vaciarlas a los tanques de lavado, unos gigantescos tanques de cerca de diez metros de diámetro, y tiene veinticuatro la planta. De los tanques, bandas transportadoras llevan las algas a hornos de secado. Para a continuación, pasar a trituradoras, que reducen las algas a fino polvo.

De hecho la etapa que más intervención humana requiere es el empacado. Obreras con pequeñas palas echan la soya a bolsas de plástico, de tamaño mediano, más abajo de la banda transportadora, otras obreras las introducen, cada bolsa, a sus cajas individuales y, más abajo, obreras introducen una docena de cajas en cajas, para su distribución, y por último, otras obreras arman los contenedores para su embarque a bordo de los traileres.

***

César, al fin, luego de media hora caminando, llega a los límites de la zona urbana, hay casas, calles, alumbrado público y gente. Parece ser, para él, un desarrollo habitacional de interés social.

Y se encamina hacia un parque, donde puede ver a niños jugando en unos juegos infantiles y, siendo cuidados por un grupo de mujeres.

"¡Bien! ahora a preguntarles donde hay una tienda de conveniencia y un sitio de taxis".

En su extraña experiencia César se cuestiona por qué no le robaron nada. Ahora se pregunta si a lo mejor no lo golpeó un automóvil y, creyéndolo ebrio, al estar él atarantado por el golpe, algún buen samaritano, bastante metiche, lo subió a un taxi y, a bordo del mismo, él perdió por completo el conocimiento y, el taxista enfadado lo botó en la carretera.

En fin, César se acerca a las dos mujeres más próximas, quienes están sentadas en una banca de concreto, platicando, mientras que con su presencia, hacen guardia a los niños.

Al ir avanzando, con la esquina de su ojo derecho nota que varios animales se arrastran, pero al voltear a ver, se da cuenta que es un grupo de pajarillos regordetes picando la hierba.

"¡Hola! buenas tardes, verán me encuentro perdido y..."

Las mujeres hacen gestos y ademanes, indicación de que, no comprenden que les está diciendo.

Al acercarse un niño, por curiosidad, una de ellas lo toma en brazos y se retira, defensivamente, varios pasos hacia atrás.

Ahora César está muy confundido. La mujer más joven se pone de pie y se aproxima a él hablando en un lenguaje ininteligible para él. César ahora , examina lo que ya había notado, que las mujeres y los niños, visten de manera extraña.

"¿Son acaso gitanos o menonitas?"

César pone en uso, su jamás empleado curso de Alemán:

"Sprechen Sie Spanisch?"

La mujer sigue manifestando que no le entiende y, a continuación, llama a los niños y se marcha hablando en su extraña lengua, junto a la otra mujer que lleva protectivamente al otro pequeño en brazos.

"¿Qué carajos pasa con esas mujeres?"

Y otra vez con el borde de sus ojos percibe a unos animales reptando. Esta vez voltea a tiempo para poderlos observar bien. Gordas y emplumadas babosas, unas ocho, se arrastran muy cerca de él; estas de un salto, al llegar a un parche de yerba, se ponen en dos patas, y es cuando adoptan su forma de ave y, se ponen a picar en busca de insectos.

"¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ?"

César atraviesa corriendo el parque, en su carrera, asustando ahora a un grupo de babosas, tan grandes como palomas. Jadeante se recarga contra la pared de un local, que es obviamente una tienda de abarrotes, debido a los productos mostrados en las varias repisas, así como los refrigeradores con sus puertas de vidrio, mostrando botellas de bebidas.

Ahora un hombre ¿el propietario? notándolo angustiado y jadeante, lo corre groseramente, gritándole cosas en la misma extraña lengua.

César no quiere una confrontación y, mejor decide retirarse. Enfila de vuelta hacia el parque, pero se acuerda de las babosas, da la media vuelta y, se queda parado en medio de la calle. Una visión en el cielo lo deja estupefacto, congelado:

Un gigantesco cono negro invertido, se materializó justo después de un flash de luz y, casi de inmediato, para lo que César semejaban ser inmensas golondrinas, se desprendieron de toda la superficie del objeto.

La mente de César ya no pudo seguir haciendo frente a tanto asalto a sus sentidos y, él cae desmayado contra el pavimento.

Las "golondrinas" son aeronaves que descienden desde el carguero translumínico interestelar, trayendo carga, mercancías, turistas, oficiales y hombres de negocios de alguna de la miríada de líneas hacia las estrellas.



