domingo, 25 de septiembre de 2016

Arrebatado, parte 5

Los dos días siguientes, César los pasó estudiando de libros de educación elemental, para niños, que Lumila sacó de unas viejas cajas de cartón guardadas en la parte superior del clóset del mismo cuarto donde él ha estado durmiendo.

Él supone que pertenecieron a Lumila. Ya conocen sus nombres respectivos y César, al menos, ya sabe frases de etiqueta básica que ella le enseñó a decir:

"Buenos días, buenas tardes, buenas noches", así como palabras y frases básicas:

"Hola, adiós, yo me llamo César, ¿qué es eso? ¿puedo tomar? yo quiero".

Para él ha sido una fuente de gran satisfacción el aprenderse tan rápido, las horas, los meses y días de la semana y aprender a contar.

Desde niño el siempre ha estudiado idiomas. Si bien se oxida por su falta de aplicación práctica de los mismos, salvo el Inglés que domina a la perfección.

Y se encuentra feliz, aprendiendo este idioma, que Lumila llama Estándar.

Y por fin llega el fin de semana y Lumila puede dedicar su tiempo a ayudarlo a recordar su identidad, lugar de origen y a ponerse en contacto con los suyos.

Con su nivel actual de dominio del idioma, César no puede, ni desea decirle a Lumila, que él literalmente cayó de otro mundo.

***

Este día en la mañana, equivalente al sábado, César se siente en fachas trayendo su traje, ya limpio, pero lavado en la lavadora de Lumila. El traje quedó sumamente maltratado. Por fortuna, el primer lugar al que Lumila lo lleva, es a una tienda de autoservicio.

Lumila le habla y trata normal, ella aún no ha sido madre pero sabe que sumergir a los niños en el lenguaje, es la única manera en la que aprenden a hablar.

César piensa que su benefactora, a pesar de ser una mujer muy alta y de complexión gruesa, se ve atractiva, hoy ella lleva su cabello claro cubierto con una pañoleta y, está vestida con una blusa de mangas largas y una falda larga también, que llega hasta sus sandalias. Lumila se desenvuelve con bastante seguridad de carácter y él nota que ella es una líder nata.

En el parque hay una estación de minibuses eléctricos, que luego de un trayecto de media hora por la carretera, hoy también transitan los trailers de la planta de soya, llega a una base en un gran complejo comercial.

Durante todo el trayecto, abordo del minibús, un niño de unos cuatro años de edad, sentado en el asiento adelante de Lumila y César, no dejó de mirarlo con sus grandes ojos negros y su carita babeada. César se sintió bien por haber experimentado esto tan gracioso.

"César, este es el distrito comercial Abala, vamos a ir primero a la tienda de autoservicio a comprarte ropas nuevas, y luego, a la oficina de comercio, ahí en sus bases de datos debe de estar ingresada tu llegada al planeta".

Tan pronto entran a la tienda de autoservicio, César se sorprende por las semejanzas con los súpers en su mundo: los carritos para tomarse a la entrada, las puertas automáticas, el guardia de seguridad, las filas de cajas registradoras, etc. ¡Este mundo tiene que ser el resultado de un universo paralelo que se desarrolló de manera similar a aquél de donde él vino!

Lumila camina delante de él llevándolo hasta la sección de caballeros y, en este instante, César se queda como petrificado al reparar en esto: la grandota Lumila con su sueldo de obrera (ella trabaja en una planta ¿no?) le va a comprar ropa. Y esto lo hace sentirse culpable, por la molestia infringida en ella.

"Toma César, escoge un par de juegos de pants que te queden". Ella los toma de donde están colgados en un exhibidor circular y los empuja contra su pecho. Lumila es un tanto brusca.

Con toda la pena del mundo, o de los mundos, César aprovecha para coger también, juegos de camisetas, ropa interior y, con Lumila siguiéndolo empujando el carrito, encuentra la sección de zapatería, donde escoge dos pares de zapatos deportivos del número ocho.

"¡Oye! A ti te dicen que tomes la mano y te tomas el pie".

