miércoles, 23 de septiembre de 2015
HASTA ELLOS NECESITAN DINERO (relato original por Carlos Santillán)
Eduardo y Mirage llevan juntos treinta años, muy felices treinta años, salvo por las siempre presentes dificultades económicas.
Frecuentemente, cuando los viernes en la tarde les gusta, abrazados en la cama, ver la televisión, mientras una brisa muy agradable entra a través de la puerta de la terraza abierta, a Eduardo le fascina preguntarle a Mirage:
"Cuéntame, ¿cómo nos conocimos?"
Y ambos se remontan a aquella tarde cuando un flaco y solitario Eduardo comía tristemente un pay de limón en una de esas cafeterías de cadena ya desaparecidas, y él levanta la vista para ver a esa persona que se había parado junto a su mesa, Eduardo pensando que era la meseta iba a solicitarle la cuenta, pero sus palabras se atoraron en su garganta al descubrir a una impactante y bien formada Mirage que lo observaba con ternura.
"Hola, ¿puedo sentarme?"
Y como si nunca lo hubieran platicado, por la enésima ocasión vuelven a revivir ese instante.
"Hola, ¿puedo sentarme? Eso me dijiste, ahí estabas, despampanante y muy sensual, con tus botas, pantalones negros y tu chamarra de cuero. Me dejaste literalmente sin aliento, como todos los días aún lo haces".
Y Eduardo rueda sobre ella, besándola y manoseandola, mientras ella le responde para quitárselo, en medio de risas, de encima al cabo de unos instantes.
"Dime, ¿por qué te fijaste en mi?"
Y Mirage le responde:
"Los animalitos tristes y abandonados siempre han sido mi flaqueza".
"¿Animal? ¿Me estás llamando animal? Pues, vas a ver que tipo de animal soy..."
Y como en todas las veces en que se enfrascan en este juego, terminan haciendo el amor.
***
Eduardo en verdad se siente muy afortunado de tenerla a ella; su carácter timido, su debilidad física y cuerpo famélico y sobre todo su cutis horriblemente marcado por el acné, hasta ese momento en que ella lo abordó en la cafetería, lo habían reprimido, todos esos defectos, de intentar cualquier contacto con las mujeres.
Y Mirage sigue espectacular, él a sus cincuenta y seis años ya pinta canas, su cuerpo está grueso y tiene la típica 'panza cervecera', pero Mirage, salvo por algunos cambios por el paso de los años, como unas arrugas junto a los ojos, cualquiera que no la conociera creería que ella tiene apenas cuarenta años.
Nunca tuvieron hijos, pero eso no le preocupa a Eduardo. Tiene sobrinos que van a perpetuar el linaje paterno y eso basta.
Tampoco se casaron, ambos, simplemente se aceptan e, inteligentemente saben que su amor no tiene por qué ser sancionado por el Estado. Además, Eduardo siempre ha sabido que Mirage no podría casarse legalmente. Cuando la conoció era más que obvio que ella era extranjera, su extraño acento, su uso equivocado de palabras y modismos anacrónicos, eso era evidencia suficiente de su origen.
En esas primeras semanas, tras conocerse, él jamás la agobió con preguntas sobre su procedencia, familia y trabajo. Ni tampoco lo hizo al pasar los años, y tampoco jamás Eduardo ha visto un documento o identificación de ella. Amor es respetar el silencio y las cosas que no se quieren revelar. Además como se dice: "Lo que no fue en tu año, no te hace daño".
Mirage es especial, Eduardo muchas veces ha pensado que tal vez ella es hija de atletas rusos, su elegancia y porte de amazona la hacen aparecer indistintamente, en la mente de él, como una gimnasta olímpica o como una agente de la KGB soviética. Y que su actual trabajo como maestra de kinder es solo una fachada para su misión secreta.