Lumila, llegando desde el sur, abandona la carretera y entra a la zona habitacional, donde ella tiene su domicilio. Su padre, debido a que fue un burócrata, que se jubiló con un alto puesto en la contraloría mayor de la sección noroeste, pudo tener el derecho a ser asignado con una de las casas más grandes y mejor ubicadas del complejo.

Y él pensando en su, en ese entonces pequeña, Lumila, quiso dejarle un legado que le diera confort y, una preocupación menos, en su vida adulta.

Y es debido a esto que Lumila tiene esta gran casa, una verdadera residencia: cocina, tres recámaras, dos baños y medio y un pequeño jardín trasero. Y la ubicación es excelente, frente al parque.

Lucila se da cuenta que una multitud observa a alguien tirado en medio de la calle, a escasas casas de distancia de donde ella vive. Su carácter es proactivo y de liderazgo. Ella se abre paso entre la docena de personas, niños en su mayoría, que observan el cuerpo tirado.

El propietario de la tienda de abarrotes, con una rodilla en el suelo, le está dando palmadas en el rostro a César para despertarlo. Cuando el propietario y, el resto de la gente notan la presencia de Lumila, mentalmente, le ceden autoridad sobre la situación. Su puesto en la planta, como jefa de trituradoras, le confiere un aura de autoridad, ya que ella no es una obrera inculta más; además la gente aún tiene muy presente el alto puesto, que su fallecido padre, tuvo en el gobierno.

"¿Qué le ha pasado a este hombre?"

"Se comportaba como, con un ataque de histeria, jadeaba y, se veía confundido. Yo lo corrí de mi tienda, se dirigió al parque, pero luego se regresó aquí, al medio de la calle y, perdió el conocimiento".

Un trueno sobre ellos, que todos ignoran, solo los niños más pequeños voltean al cielo, a mirar el vórtice de vapor, que la partida de carguero translumínico interestelar ha dejado.

"Ynos, y tú, llevenlo sobre hombros a mi casa". Lumila le ordena al propietario de la tienda de abarrotes y al más grande de los jóvenes presentes.

Minutos después, César es depositado sobre un sofá en la sala, de la casa de Lumila.

Ynos y el súperdesarrollado jovencito, miran como tontos el austero interior del lugar de residencia de la jefa de trituradoras de la planta de soya. La casa es grande, comparada con la casa típica de un trabajador promedio, pero en realidad Lumila vive tan sencillamente como los demás y, hasta Ynos piensa que le hacen falta muebles.

"Bueno, ahora yo me encargo de este pobre diablo".
"Lumila, ¿segura? considera que es un extraño fuera de sí y, tal vez hasta es un drogadicto".
"Ynos, mira las extrañas ropas que trae puestas; posiblemente es alguien que recién llegó de fuera del planeta y, el cambio de gravedad, luz y sobre todo, de la composición atmosférica, le causaron una alteración biológica y mental.

Ahora, si gustan dejarme sola, gracias."

Lumila encamina por el codo, a Ynos y, el joven, por automático respeto a sus mayores, los sigue. Una vez que ya están fuera, ella le echa llave a la puerta. Y luego se encamina a su cuarto, para bañarse en el baño adjunto.

A Lumila no le preocupa César, se nota que él es un hombre perteneciente, tal vez, a la clase comerciante o gubernamental, en uno de los tantos mundos de la galaxia.

***

César va caminando, de noche, en la zona comercial de Ciudad Satélite, que se encuentra junto al Periférico, frente al Wal Mart y la tienda departamental Suburbia.

Llega a una esquina donde hay un Seven Eleven y, junto a éste, un edificio blanco de tres niveles. En este edificio los dueños rentan pisos, donde toda la tarde se imparten clases de: artes marciales, pilates, danza, música.

César, al llegar al edificio, en una sección de la fachada que está alta, ve a una adolescente sentada, con su cabello claro ocultándole el rostro, ella está ocupada escribiendo un mensaje en su celular. Ahora, él camina lentamente hacia ella, incrédulo e inseguro de si en verdad se trata de ella...

"¿Sandra? ¿¡Sandra!? ¿En verdad eres tú?"

La joven deja su celular y voltea a verlo.

"¡Sandra!"

