martes, 26 de enero de 2016

Odiseo

Serial. Partes 1-4

ODISEO

Alejandro sale muy temprano de su casa, tiene que caminar varias cuadras atravesando la colonia donde vive, para llegar a la avenida y ahí esperar el microbus, en la parada sobre la banqueta del centro comercial de un supermercado Soriana, que lo lleva a la altura del Hospital de Traumatología, donde pasa el otro microbus, el que lo deja justo enfrente de la universidad donde estudia Sistemas.

El joven e irresponsable chofer va escuchando una de esas nacas estaciones de radio, donde transmiten cumbia y el locutor hace bromas telefónicas sugeridas por sus radioescuchas.

Conforme el microbus avanza en su ruta, éste se va llenando de gente. Alejandro, que va de pie agarrando un tubo al fondo, cierra los ojos adormilado; el agradable sol, que le da en el rostro, invita a dormir.

Cuando van a la altura de la zona industrial (la ruta atravieza ésta) y con el microbus lleno, dos jóvenes malandros abordan.

Alejandro de inmediato nota que suben agresivamente y, a pesar de que el microbus está lleno, estos malandros con solo mostrar sus armas de fuego van recolectando el dinero y pertenencias varias de los pasajeros; lo que más coraje da es que estos jóvenes esbozan sonrisas burlonas.

Una señora grita cuando uno de ellos amaga con golpearla con la cacha de la pistola, porque ésta escondió su bolso en el suelo, bajo el asiento.

"¡Caete con la lana! ¡Pinche puto!"

Uno de ellos le dice a Alejandro. Y él procede a darle su cartera, sin mirarlo a los ojos.

"¿Y tu teléfono?" "No tengo..."

Le contesta Alejandro y el malandro abre su cartera para revisarla.

¿Qué es lo que ve el asaltante? ¡Un billete de míseros veinte pesos!

"¡Uy cuate! Tú sí que andas jodido... Pediría una cooperacha entre los presentes pero, ¡ya no tienen dinero!"

Y viendose, el par de malandrines, sueltan una sonora carcajada.

"¡Ya apúrate! ¡Vámonos!" El segundo asaltante apura a su compañero.

Y éste toma un billete de doscientos pesos, de lo que había robado y, se lo mete en la cartera a Alejandro.

"¡Chofer! ¡Bajan!" le grita al conductor y luego le grita a su compinche:

"¡Pélate cabrón!"

Y ambos en un instante desaparecen entre las calles transversales a la ruta del microbus.

Alejandro se queda anonadado, asustado, ¿a quién le pertenecen los doscientos pesos? Para evitarse un problema y que, lo culpen de cómplice, abandona el microbus y se aleja caminando rápidamente.



Luego de la mala experiencia del asalto en el microbús, y luego de un par de clases aburridas en las que Alejandro se la pasó cabeceando, al fin tiene un receso para poder convivir un rato con sus amigos. Esto gracias a que, como es frecuente, faltó un profesor a su clase.

Su papá está haciendo un gran esfuerzo para pagarle la universidad a Alejandro, pero tal parece que en esta escuela patito, la UVM, lo único que les importa es cobrar las cuotas, sin poner dedicación ni atención a la calidad de la educación impartida.

"¿Qué hay Alejandro?" Lo saluda René.

Sus compañeros de clase que están sentados en unas espacios cuadrados parte de la arquitectura de las paredes frente a las aulas, lo saludan. Y él choca sus palmas y luego los nudillos saludándolos a Rene, Fabián, y Memo.

"Nada aquí, ¿de qué estaban platicando?" "Memo nos estaba platicando que fue a ver Mundo Jurásico, el domingo". "¿Y está buena Memo?" "Sí, tiene muy buenos efectos especiales y la trama está interesante". Y René interrumpe:

"Yo no la he visto pero, de ver el puro tráiler, se adivina que es un remake de la primera, Parque Jurásico".
"Bueno, digamos que es un 'soft remake'". Memo le contesta.