Entendiendo, por el tono de voz y gestos de Lumila, César se disculpa con ella:

"Mil disculpas Lumila, pero necesito ropa, así como las mudas de ésta. Mira, a cambio de todas tus atenciones y molestias que te he causado, toma mi cadena de oro".

El oro es un mineral raro, que solo se crea en el núcleo de los soles al estallar en supernova, así que, César no tiene ninguna duda que en este mundo también es un metal precioso y usado como reserva de valor y moneda de cambio.

Él le coloca entre sus manos la cadena que se acaba de quitar del cuello, Lumila de inmediato nota que es una joya pesada y por lo tanto de mucho valor.

"No, no, ¡no es necesario! tú eres mi huésped y yo te atiendo por lo tanto; además esto lo voy a pagar a crédito."

Y le regresa la cadena, cerrándole a César sus puños alrededor de la misma.

***

Al salir del supermercado caminan en este gran complejo del distrito comercial, el sol brilla en todo lo alto con un cielo azul de fondo. César ya tuvo tiempo de estudiar la geopolítica de este mundo, en la enciclopedia que su padre le heredó a Lucila, y pudo ver en los mapas, que éste también es un planeta oceánico, con dos grandes masas continentales, una en el hemisferio norte y otra en el hemisferio sur; no cuenta con casquetes polares ni tampoco con lunas. Todo esto él lo recordó a propósito del cielo azul, un producto de los océanos.

Es un gran centro comercial con grandes espacios abiertos y los negocios y corredores, protegidos del sol por arcos.

Pasan restaurantes de comida rápida, heladerías. boutiques, tiendas de electrónicos (él se promete volver para conocer los gadgets de este lugar).

César identifica los baños públicos, su entrada idéntica a los de los centros comerciales en la Tierra.

"Lumila, permíteme unos instantes, quiero quitarme el traje maltratado y ponerme mi nueva ropa".

Le menciona esto a ella al mismo tiempo que señala a la entrada de los baños y le da palmadas a sus bolsas de las compras.

"Está bien, entra al BAÑO, aquí te espero".

César se apresura, feliz por la oportunidad de quitarse su arruinado traje, mismo que lo hace sentirse mal. El baño de hombres es grande, con una docena de cubículos de WC y en la otra pared los mingitorios.

Solo hay tres hombres, no cree violar ninguna norma moral de este mundo si se cambia recarcado contra los lavamanos y, en efecto, ni lo voltean a ver. Luego de ponerse sus zapatos tenis nuevos, se lava las manos y se moja el cabello acomodándoselo.

Echa su traje, y zapatos en las bolsas y se dirige al gran bote de basura, tiene que levantar la sección superior del bote para que quepan las bolsas, al echarlas las despide:

"¡Adios viejo yo!"

Recoge las otras bolsas con su demás ropa nueva y camina apresurado hacia afuera. Lumila impaciente, con brazos cruzados lo ve y él le dice:

"¿Qué tal mi nuevo yo?"

Pero ella no le pone la vista encima ni por dos segundos.

"VEN ¡VAMONOS!" Lumila pone énfasis en las palabras para facilitarle a César el aprendizaje del Estándar.

Y luego de varios minutos llegan a los arcos bajo los cuales se encuentra la oficina de comercio.

Como la representación distrital del organismo regulador de todo el comercio planetario, esta oficina tiene acceso a las bases de datos de migración; así que no importa si César ingresó al planeta como turista, agente comercial o diplomático, sus datos, así como su biométría, se encuentran disponibles para consulta. Y aunque César haya perdido la memoria, basta con capturar las palmas de sus manos, así como el iris de sus ojos, para tener su identidad, su lugar de origen y así contactar a los suyos, ya sea gobierno, compañía o familia.

Al menos esta es la impecable lógica seguida por Lumila.

***

Al entrar a esta oficina pública, de la oficina de comercio, los recibe un guardia de segurida. Este lleva puesto un casco con una visera de polímero, contra la cual se proyecta información y, está vestido en un traje negro de cuero provisto de armadura. A César le parece más un equipo de combate que el atuendo apropiado para un guardia de seguridad.

No pueden entrar porque el paso lo bloquea una cinta de nylon. La voz del guardia es emitida por un altoparlante en su casco.