Él se lanza hacia ella y, como la joven está sentada en ese lugar alto, el abrazo de César lo hace quedar a la altura de la cintura de ella. Luego de varios segundos, se separan.

Ella se retira, de la manera sensual que siempre le gustó a César, el cabello de su rostro, Sandra todavía usa ese provocador guante negro, de encaje, en su mano izquierda. Con su voz suave de siempre, ella le contesta.

"Hola César, que milagro, me da gusto verte. Hace mucho que no venías por aquí."

Atrás de César, en la banqueta, una pelota de basquetbol pasa botando.

"¡Es increíble! ¡No lo puedo creer! ¿Hace cuánto que no te veía? ¿Quince años? ¡Estás idéntica!"

Ella no deja de mirarlo, con su linda sonrisa.

"Mi mamá no me contesta, le estoy escribiendo un mensaje para que ya venga por mi".

"¿Aún sigues tomando clases de guitarra?

"Sí, me gusta mucho". Y ella le da unas palmaditas al estuche de la guitarra, a su lado. Y luego le dice:

"Oye, jamás fuimos a patinar como habíamos planeado. Deberíamos de planearlo para este fin de semana. Mis amigas Aline y Pau me preguntaban precisamente sobre si ya había planeado que hacer este viernes en la tarde y yo pensé justamente en ir a la pista de hielo, tú podrías invitar a Saúl, quiero presentárselo a Aline".

A pesar del gusto sentido por haberse encontrado a Sandra, César ahora comienza a sentir una gran frustración, porque ella no para de hablar y él, muere de ganas de decirle que siempre le ha gustado, que lo deje amarla y que le de, los teléfonos de su casa así como el de su celular.

Y ahora, sumado a esto, él se acongoja porque, la sirvienta de Sandra se para a unos metros de distancia, en la banqueta, a vigilarla y a protegerla de él. Ella, saca de la bolsa del mandil de su uniforme un teléfono y se pone a hablar, viéndolos.

De seguro le está avisando a la madre de Sandra que él está platicando con su hija.

Sandra sigue contándole cosas, ahora sobre un raro vídeo en YouTube. Ella se quita el tenis derecho, la calceta y se comienza a sobar el pie.

"Déjame sobartelo", César le dice casualmente. Sandra al bajar su pie, le roza encima de su área genital, pero César lo atribuye a un accidente. Mientras le soba, la bola del pie, Sandra ahora se quita el tenis y calcetas izquierdos y, le coloca este pie, moviendo los dedos, contra sus genitales. César, congelado, la mira al rostro. Ella se ríe y sus ojos le brillan intensamente.

César despierta.

"¡No! ¿por qué? ¡besos! ¡besos! Ojalá estés muy bien Sandra, donde sea que te encuentres. ¿Cuándo se volvió mi vida tan miserable?"

César se lamenta, mientras se retuerce en el sillón.

"¿Un sillón? ¿Dónde estoy?"

César al despertar, se encontró en una sala oscura.

"¿Hola?"

Infructuosamente trata de encender una lámpara que está sobre una mesita, junto al sillón, pero no halla botón de encendido ni switch en el cable. Se dirige a la ventana, por donde entra la luz de la calle, la polvorosa cortina de velo, le deja ver fácilmente al exterior y, reconoce el parque donde se encontró a aquellas extrañas mujeres.

Camina hacia la puerta de salida, pero ésta está cerrada con llave.

"¿Hola? ¿Hay alguien en casa?"

Nerviosamente pregunta mientras camina hacia el interior de la casa. Con su mano tira un florero, pero éste solo cae contra la superficie de la alacena donde estaba, sin precipitarse, por fortuna, contra el suelo.

Ahora las luces de la sala se encienden, César voltea y ve a Lumila parada a la entrada del pasillo que lleva a las habitaciones de la casa.

"Hola, me llamo Lumila, me da gusto ver que estás bien, luego del pequeño accideante que tuviste en medio de la calle."

Ella lleva puestas su piyama de dormir, unas pantuflas verdes, muy feas y, está cubierta por una bata, que ya hace muchos años vio sus días de gloria. En su mano izquierda lleva una taza, con una bebida ya fría.

"Perdón, ¡no te entiendo! ¿Qué es este lugar? ¿qué son esas cosas que viven en el parque? ¿¡qué eran esos ovnis halla arriba!?