"¡No hay como la primera película!" Fabián al fin interviene.

Alejandro ahora se sienta dentro del cuadrado en la pared. Y les dice:

“A mi ya me da mucha risa ver Parque Jurásico; no porque la película sea mala, sino por una ocurrencia que tuvo mi hermano la última vez que la vimos".

"¿Sí? ¿Y cuál fue ésta?" Le pregunta Memo, a lo que Alejandro agrega:

"¿Han visto los spots de la Ciudad de México? ¿Todos mielosos y ñoños?"

"Sí, están cagados, como si el D.F. fuera la ciudad de la alegría y el optimismo". Le contesta René haciendo gestos de burla. Y Alejandro continúa:

"Pues estábamos viendo en la tele Parque Jurásico, hace como un mes, y cuando empieza la secuencia cuando van los doctores, el dueño del parque, el abogado y los nietos en los jeeps, y se abren las gigantescas puertas, mi hermano dijo:"

"¡Bienvenidos a Parque Izquierdoso!"

"Y mi hermano, bien gracioso, que se pone a relatarme que es lo que los visitantes van viendo, él describía cosas como:"

"Ahí echados en la yerba una docena de hippies haciendo yoga, y de repente, los jeeps se ven envueltos por: ¡Una multitud de ñoños en bicicletas!"

"Ahora llegan a una parte del trayecto donde hay unos nacos tocando sus tambores, como esos, ¡los que se suben al metro!"

Alejandro tiene absoluta atención por parte de sus amigos que en este punto, ya no se aguantan las ganas de intervenir. Memo dice:

"Y ahora, pasan junto a unas jardineras donde hay unos güeyes ¡fumando mota!"

"En un café ven profesores de ciencias políticas, de huaraches y morralito al hombro, diciendo pendejada y media con la que, según ellos, van a arreglar los problemas del mundo." Agrega Fabián.

"¡Escuchen! Esto fue lo más gracioso que dijo mi hermano".

"¡Ah! Imaginen la doctora sorprendida porque a la orilla del camino, arrancó ¡una gran hoja de marihuana!" Todos se carcajean con esta ocurrencia de René- .

"¡Bueno! ¡Bueno! Lo que dijo mi hermano", continúa Alejandro, "es que, el doctor, el paleontólogo! se baja sin aire del jeep diciendo:

'¡Esto es asombroso! ¡Increible!'

"Y el viejito le contesta, agregando:"

'Los anarquistas pueden saquear un OXXO en menos de cinco minutos'.

"Y ahora el paleontólogo se sienta en la tierra abrumado, preguntando incrédulo:"

'¿¡TIENE ANARQUISTAS EN EL PARQUE!?'

Y con esto, todos ellos estallan en carcajadas.



Al salir ese día de las clases en su universidad, Fabián lo invita a su casa a jugar, en el Xbox, el FIFA 14.

Al llegar, la mamá de Fabián se deshace en atenciones hacia él, la señora insiste en atenderlo en la comida, por ser amigo de su hijo y, la verdad, es que ella sí cocina muy rico. A Alejandro le encantó la sopa de fideos y el chile relleno con picadillo y papas.

La gran jarra de vidrio al centro de la mesa, con agua de jamaica, refracta y refleja la luz de una manera hipnotizante.

Después de la comida, la señora insistió en que ellos no ayudaran a recoger y que mejor se fueran a jugar. Alejandro se sintió como si fuera de nuevo niño y estuviese en casa de uno de sus amiguitos.

Y él y Fabián pasaron la tarde jugando, hasta el anochecer.

"Gracias por todo Fabián, despídeme de tu mamá por favor, dile que cocina muy rico y que le agradezco también todas sus atenciones.

***

De regreso a la colonia donde vive, Alejandro se encuentra de repente atorado en un raro congestionamiento de tráfico. El microbús donde viene está lleno y no se ha movido nada en diez minutos.

