El reciente incidente con Elena, su interés amoroso de la preparatoria, lo ha dejado nostálgico a Alejandro. Hoy miércoles solo tuvo dos clases en la universidad y, a las once de la mañana se encuentra con el resto del día libre.
Se dirige a casa, desea instalar las nuevas fichas de memoria DIMM que compró para aumentar la RAM de su desktop, así como adelantar trabajos para las clases del viernes.
De regreso se encuentra conduciendo frente a la colonia donde vive Elena, y en la que también se halla su antigua preparatoria. Por impulso se desvía y se dirige hacia ésta.
Se estaciona una calle antes y en la puerta de entrada aún está el agresivo y malhumorado Tomás, el vigilante, quien ya no lo recuerda. Sin duda también los profesores lo deben de haber olvidado ya, o apenas y lo recuerdan.
"¿QUÉ QUIERES?" Tomás le pregunta golpeado.
"Soy exalumno y, vengo a solicitar un certificado de buena conducta".
Alejandro dice esta mentira para justificar su presencia en la prepa.
"DEJAME TU IFE Y ANÓTATE EN LA LISTA DE VISITANTES, Y EL NOMBRE DE LA PERSONA A LA QUE VAS IR A VER".
Alejandro se registra y toma del cuaderno de registro el maltratado gafete que Tomás arrojó de mala gana.
"Gracias, con permiso".
Alejandro, algo intimidado, sube por el camino en pendiente hacia los edificios de la escuela.
La vida en la preparatoria es la misma, pero con actores diferentes; como en su tiempo, hay alumnos sentados en las escaleras, en las jardineras, ve a un grupo platicando contra el barandal al final de la planta alta. Las mismas escenas que él vivía cuando aquí estudiaba.
De la cafetería sale incluso la misma música. Alejandro pasa frente a un nuevo edificio, ve a una docena de chiquillos corriendo. ¡Pusieron un kinder!
Él continúa hasta alcanzar, al fondo, el laboratorio de química. Y ahí, una sorpresa agradable, ve a su maestra de química, "la uvita" así la apodaban los canijos de su clase.
Ella está sola, calificando unos reportes de pruebas de laboratorio.
"¡Maestra Evangelina! ¿Cómo está? ¿Me recuerda?"
"¿Alejandro? ¡Eres Alejandro!"
La voz de la profesora Evangelina es de un tono muy bajo y ella siempre tiene un rostro de introspección.
"¿Qué estás haciendo por aquí? Supongo veniste por nostalgia. Ustedes los ex-alumnos siempre lo hacen".
Alejandro se siente apenado de ser descubierto en su motivo, y por ser tan transparente. La profesora agrega:
"No hace mucho también estuvo Antonio por aquí". Y ella agrega:
"Qué me cuentas? ¿qué has hecho de tu vida?"
"Estoy estudiando Telemática en la UVM".
"¡Muy bien Alejandro! ¡Te felicito! La computación tiene aplicación en todo; cualquier área laboral hace uso de sistemas de información y, es muy bien pagado el experto en informática".
"Sí maestra, en efecto así es".
"Échale muchas ganas Alejandro, me da gusto por ti".
Durante este intercambio, los ojos de Alejandro se fijaron en un artefacto que uno puede comprar en una tienda de novedades, y que la profesora Evangelina tiene en su laboratorio, de seguro para explicar gráficamente el movimiento y la transferencia de energía:
Son esferas, en línea, sujetas por cables de un marco. Si tú tomas cualquier esfera de un extremo y la sueltas para que golpee la esfera contigua, verás que la esfera del otro extremo se desplazará.
Ahora Alejandro pone a la práctica eso precisamente, toma una esfera y la golpea contra su vecina, y observa como ambas esferas en los extremos resultan desplazadas, hasta que la fricción y la pérdida de energía las hace detenerse.
"Deja mis esferitas, no me las maltrates".
"Perdón profesora, pero es que, me intriga qué es lo que hace que esto funcione".
La profesora Evangelina le contesta, con su versión de la explicación:
"Pues, la bolita choca, se transfiere la energía cinética a través de las contiguas, mismas que al estar unidas experimentan resistencia al movimiento, permaneciendo inmóviles y, la última bolita al estar libre, resulta desplazada".
"Pero, ¿qué es lo que se transfiere? ¿hay quanta de energía que son transferidos? ¿pueden saltar de una bolita a otra, o solo se transmiten por contacto físico de las esferas? ¿se puede ver esta energía cinética? ¿la podemos almacenar? ¿mientras esta energía actúa sobre las esferitas, se disipa en forma de calor, parte de ella? ¿podemos registrar este incremento de temperatura?"
La profesora Evangelina queda transfigurada al darse cuenta que ella nunca se había preguntado esto y que solo repetía mecánicamente un experimento del que ella ya sabía el aburrido resultado de las bolitas a los extremos siendo desplazadas.
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