César se empieza a alterar, está sediento, hambriento, la ropa, la siente sucia y sudada contra su cuerpo y, esta gente extraña, los animales y los ovnis que vio, lo tienen sumamente asustado.

Lumila deja la taza sobre la mesa de la lámpara, misma que prendió tocando dos veces su base. Ella le hace gestos para aplacarlo, mientras mentalmente se calma a ella misma, porque empieza a sentir miedo de este hombre.

¿Acaso Ynos el tendero tuvo razón en preocuparse por ella? ¿y ella estúpidamente metió a un desquiciado a su hogar?

"Mira, discúlpame, quiero usar el baño y luego tomar agua y comer algo".

César al decirle esto hace gestos que indican un remolino en su estómago, con los dedos de su mano derecha indica agua cayendo contra su cabeza, luego hace el gesto de beber de un vaso, así como el gesto de llevarse una cuchara a su boca..

Lumila, le indica con gestos también, que la siga.

"Ven, sígueme"

Y lo guía hacia la otra recámara con baño completo, abre la puerta del baño y se lo muestra:

"El baño", señalando ahora la cama le dice: "la cama".

Y luego, haciendo los gestos para beber y tomar le dice:

"Te voy a traer: leche y un: emparedado".

Minutos después, luego de bañarse, César encuentra sobre la cama un viejo juego de piyamas, perteneciente al fallecido padre de Lumila y, sobre una mesa de trabajo, contra la pared contraria al baño, una charola con un gran vaso de leche y un grueso emparedado.

***

Al día siguiente, César al despertar se encontró solo en casa, Lumila tuvo que ir a trabajar. En la casa de una planta a él no le costó trabajo hallar la cocina. Esculca en el refrigerador, mismo que encuentra surtido con las cosas que uno espera hallar en todo refrigerador; se prepara algo y se sienta a comer.

Experimenta con lo que él supone es el control remoto de la pantalla colgada de la pared y logra encenderla.

Lo que ve en las distintas frecuencias, de este sistema de televisión, le confirma lo que él ya había deducido. Se encuentra en otro mundo. Y tiene toda la certeza que no es un loco sufriendo un episodio psicótico. Tiene múltiples evidencias de su pertenencia y origen en otro planeta.

Su, ahora, sucio traje, su teléfono celular, su cartera con billetes, que claramente están impresos con héroes mexicanos, su licencia de conducir, con todos sus datos en un, muy claro, idioma español. Todo esto le reafirma, que la vida que recuerda, sus padres, sus hermanos, existen ahí afuera, en algún lugar del universo.

Se siente mal, por la pena, que su desaparición, debe de estar causando a su familia.

Ahora su atención al monitor se ve incrementada al ver escenas de un cono invertido, como el que le causó el desmayo en el parque, descargando esas aeronaves que semejan golondrinas, sobre un mundo con atmósfera color rosa y un enorme sol rojo dominando su cielo.

César no puede entender que se narra en la transmisión pero supone se trata de algo relacionado con el comercio. Ya que tres de estas " golondrinas" son seguidas hasta que se posan junto a una inmensa bodega, donde hombres en trajes atmosféricos esperan junto a una docena de trailers, así como montacargas.

Así, que mágicamente se vio transportado a una civilización tipo III en la escala de Kardashev; una civilización galáctica.

¿Habrá aliens? ¿qué tipo de relación llevarán con esta versión de la humanidad? Y respecto a su trágicamente milagroso arrebato, él recuerda haber leído en un viejo libro de Selecciones del Reader's Digest, sobre un soldado español en la Nueva España que de repente se encontró con que había sido, por decirlo de alguna manera, teletransportado a las Filipinas.

Tal vez este mundo es una simulación, un videojuego, y el jugador se divierte, a veces, arrancando a los personajes de su ambiente natural y llevándolos a otros escenarios.

Y él piensa sobre su futuro inmediato, ¿qué clase de civilización es esta? ¿democrática o autoritaria? ¿lo irán a encarcelar al no poder demostrar su ciudadanía? ¿o lo internarán como un idiota por no poder hablar el idioma local?

Adaptarse es la clave para sobrevivir. Cuando esta grandota mujer que le dio asilo regrese (siempre y cuando no venga acompañada por el servicio secreto o enfermeros del psiquiátrico) le va a solicitar que le comience a enseñar el idioma.

Porque para bien o para mal "aquí estoy".

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