Así que decide descender del mismo y caminar el escaso kilómetro para llegar al Soriana en su colonia.

El lugar donde se bajó es un embudo natural de tráfico, los límites de dos municipios, y por consecuencia olvidado y desatendido por ambos gobiernos.

Está oscuro, sucio; todos los negocios bajan sus cortinas apenas anochece. Sí, la avenida está congestionada, llena de cientos de automóviles, pero el caminar aquí transmite temor, inseguridad.

Para cruzar a su municipio la avenida se reduce a dos carriles, y un carril está bloqueado, por dos autos que se dieron un golpe laminero. La razón del congestionamiento. Las conductoras no se quitan. Están esperando a los ajustadores de sus aseguradoras.

Ahora Alejandro cruza con calma, por el congestionamiento, hacia la zona donde ya es su municipio. Aquí bajo la marquesina de un negocio, se refugian y esperan clientes un par de prostitutas.

Alejandro puede ver que son muy jóvenes, menores de edad. Al acercarse a ellas nota a una tercera, pero ésta es un muy alto y viejo travesti.

"¡Uuuh! ¡Ven guapo! ¡Acércate!"

Le dicen los tres interrumpiéndole el paso, al plantarse frente a él. Alejandro les contesta, fingiendo voz firme, ya que en realidad está asustado:

"¡Vayanse! No estén molestando".

Ante este grito, las pirujitas y el puto se sienten ofendidos y, el travesti grita:

"¡Jaime! ¡Jaime! ¡Nos están agrediendo!"

Al escuchar esto, a Alejandro se le baja la presión, por el temor y la anticipación de una confrontación. Un policía estatal, de esos gordos prietos enanos, con chaleco táctico negro, que Alejandro no había notado en las sombras, lo alcanza por detrás, macana en mano, ¿El padrote de este trio?:

"¡ORALE CABRÓN! ¡NO LES FALTES EL RESPETO A LAS DAMAS QUE SOLO ESTÁN HACIENDO SU TRABAJO!"

Alejandro ahora está totalmente lleno de pánico. El policía estatal le tira un golpe a la cabeza con su macana, que por fortuna Alejandro logra esquivar al agacharse, y luego una patada, al aire también.

Alejandro se aleja corriendo como si lo siguiera el diablo.

***


"No hay libertad si los individuos no tienen el derecho a decir no".

A Alejandro le impactó escuchar esto en un programa de radio.

***

Luego de aquel episodio en el que Alejandro fuera agredido por el padrote de unas prostitutas, y un puto, su papá hace un esfuerzo y le compra un auto usado, para que vaya y venga de la universidad, salga con sus amigos y, salga con su novia, cuando tenga una esto es.

Y debido a este último punto que su padre le mencionó, a Alejandro se le mete a la cabeza el conseguirse una novia.

En sus clases hay varias jóvenes muy agradables y simpáticas, sobre todo sencillas, pero él pone sus ojos en Elena. La más bonita, supuestamente, y popular, también lo mismo, de la universidad.

Las novedades en la escuela se conocen rápidamente, y Elena ya sabe que Alejandro ahora tiene un auto. Elena conoce a Alejandro desde la preparatoria; ella vive a unas cuantas cuadras de esa escuela y, Alejandro, se fijó en ella desde entonces. De hecho la llegó a acompañar varias veces a la salida de clases, hasta su casa.

Y ahora que él ya tiene auto pretende tomar de nuevo ese comportamiento tonto. Sí tonto, porque a ella jamás le interesó Alejandro y con sus acciones, Elena, así se lo demostró: jamás lo buscaba en ningún plan, ni siquiera para las tareas.

Pero lo que ella hoy sí tiene presente, es que Alejandro vive en la colonia frente a la suya y, que ella, ya está harta de viajar en microbuses.

***

Ese día en la universidad, Alejandro se encuentra sentado en una jardinera, tomando el sol, tienen tantas clases libres, debido a maestros faltistas, que ésto más bien parece un deportivo.

