"Yo jamás iría de campamento, ¡que porquería! ¿Dónde haces del baño? ¡Ahí en un hoyo en el lodo!
Soy muy recatado y pulcro en mi higiene. ¡No! Eso no es para mi".
René sonríe al escuchar esto comentado por uno de los jóvenes sentados detrás de él, en el microbús.
"Yo no tengo nada de que avergonzarme, es Mara la que no va a saber ni dónde meter la cara en cuanto me vea llegar a la boda. ¡Claro! ¡Si tiene vergüenza! Que no tiene, porque si tuviera, ni se aparecería después de lo que hizo".
Es una joven señora, de pié junto a René, hablando con una amiga al teléfono. Él supone ella está haciendo referencia a alguna infidelidad con el esposo de ella.
No es que René hoy haya amanecido chismoso pero, es imposible no escuchar lo que la gente habla en el transporte público.
"Cuando eso me pase, ¡voy a dar brincos de alegría!" Ahora una adolescente le comenta a una señora, ambas sentadas en la gran banca del lado derecho, y la joven continúa:
"Sí no soy inconsciente, todo lo planeamos y tomamos nuestros cuidados".
Algo críptica esta charla pero a René le permite adivinar que la joven se refiere a que ya tiene sexo con su novio.
En los asientos frente a René, un hombre le comenta a otro:
"Los idiotas del Seguro le pusieron la cinta adhesiva ¡directamente sobre la úlcera de la pierna a la pobre viejita!"
"¿No me digas?"
"Sí, mi pobre madre daba unos gritos cuando se la quitaron, con piel, costra...".
René siente escalofríos al escuchar esto tan desagradable.
Su vecino de asiento va ocupado leyendo un libro sobre programación C:
$ gcc programa.c -o programa
A René le gusta la programación tambien, así como los comandos de Unix.
Ahora en un semáforo, sube uno de estos curiosos personajes que van entregando paletas de caramelo con una nota engrapadas:
'Soy mudo y solo me sostengo de la ayuda de la gente'.
Esta maña para mendigar dinero, al menos, no es agresiva como la práctica de los tipos que suben vendiendo tontería y media, pero que literalmente amenazan que uno los ayude ¡para no verse obligados a robar!
Pero los que se llevan el trofeo a la molestia, son los que se suben a tocar, ya sea con una guitarra o, los nacos con sus tambores africanos.
René nota la próxima parada donde debe bajarse para, desde ahí, caminar hasta la universidad. Es un largo trayecto a pie, pero a él le gusta caminarlo, en vez de tomar otro microbús, porque le distrae el ir caminando, viendo las casas, jardines, el escuchar a los gorriones y, en la cuadra previa a la universidad, ver las tiendas del centro comercial.
jueves, 26 de mayo de 2016
viernes, 20 de mayo de 2016
Odiseo, parte 22
En esta época del año se sueltan unas ráfagas de viento muy fuertes y todas las hojas de los árboles, de la señora que vive justo enfrente de la casa de Alejandro, se esparcen a las casas vecinas.
Esta señora es muy clasista, grosera y, se siente una doña millonaria. Debido a esto, Alejandro la apoda 'Doña Florinda'. Ella se siente superior, a pesar de vivir en la misma 'vecindad' que los demás.
Para una muestra de como es de grosera esta señora cabe mencionar lo que le sucedió al profesor Castro, vecino de ella.
El profesor Castro es el abuelo de Sandra, la adolescente que le gusta a Alejandro. Este señor, y la 'Doña Florinda', son de los vecinos que originalmente se mudaron, hace más de 30 años, en este fraccionamiento cuando fue establecido.
A pesar que durante todos estos años él y esta señora se saludaron, por cortesía, respetuosamente; el profesor Castro un día que coincidió con que ella, estaba saliendo del garage en su camioneta, él se aproximó a ésta para pedirle de favor, que los autos de su familia no los dejaran invadiendo el terreno propio de su casa, ya que cuando sus hijos van a visitarlo y, al ser su casa muy pequeña, estos no tienen donde estacionarse.
Pues esta mujer muy groseramente y olvidándose de tantos años de ser vecinos, le dijo que de la puerta de su casa ya empieza la calle y molesta y sin despedirse, arrancó a gran velocidad.
***
El papá de Alejandro agarra el recogedor, la escoba y un gran bote de basura, que siempre está apartado para echar en éste el pasto y las ramas que se podan del jardín.
