Es una tarde nublada y fría, el profesor Jesús, de álgebra booleana, llegó al aula y antes de que, siquiera pudieran todos terminar de sentarse les dijo esas palabras que a todo alumno dejan paralizado:
"Saquen unas hoja en blanco y, escriban su nombre en ella".
Examen sorpresa... ¡No mames! Más de uno habrá pensado eso.
El profesor Jesús anota seis problemas en el pizarrón.
Y lo clásico que hacen todos los profesores, en clase ves algo como:
A * 1 = A ó
A * 0 = 0
Pero en los exámenes te ponen problemas tipo:
(A+BC')' XOR (A'B+C)
Alejandro, quien sí es estudioso, está resolviendo su examen con éxito. Mónica, una muy bella joven, blanca, ojos verdes, cabello muy largo y castaño, con naricita y pecas, sentada detrás suyo, le pide insistentemente a él que levante su examen y se haga de lado para que ella pueda copiar sobre su hombro. Con la lección que tuvo con Elena, ya aprendió a no dejarse usar por las 'última coca cola del desierto'.
Solo escucha que Mónica murmura algo, de seguro nada bueno, y ella lo deja de molestar.
Con voz llena de hartazgo, el profesor Jesús solo les dice:
"No se copien, yo no los voy a castigar, su pena y vergüenza será el engaño que a ustedes mismos se hacen".
Es una postura buena por parte del profesor. Un verdadero maestro es un facilitador del aprendizaje, no un capataz presto a castigar la más mínima falta.
De repente, desde el fondo del aula se escucha ¡un estruendoso pedo! Todos salen corriendo del aula, ante esta maravillosa oportunidad de echar desmadre. Van gritando y haciendo gestos como si el salón hubiera sufrido un repentino ataque bacteriológico por parte de imaginarios militantes islámicos.
El profesor Jesús está muy enojado afuera del aula, gritándoles que regresen a continuar con el examen.
”¡HÉCTOR! ¡RENÉ! !MEMO! ¡REGRESEN AL SALÓN! ¡AHORA!"
El profesor está actuando como el capataz que Alejandro pensó que no debería ser.
Alejandro al entrar de regreso nota que Oscar, está llorando en su mesa. Todos han vuelto ya al aula, vociferando burlas y otros riéndose.
El profesor Jesús los llama al orden:
"HEY ¡BASTA! Una colitis es algo de lo que nadie está exento. Y todos nos hemos pedorreado. Así que ya dejen a su compañero en paz".
Al mismo tiempo que el profesor decía esto ya había compañeros consolando y demostrando sus simpatías a Oscar.
Alejandro recuerda un verso que su papá solía repetirle cuando era niño:
"Desde el rey, a la vaca,
y hasta la más bonita muchacha,
toditos dejan su bola de caca".
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