Y a lo largo de estos años, más de una vez Mirage lo ha dejado anonadado con las hazañas atléticas que es capaz de realizar. No solo el hecho de que religiosamente todos los días temprano sale a correr sino verdaderos logros, como cuando cada vez que se van a vacaciones a la playa, Mirage, se mete a nadar media hora de ida, hacia el mar abierto y luego, la media hora de regreso, y al volver, ella está entera, sin señas de agotamiento alguno. Y no bastandole eso, ella solo lo acompaña al elevador y luego sube o baja por las escaleras, hasta trece pisos, según donde les haya tocado la habitación esa vez.
Bueno, su stamina es ¡muy ventajosa en la cama!
***
Mirage termina sus clases en el kindergarten al mediodía, en lo que platica cosas con las mamás y atiende asuntos administrativos en la dirección, le dan la una de la tarde cuando finalmente llega a casa, a escasas tres cuadras de distancia del kinder.
El día de hoy, desde que dobla la esquina caminando, ve el viejo Renault de Eduardo estacionado afuera. Y esto es algo inusual. Cuando ella entra, lo encuentra hablando, discutiendo, por teléfono, Eduardo termina su llamada con un:
"¡GRACIAS POR NADA!"
Con el gesto iracundo se da la vuelta y descubre que Mirage lo observa desde el borde de la depresión y par de escalones que bajan hacia la sala. Automáticamente el rostro de Eduardo cambia a uno de amor y de pena también, al verse descubierto en un momento de ira.
El camina hacia ella, la toma de la cintura y le da un beso de saludo en los labios. Y con su voz rasposa y gutural le dice:
"Amor, por recorte de personal me líquidaron del trabajo". "No te preocupes amor, vamos a estar bien, y salir adelante de esta situación, como siempre lo hemos hecho". Mirage le contesta al mismo tiempo que lo abraza.
Ahora Eduardo hace un ruido, a modo de risa, y haciendo un gesto que llama la atención a su teléfono le dice:
"Lugo, al que le acabo de colgar, me dice que le haga como quiera, que solo me van a dar tres meses de liquidación".
Tres meses después, se han estabilizado en una nueva rutina de vida, Mirage en su trabajo como maestra de kinder y Eduardo, ahora percibe un mísero salario ayudando en una óptica.
***
Son pasadas las once de la mañana en el centro comercial, es increíble el número de personas que se puede encontrar siempre, a estas horas, entre semana. No todos viven trabajando de nueve a seis.
La gente va de compras a los almacenes de prestigio, a desayunar y hojear revistas en esa famosa farmacia-restaurante, muchos entran a las funciones matutinas en el multicinema, y otros asisten a los bancos.
Un hombre de unos sesenta años entra al banco y se forma, el guardia de seguridad lo mira por varios segundos debido a su rara combinación de vestir: zapatos tenis, este hombre tiene pies pequeños, pants deportivos, bastante ajustados y, encima una chamarra de nylon, de esas que detrás les cuelga una capucha. Sus gafas oscuras se las quitó al estar ya en la fila. Su cabello es corto y gris, su piel brilla, tal vez se puso crema en el rostro. En una mano lleva una cartera grande.
Este señor finalmente luego de varios minutos, pasa a una ventanilla a ser atendido.
"¡Muy buenos días caballero!, ¿en qué puedo atenderlo?"
La señorita cajera, por un instante se siente desubicada, luego de mirar los ojos de este hombre. Quien se dirige a ella:
"Hola, buenos días, deseo vender estos centenarios, son quince".
Y de la cartera sobre el mostrador, luego de abrir el cierre, saca los centenarios de oro y, los apila en tres columnas de cinco monedas cada una.
"¿Tiene cuenta de cheques con nosotros señor?" "No señorita, el centenario es moneda legal y, deseo cambiarlos por efectivo". "Está bien señor, el precio a la compra para el día de hoy es de $19,400.00. ¿Trae su IFE?"