Alejandro se da cuenta y le pregunta:
"¿Qué vas a hacer?"
"¡La vieja de enfrente! Jamás poda sus árboles y ya se nos vinieron todas las hojas secas a nuestra banqueta".
"Yo lo hago, déjalo. No es conveniente que la gente te vea barriendo, ya ves como todo mundo es clasista y chismoso".
En la familia de Alejandro son de la filosofía de "manos a la obra". Ellos mismos podan el césped, pintan la casa, barren la banqueta, lavan los autos. No adoptan poses de superioridad social.
A Alejandro se le quedó muy grabado el escándalo y chisme que le hicieron a su papá, su hermano Rogelio y su esposa María (tíos de Alejandro.)
Sucede que, siendo Alejandro un niño, la tía María habló a la casa y Alejandro contestó y ella preguntó por su papá. En esa época, ambas familias estaban muy cercanas y Rogelio invitaba a su hermano a una carne asada cada domingo.
Ese convivio con tíos y primos, Alejandro, lo disfrutaba mucho y Alejandro sentía identificación y lealtad a ese grupo familiar extendido y, él les dio, en su mente, la etiqueta de "familia". Pero la traición, narrada a continuación, le causó disonancia cognitiva y desencanto.
Para Alejandro fue de lo más natural el compartirle algo íntimo a su "tía" María cuando ella preguntó por su papá:
"Ahorita te lo paso, está lavando los trastes del desayuno".
En ese momento, ella solo se limitó a invitarlos a la tradicional carne asada de un domingo futbolero.
Fue hasta tiempo después que en la familia de Alejandro se enteraron de la burla, sorna y sensacionalización del "mandilón Alejandro" que Rogelio y su esposa habían estado haciendo con el resto de la familia, los vecinos de ellos y, en el trabajo.
Ruin y asquerosa traición de la confianza y cariño extendido a estos seres bajos.
***
En verdad la banqueta está exageradamente cubierta de hojas secas, pareciera que el viento conscientemente las sopla hacia su casa.
Cuando finalmente termina de barrerlas, el bote de basura está lleno hasta el tope.
"¿Se llenó todo el bote Alejandro?"
"Si, ¡mira!"
"Déjalo afuera, en la noche 'Doña Florinda' va a pagar".
El papá de Alejandro, todas las noches a las once, saca a la banqueta el bote de basura, con la última bolsa generada en la cocina y luego le echa llave al portón a la calle y a la puerta principal.
En esta ocasión, toma el bote lleno con hojas secas, se atraviesa sigilosamente y va y lo vacía a la entrada de la casa de 'Doña Florinda'.
Ojalá el viento no arroje a las hojas de vuelta a su casa.
Esta señora es muy clasista, grosera y, se siente una doña millonaria. Debido a esto, Alejandro la apoda 'Doña Florinda'. Ella se siente superior, a pesar de vivir en la misma 'vecindad' que los demás.
Para una muestra de como es de grosera esta señora cabe mencionar lo que le sucedió al profesor Castro, vecino de ella.
El profesor Castro es el abuelo de Sandra, la adolescente que le gusta a Alejandro. Este señor, y la 'Doña Florinda', son de los vecinos que originalmente se mudaron, hace más de 30 años, en este fraccionamiento cuando fue establecido.
A pesar que durante todos estos años él y esta señora se saludaron, por cortesía, respetuosamente; el profesor Castro un día que coincidió con que ella, estaba saliendo del garage en su camioneta, él se aproximó a ésta para pedirle de favor, que los autos de su familia no los dejaran invadiendo el terreno propio de su casa, ya que cuando sus hijos van a visitarlo y, al ser su casa muy pequeña, estos no tienen donde estacionarse.
Pues esta mujer muy groseramente y olvidándose de tantos años de ser vecinos, le dijo que de la puerta de su casa ya empieza la calle y molesta y sin despedirse, arrancó a gran velocidad.
***
El papá de Alejandro agarra el recogedor, la escoba y un gran bote de basura, que siempre está apartado para echar en éste el pasto y las ramas que se podan del jardín.
Alejandro se da cuenta y le pregunta:
"¿Qué vas a hacer?"
"¡La vieja de enfrente! Jamás poda sus árboles y ya se nos vinieron todas las hojas secas a nuestra banqueta".
"Yo lo hago, déjalo. No es conveniente que la gente te vea barriendo, ya ves como todo mundo es clasista y chismoso".
