Mi papá nos contó un relato sobre la guerra México-Estados Unidos de 1847, cuando el ejército estadounidense capturó a la Ciudad de México y se izó la bandera americana en El Zócalo (la plaza principal de la ciudad.)
Las tropas norteamericanas no podían, sin poner en riesgo su integridad física, abandonar las cercanías del Zócalo. Aquellos soldados que se aventuraban más allá de su zona asegurada, eran presas de hordas compuestas por hombres, mujeres y hasta niños, que con picos y lanzas atravesaban y mataban a los caballos, para comérselos y a los soldados los golpeaban y picaban.
Algunos de ellos eran empalados, por el ano y saliendo la estaca por la boca, y la multitud los llevaba por las calles. Se dice que no pocos iban moribundos y regando chorros de sangre.
Pero que necesidad de los estadounidenses. Toda la vida siempre han ido a invadir paises donde son recibidos con odio y rencor. El relato anterior me hizo recordar los linchamientos de soldados americanos en Bagdag.
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