El señor raro le entrega su identificación a la cajera, quien solo la revisa sin interés, ahora toma las columnas de centenarios y los revisa cuidadosamente uno por uno y, luego procede a meterlos en bolsas de plástico. Ella hace el total, cuenta el dinero a pagar.
”Señorita, por favor cuente el dinero bajo el mostrador y luego pasemelo casualmente".
El raro caballero toma los doscientos noventa y un mil pesos, y el recibo de la transacción de encima del mostrador, los mete en su cartera cerrando rápidamente el cierre de ésta.
"Gracias".
Le dice a la cajera y, caminando rápidamente sale del banco.
Cuando se ha alejado, la cajera siente una vibración que sacude su percepción y, luego observa que la identificación del IFE del señor este ha sido olvidada en el mostrador, ella la toma y ya en sus manos nota que se trata solo de una pieza de plástico en blanco.
"¿Qué diablos?"
Su instinto la obliga a revisar de inmediato los centenarios dentro de las bolsas de plástico. Perdiendo presión sanguínea con susto y coraje descubre que se trata de viejísimas monedas de nickel de cincuenta viejos pesos. Ella de inmediato suena su alarma de robo y gritando a sus compañeros les hace saber:
"¡ME HIPNOTIZARON PARA ROBARME!"
El guardia de seguridad, que sí observó que el extraño hombre fue atendido por esta cajera, de inmediato transmite por su radio la alerta y, la descripción del asaltante, al servicio de seguridad de la plaza comercial.
***
El hombre extrañamente vestido ahora camina de prisa a lo largo de la zona de boutiques y, la capucha de la chamarra se la echa encima para ocultarse la cabeza y el rostro, al caminar con la cara inclinada en dirección del piso. Cuando finalmente llega a la puerta de salida, cinco guardias de seguridad con sus armas desenfundadas, dirigidos por otro muy gritón, que está con el radio en la boca y que tiene mirada de perro rabioso, le grita:
"¡ALTO! ¡NO HAGA NINGÚN MOVIMIENTO!"
Este gritón se aproxima al sospechoso inmóvil, que sostiene una abultada cartera en su mano derecha, y agresivamente le descubre la cabeza y abre la chamarra! para ver si porta alguna arma; pero él y los otros guardias se quedan sorprendidos, antes de relajarse, al ver que se trata de una muy bella y esbelta mujer de unos cuarenta años.
El gritón, al observarla tan bella se olvida por completo de la cartera que ella sostiene y le dice, intimidado por su belleza:
”Le ofrezco disculpas, es que... un sospechoso vestido... vestido de manera similar a usted acaba de asaltar el banco Unión Crédito en esta plaza".
"Lo comprendo oficial, no se apure, y, gracias por protegernos".
Luego de la respuesta de Mirage, el guardia de seguridad da órdenes:
"¡Rivero! ¡Ramírez! ¡Cadena! ¡Quédense en la puerta! ¡Cano, venga conmigo!"
Y él y Cano se alejan trotando. Y el gritón habla por el radio:
"Negativo, negativo, se trataba de una fémina, ¿qué pasa cámara? ¿¡por qué me dio un blanco incorrecto?!"
Y él sigue pensando:
"Que mujer tan ¡hinoptizante!"
***
Eduardo llega de su trabajo en la óptica, que está en la zona comercial de la colonia, y se encuentra que Mirage lo recibe con una cena que ella preparó y que consiste en mariscos y Carbernet Sauvignon. Ella elegantemente vestida le entrega rosas que le compró a él.
"¡¿Y esto?!
Eduardo sorprendido y ahora con una gran sonrisa debido a ver todo tan tentador, sobre todo a Mirage.
"Amor, me dieron en la cooperativa del sindicato de maestros el préstamo que solicité. Y ni lo voy a sentir, me lo van a ir descontando de cada quincena".
Ella lo toma de la mano y lo encamina al comedor.
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