En la familia de Alejandro son de la filosofía de "manos a la obra". Ellos mismos podan el césped, pintan la casa, barren la banqueta, lavan los autos. No adoptan poses de superioridad social.
A Alejandro se le quedó muy grabado el escándalo y chisme que le hicieron a su papá, su hermano Rogelio y su esposa María (tíos de Alejandro.)
Sucede que, siendo Alejandro un niño, la tía María habló a la casa y Alejandro contestó y ella preguntó por su papá. En esa época, ambas familias estaban muy cercanas y Rogelio invitaba a su hermano a una carne asada cada domingo.
Ese convivio con tíos y primos, Alejandro, lo disfrutaba mucho y Alejandro sentía identificación y lealtad a ese grupo familiar extendido y, él les dio, en su mente, la etiqueta de "familia". Pero la traición, narrada a continuación, le causó disonancia cognitiva y desencanto.
Para Alejandro fue de lo más natural el compartirle algo íntimo a su "tía" María cuando ella preguntó por su papá:
"Ahorita te lo paso, está lavando los trastes del desayuno".
En ese momento, ella solo se limitó a invitarlos a la tradicional carne asada de un domingo futbolero.
Fue hasta tiempo después que en la familia de Alejandro se enteraron de la burla, sorna y sensacionalización del "mandilón Alejandro" que Rogelio y su esposa habían estado haciendo con el resto de la familia, los vecinos de ellos y, en el trabajo.
Ruin y asquerosa traición de la confianza y cariño extendido a estos seres bajos.
***
En verdad la banqueta está exageradamente cubierta de hojas secas, pareciera que el viento conscientemente las sopla hacia su casa.
Cuando finalmente termina de barrerlas, el bote de basura está lleno hasta el tope.
"¿Se llenó todo el bote Alejandro?"
"Si, ¡mira!"
"Déjalo afuera, en la noche 'Doña Florinda' va a pagar".
El papá de Alejandro, todas las noches a las once, saca a la banqueta el bote de basura, con la última bolsa generada en la cocina y luego le echa llave al portón a la calle y a la puerta principal.
En esta ocasión, toma el bote lleno con hojas secas, se atraviesa sigilosamente y va y lo vacía a la entrada de la casa de 'Doña Florinda'.
Ojalá el viento no arroje a las hojas de vuelta a su casa.
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viernes, 13 de mayo de 2016
Odiseo parte 21
Memo se aisla amargado. El día de hoy parece que casi todo el mundo en la universidad está contando sobre como van a festejar a sus madres mañana 10 de mayo; o que les van a regalar.
Incluso Fabián, que es muy sencillo y calmado, regresó del break con un juego de perfumes envuelto en celofán, y con un moño rojo, que compró en el Sanborn's del centro comercial junto a la escuela.
Esta fecha le trae muy dolorosos recuerdos. Él niño y, una tarde nublada, su mamá saliendo de la casa con una maleta, luego de una más de las constantes discusiones con el papá de Memo.
Y así nada más, ella dejó el hogar y su madre, solo se convirtió en una voz en el teléfono que, a veces le hablaba para preguntar por él.
Luego se convirtió en una señora exageradamente arreglada que, a veces, pasaba por él, para llevarlo a comprar ropa y juguetes.
Más grande tuvo que lidiar con el hecho de que su madre se había ahora juntado con otro hombre y que, ya tenía dos medias hermanas.
Su papá por su parte ya no se volvió a involucrar en una relación permanente.
A Memo se le quedó muy grabada una conversación entre su padre y su hermana, tía de Memo. Ella le preguntó sobre por qué no rehacía su vida. Y su padre le contestó:
"Ya tuve un hijo, mi apellido va a vivir al menos una generación más y, en eso, ya le cumplí a la vida.
Me quito de problemas derivados de un atamiento sentimental a una mujer, que de seguro ni siquiera sabe que quiere de la vida. También ya no tengo que jugar al marido proveedor que tiene que comprarle su casa y su camioneta.
Si tengo necesidades por calor femenino, pues, simplemente invito a salir a una de mis amigas del trabajo y san se acabó. ¡Soy libre!"
Memo, debido a esto, se hizo a la idea de que él no se va a casar, pero, a veces añora el tener una amiga, compañera, cómplice, amante...
Y se pregunta si, de encontrar a la mujer correcta él sentiría la necesidad de juntarse a ella por el resto de sus vidas.
