Alrededor de 1977, fueron lanzadas dos sondas gemelas de exploración interplanetaria, las Voyager I y II, estas cambiaron la imágen que del Sistema Solar exterior hasta entonces se tenía. Los gigantes gaseosos y sus lunas pasaron de ser manchar borrosas, en los más potentes telescopios, a mundos con características propias.
Los ingenieros del Jet Propulsion Laboratory, revelaron a un mundo asombrado, imágenes de las bandas de nubes de Júpiter; Io una luna en constante actividad volcánica, cuya superficie es remodelada permanentemente con cada nueva erupción y flujo de lava; Europa, una luna helada que tiene su superficie fracturada misma que protege al que tal vez es el océano con más volúmen en el Sistema Solar, y las tremendamente castigadas por impactos de asteroides y cometas: Ganímedes y Calisto.
Luego las Voyager hicieron parada en Saturno, y se obtuvieron espectaculares imágenes de su sistema de anillos, compuestos por millones de fragmentos de hielo, y como en toda exploración, hay misterios que quedan sin respuesta o incluso son acrecentados: la enigmática luna Titán, con una atmósfera densa e impenetrable, que no dejó visualizar nada de su superficie.
Por las maniobras de asistencia gravitacional, la Voyager I fue lanzada hacia el exterior del Sistema Solar y así terminó su exploración; misma que sí continuó la Voyager II, que visitó al siguiente gigante gaseoso: Urano, un planeta que, en su violento pasado, quedó ladeado, su eje de rotación es paralelo al plano del Sistema Solar, y presenta un sistema de arcos, en lugar de anillos completos, y su característica, de Urano, es un color verde de las nubes.
La parada final fue el planeta Neptuno, un gaseoso planeta azul, y que también tiene una característica gran mancha, como Júpiter. El 'tranquilo' sistema de Neptuno reveló que su luna Tritón también presenta actividad geológica, misma que le provee de una tenue atmósfera a la luna.
A modo de despedida, la Voyager II, al acercarse al borde del espacio interestelar, volteó su cámara y tomó una postal de La Tierra suspendida en un rayo del Sol.
Estas sondas Voyager, son mensajeros de la humanidad para cualquier civilización extraterrestre que tenga la tecnología de interceptarlas en el espacio. Llevan un disco de oro, con información digitalizada que incluye, sonidos de la Tierra, tormentas, cantos de ballenas, sonidos de la naturaleza, saludos y mensajes en docenas de idiomas, música representativa de las más importantes culturas. También incluye imágenes de la civilización del siglo XX: sus máquinas, gente, diagramas médicos, también se pueden ver nativos africanos.
En la cubierta protectora del disco, se incluye la posición del Sistema Solar en relación a importantes pulsares en la región local de la Vía Láctea. Así como información para que los extraterrestres que llegasen a interceptar las sondas Voyager, puedan construir un reproductor de la información contenida en el disco, así como la frecuencia a la que tiene que se reproducida.
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