Elena al verlo, se aproxima a él.

”Alex, ¿cómo estás?", y ella procede a acomodarle el cuello de la camisa, y le resbala provocadoramente las manos sobre el pecho.

"Oye, ¿te acuerdas cuando me escoltabas a mi casa? Me pregunto si... No podrías pasar por mi en las mañanas, ¿sí?"

Alejandro, ante los trucos de ella, ha quedado totalmente apendejado y no ha podido contestarle nada.

"¿Alex? ¿¡Alex!?"

Elena tiene que insistir para sacarlo de su encanto. Al darse cuenta de que se está viendo como un reverendo pendejo, él trata de corregir, adoptando voz y pose de galán.

"¡Claro que sí Elena preciosa! ¿Qué te parece al cuarto para las siete?"

”Sí, ¡excelente!"

Ella se acerca lentamente a su mejilla y le planta un beso con sus labios húmedos, luego, permanece un instante sobre él, para dejarle sentir su calor, su perfume.

Alejandro está como si lo llevaran de los orificios de la nariz.

***

Día tras día Alejandro pasa por ella a su casa, diario tiene que esperarla, ella tarda en salir; en el trayecto a la universidad, no tiene oportunidad de platicar con ella, Elena se la pasa hablando por teléfono con sus múltiples amigos. Cuando llegan, él la baja justo en la puerta de acceso, él tiene que irse a estacionar y, ya no la vuelve a ver hasta el día siguiente. Por fortuna tienen horarios distintos y no tiene que llevarla de regreso.

Las invitaciones que él le hace para salir, ya sea a comer, al cine, al centro comercial, siempre son contestadas con un: "El fin de semana es para pasarlo con la familia".

***

Ese día antes de iniciar la primera clase, René se aproxima a Alejandro.

"¿Qué onda mi Alex, qué cuentas?" "Nada wey, aquí llegando a clase, como siempre".

Se saludan chocando las palmas y luego los nudillos. Y Alejandro continúa:

"¿Ya programaste el algoritmo de ordenación de números?" "Ya lo tengo, le pagué una lana a un cabrón de octavo semestre para que me pasara todos los trabajos del nuestro". René contesta y agrega:

"Oye, te quería comentar de la vieja que traes todos los días. Ya se que la conoces desde la prepa y siempre le has traído ganas, pero, y no me lo tomes a mal: solo te está usando de su chofer.

Mira Alex, me doy cuenta, ¿A poco no ya ni la vuelves ver el resto del día?"

"No pues, sí, sí es cierto René".

"Lamento decírtelo pero, no me parece bien que esta vieja se esté aprovechando de ti Alex. ¿Sabes? Anda de ofrecida con todos, menos contigo y, ahorita ella anda saliendo con un cabrón que trabaja en Banorte.

¿Por qué el wey éste no pasa por su vieja y la trae a la escuela? No, no. Este tipo de gente son lacras, van por la vida aprovechandose de los demás.

Mándala a la verga, mi buen Alex."

"Gracias René, creo que necesitaba que alguien me hiciera ver que los demás ya se dieron cuenta que, se están aprovechando de mi. Todo lo que me dijiste yo ya lo había razonado, pero me lo estaba negando con tal de vivir en la fantasía de, 'andar' con esta vieja".

En eso entra el profesor de esta clase.

"Bueno Alex ya a darle", se despide René.

***

Al día siguiente Alejandro ya no pasó por Elena a su casa, ni le avisó. Ella lo vio días después en la escuela:

"¿Qué pasó? Me hubieras avisado, ese día perdí la primera clase". "Ah, ¡hola Elena! Lo siento, es que ya no voy a poder seguir pasando por ti. Nos vemos, voy afuera a comprar una USB".

Alejandro se aleja rápidamente y, ni beso en el cachete de despedida le da.

El reflexiona el resto del día sobre la importancia de decir: No.