Incluso Fabián, que es muy sencillo y calmado, regresó del break con un juego de perfumes envuelto en celofán, y con un moño rojo, que compró en el Sanborn's del centro comercial junto a la escuela.
Esta fecha le trae muy dolorosos recuerdos. Él niño y, una tarde nublada, su mamá saliendo de la casa con una maleta, luego de una más de las constantes discusiones con el papá de Memo.
Y así nada más, ella dejó el hogar y su madre, solo se convirtió en una voz en el teléfono que, a veces le hablaba para preguntar por él.
Luego se convirtió en una señora exageradamente arreglada que, a veces, pasaba por él, para llevarlo a comprar ropa y juguetes.
Más grande tuvo que lidiar con el hecho de que su madre se había ahora juntado con otro hombre y que, ya tenía dos medias hermanas.
Su papá por su parte ya no se volvió a involucrar en una relación permanente.
A Memo se le quedó muy grabada una conversación entre su padre y su hermana, tía de Memo. Ella le preguntó sobre por qué no rehacía su vida. Y su padre le contestó:
"Ya tuve un hijo, mi apellido va a vivir al menos una generación más y, en eso, ya le cumplí a la vida.
Me quito de problemas derivados de un atamiento sentimental a una mujer, que de seguro ni siquiera sabe que quiere de la vida. También ya no tengo que jugar al marido proveedor que tiene que comprarle su casa y su camioneta.
Si tengo necesidades por calor femenino, pues, simplemente invito a salir a una de mis amigas del trabajo y san se acabó. ¡Soy libre!"
Memo, debido a esto, se hizo a la idea de que él no se va a casar, pero, a veces añora el tener una amiga, compañera, cómplice, amante...
Y se pregunta si, de encontrar a la mujer correcta él sentiría la necesidad de juntarse a ella por el resto de sus vidas.
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lunes, 9 de mayo de 2016
Odiseo, parte 20
Alejandro se halla en la biblioteca, acompañado de Carmen, compañera de clases. Él le está comentando sobre lo mal que le caen los metiches.
"Un metiche es como un depredador, listo para saltarte encima a la más mínima oportunidad. Por ejemplo, si te pones una sudadera al revés, tú te das cuenta de inmediato al sentirla incómoda contra tu cuello.
Pero si un metiche presencia esto, él luego luego te dice: te la pusiste volteada, ¡quítatela!"
Carmen se ríe por los gestos y ademanes que Alejandro hace al narrar esto.
Ella le contesta:
"Sí, yo también he tenido malas experiencias con los metiches. Estoy haciendo el servicio social en Telmex y mi jefe me puso a programar reportes en ABAP".
Alejandro exclama:
"¡Oye que interesante!"
Y Carmen continúa:
"Sí en verdad, ya ves que aquí nos estaban enseñando ¡Pascal! en primer semestre".
"Sí hombre, ¡ya ni la joden! pinche escuelita chafa..."
"Bueno, y como precisamente aquí en la UVM no nos enseñan nada de lo que en el mundo laboral está en uso, pues al principio tuve muchos problemas para entenderle al ABAP.
Y una señora que es muy inteligente, la ingeniera Olmos, se dio cuenta que mi jefe me dijo que si no podía me acercara a cualquiera de los desarrolladores, que todos son muy buena gente y atentos.
Y ella me llamó y me empezó a explicar.
Y desde entonces, ante cualquier duda, voy y le pregunto a la ingeniera Olmos. No me lleva ni dos minutos cada pregunta.
Pero hay una vieja huevona, la licenciada Delia, ni siquiera es de sistemas, es del cuarto piso, de contratos y servicios. Se la pasa todo el día chismeando con las secretarias de ahí de sistemas. Y esta vieja metiche se dio cuenta de mis constantes preguntas a la ingeniera Olmos.
Y la tal Delia se me acercó y me dijo que no era correcto que le estuviera quitando su tiempo a la ingeniera.
¿Puedes creerlo? decirme eso ella que se la pasa de chismosa tantas horas...
Y también me dijo que si no podía con la programación que, debería ir al Sanborn's y comprarme un libro de ABAP. Y luego la metiche me preguntó que si podía hacerme una crítica constructiva.
Yo le contesté que no y que me estaba quitando el tiempo".
"¡Tómala!" Exclama Alejandro. Y Carmen continúa:
"La tal Delia hizo una cara de sorpresa, con la boca abierta, y cuando se iba me dijo que era una grosera".