"¿Tienen cita? ¿Qué trámite vienen a realizar?"

"No, no tenemos cita", Lumila es la que interactúa con el guardia, "Este caballero que me acompaña, sufrió un accidente atravesando una calle, mismo que le causó el perder la memoria."

"Ajá, sí. Continúe".

"El caballero es extranjero y, no habla Estándar. Mi propósito es el poderlo identificar, a través de su biometría y así ayudarle a regresar a su lugar de origen".

"¿Por qué no lo llevó al precinto de policía de su distrito?"

"Bueno, porque él señor no estuvo involucrado en ningún acto criminal y, la oficina de comercio administra el ingreso al planeta de comerciantes y representantes de otros mundos".

El guardia consulta ahora con la burocracia al interior de esta oficina; Lumila y César pueden ver el silencioso diálogo desplegado contra el interior de la visera del guardia. Cuando éste termina, la máquina expendedora de tickets de turno de atención, imprime un ticket con un críptico código impreso en éste.

El guardia jala el ticket, se lo entrega a Lumila, para a continuación remover la cinta de nylon para así permitirles el acceso.

"Pasen a la sala de espera y chequen en el display de la pared su turno y, a que cubículo de atención pasar".

César con desgano cavila en el hecho de que la burocracia pública es, al parecer, igual de engorrosa en todo el multiverso.

La sala de espera está llena de gente, al menos una treintena de personas esperando ser atendidas. Esto significa que el tiempo de espera va a ser ¡de horas!.

César sí entendió la explicación que Lumila le dio la noche anterior, sobre el propósito de su visita a la oficina de comercio.

Con su nivel actual de Estándar, él no pudo transmitirle a Lumila el significado intencionado, respecto a si hay contacto con extraterrestres y si, iban a poder verlos en la oficina de comercio. Lumila un par de veces le respondió que sí hay extranjeros y que muchos de ellos iban estar hacia el interior de la oficina.

César voltea para todos lados tratando de identificar extraterrestres esperando su turno de atención pero, solo pudo ver personas pertenecientes a otras etnias y llevando ropas distintas a las que la mayoría usa. Situación similar a la de estar en el interior de un aeropuerto.

Él está distraído en esto cuando, Lumila le da un par de palmadas en la pierna, cuando se da cuenta, ella ya va camino de un cubículo.

"¡Vaya! Eso fue rápido".

Y César piensa que tal vez su rápida atención se debe a que ellos no van a realizar un trámite gubernamental sino, a solicitar ayuda con una consulta de información, sus inexistentes registros migratorios.

Al entrar al cubículo Lumila le señala la segunda silla mientras ella procede a sentarse en la que está cercana a la pared.

"Siéntate en la silla César".

"¿Me permiten su ficha de turno de atención?"

La ejecutiva es una mujer de mediana edad, gorda, pero no obesa, cabello corto y un rostro redondo, detrás de unos lentes, que inspira confianza.

Lumila se la entrega la ficha.

"Gracias, ¿qué tipo de ayuda necesitan?"

"Gracias, el caballero que me acompaña es extranjero, y sufrió un accidente en la calle que le causó el perder la memoria y, mi intención es el usar su biometría para consultar su registro de ingreso al planeta y, así identificarlo".

Y la ejecutiva, ahora, se dirige a César.

"¿Cómo se llama?"

"César Lacroix".

"¿De dónde procede? ¿A qué gobierno o empresa representa?

"No se".

"¿Y sus documentos? ¿Por qué no simplemente no se los ha proporcionado a esta samaritana que ha decidido ayudarlo?"

César voltea a ver a Lumila y le hace un ademán indicándole que no entendió la pregunta.

"El señor Lacroix no contaba con documentación cuando yo lo levanté de en medio de la multitud que lo observaba, después de sufrir su accidente".

"¿Y cuál fue la naturaleza de su accidente?" Le pregunta la ejecutiva.

"Un tendero, conocido mio, que presenció cuando el señor Lacroix se desvaneció a mitad de la calle, me comentó que instantes antes el señor Lacroix se le notaba angustiado y fuera de sí, de hecho sufriendo un ataque de histeria".

Al escuchar esto último, la ejecutiva se queda viendo fijamente a César, mordiendo uno de los brazos de sus lentes.

"Está bien, señor Lacroix sígame".

La ejecutiva se pone de pie; Lumila tambien y sacude el hombro de César.

"¡Síguela!"

Haciendo con dos dedos de su mano derecha, sobre la palma de su mano izquierda, el ademán de caminar.

La ejecutiva hace una pausa, para verificar que César venga detrás de ella y, en efecto él ya la sigue, con Lumila caminando un par de pasos detrás de él.

Finalmente llegan a unas mesas delgadas, cubiertas con un mantel azul, sobre los que hay unas grandes y toscos aparatos, que no se verían extraños en cualquier óptica y, a ambos lados de estos, unos rectángulos de cristal oscuro.

Debido a que detrás de los aparatos hay ejecutivos de la oficina de comercio y frente a estos hay gente sentada presionando su cara contra el aparato y, colocando sus palmas contra los rectángulos de vidrio, César fácilmente discierne que estos son los escáneres biométricos.

"Savaz, necesito identificar a este caballero extranjero. Pásalo inmediatamente apenas se desocupe una de las estaciones de captura".

"Sí Doris, enseguida".

Un anciano se levanta, habiendo terminado su trámite, el joven ejecutivo, al cual Doris se dirigió, le indica a César que tenga la amabilidad de sentarse.

"Por favor coloque su rostro contra el visor y las palmas de sus manos en los escáneres a ambos lados".

Lumila le indica con ademanes: "visor" sobre sus ojos y exageradamente abre luego sus manos, indicándole que así coloque sus palmas contra los cristales negros a ambos lados del escáner óptico.

César hace todo lo que el ejecutivo le indicó y, el joven ahora procede a leer la consulta en su display.

Pero ninguna información aparece; él vuelve a repetir la consulta y nada. Desconfiando del aparato, él mismo se coloca en el escáner.

"A ver, déjeme sentarme para tomarme una lectura".

César, por el lenguaje corporal del joven Savaz, entiende que se quite para que este se siente. Savaz regresa al display y ve su ficha de identificación desplegada.

"Señor, una vez más, colóquese para que yo capture su biometría".

César accede y, de nuevo Savaz no obtiene ninguna información.

"¿Qué sucede Savaz?"

"Doris, este caballero no tiene registro en el sistema", Savaz hace una señal de asombro con sus manos extendidas, encogiéndose de hombros, y luego agrega, "está ilegalmente en el planeta y, tampoco tiene registro fiscal."

Doris pensativa, de nuevo mordiendo los brazos de sus lentes se dirige a Lumila y César:

"Un momento, no se muevan, esperen aquí".

Y se retira caminando hacia unas amplias escaleras que llevan a la planta alta. Lumila ya, para este momento, se encuentra sumamente nerviosa y, se truena los dedos de las manos, mientras de sus codos cuelgan las bolsas de compras de César. Y César que ha podido entender el significado de todo lo que Savaz y Doris han intercambiado, sí bien no cada palabra, está seguro que va a ser detenido.

Doris regresa acompañada de un hombre vestido en un traje ejecutivo, de un color azul que semeja seda o escamas de un pez de acuario.

"Rondie, ese es el caballero". Doris lo señala, y su rostro muestra que ella lamenta hacer esto. Rondie se dirige a César.

"Por violación a los artículos 23, 34 y 37 del Código Federal de Comercio, así como de los artículos 9o y 11o párrafo segundo inciso “b” de la Ley Fiscal y de Ingresos de la Federación, queda usted detenido para ser sometido a proceso".

Lumila se lleva una mano a la boca y sus ojos se llenan de lágrimas. César no necesita la traducción de Lumila para comprender que está siendo arrestado. Él solo espera que no tengan en este mundo la capacidad de descubrir que él es un auténtico "alien" venido de otro universo y que, no lo pongan en un zoológico, le hagan la disección o, lo encierren para siempre en el equivalente de su Área 51.

Autor: Carlos Santillán

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