"¡Que bueno! que la corriste." Le dice Alejandro, y luego agrega:
"Pero, ¿qué me dices cuando uno es el metiche?"
"Sí, supongo uno lo hace todo el tiempo y, ni cuenta se da".
"Así es Carmen. A mi papá le pasó hace varios meses. Él estaba en las carnes frías, en el súper, y la señorita que lo atendía le dio una rebanada de jamón como muestra.
En un carro del súper, cercano a él, estaba sentado un niño, y mi papá le va a dar un trozo de la rebanada, cuando la mamá de este interviene bruscamente, ordenándole a mi papá que no lo haga.
Supongo eran judíos y el niño ¡se iba a volver cenizas si lo comía el jamón!"
Carmen se ríe ante esta ocurrencia.
"Un metiche es como un depredador, listo para saltarte encima a la más mínima oportunidad. Por ejemplo, si te pones una sudadera al revés, tú te das cuenta de inmediato al sentirla incómoda contra tu cuello.
Pero si un metiche presencia esto, él luego luego te dice: te la pusiste volteada, ¡quítatela!"
Carmen se ríe por los gestos y ademanes que Alejandro hace al narrar esto.
Ella le contesta:
"Sí, yo también he tenido malas experiencias con los metiches. Estoy haciendo el servicio social en Telmex y mi jefe me puso a programar reportes en ABAP".
Alejandro exclama:
"¡Oye que interesante!"
Y Carmen continúa:
"Sí en verdad, ya ves que aquí nos estaban enseñando ¡Pascal! en primer semestre".
"Sí hombre, ¡ya ni la joden! pinche escuelita chafa..."
"Bueno, y como precisamente aquí en la UVM no nos enseñan nada de lo que en el mundo laboral está en uso, pues al principio tuve muchos problemas para entenderle al ABAP.
Y una señora que es muy inteligente, la ingeniera Olmos, se dio cuenta que mi jefe me dijo que si no podía me acercara a cualquiera de los desarrolladores, que todos son muy buena gente y atentos.
Y ella me llamó y me empezó a explicar.
Y desde entonces, ante cualquier duda, voy y le pregunto a la ingeniera Olmos. No me lleva ni dos minutos cada pregunta.
Pero hay una vieja huevona, la licenciada Delia, ni siquiera es de sistemas, es del cuarto piso, de contratos y servicios. Se la pasa todo el día chismeando con las secretarias de ahí de sistemas. Y esta vieja metiche se dio cuenta de mis constantes preguntas a la ingeniera Olmos.
Y la tal Delia se me acercó y me dijo que no era correcto que le estuviera quitando su tiempo a la ingeniera.
¿Puedes creerlo? decirme eso ella que se la pasa de chismosa tantas horas...
Y también me dijo que si no podía con la programación que, debería ir al Sanborn's y comprarme un libro de ABAP. Y luego la metiche me preguntó que si podía hacerme una crítica constructiva.
Yo le contesté que no y que me estaba quitando el tiempo".
"¡Tómala!" Exclama Alejandro. Y Carmen continúa:
"La tal Delia hizo una cara de sorpresa, con la boca abierta, y cuando se iba me dijo que era una grosera".
"¡Que bueno! que la corriste." Le dice Alejandro, y luego agrega:
"Pero, ¿qué me dices cuando uno es el metiche?"
"Sí, supongo uno lo hace todo el tiempo y, ni cuenta se da".
"Así es Carmen. A mi papá le pasó hace varios meses. Él estaba en las carnes frías, en el súper, y la señorita que lo atendía le dio una rebanada de jamón como muestra.
En un carro del súper, cercano a él, estaba sentado un niño, y mi papá le va a dar un trozo de la rebanada, cuando la mamá de este interviene bruscamente, ordenándole a mi papá que no lo haga.
Supongo eran judíos y el niño ¡se iba a volver cenizas si lo comía el jamón!"
Carmen se ríe ante esta ocurrencia.
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jueves, 5 de mayo de 2016
Odiseo, parte 19
Como de costumbre, un profesor no llegó a la clase en la "casa abierta al viento", en esta universidad patito. Pero eso no incomoda ni molesta a nadie. Son jóvenes y ¿cómo van a desperdiciar la oportunidad de echar desmadre?
Y para variar, René es el centro de atención de los siete u ocho alumnos que sí habían llegado a tiempo a la clase. Él les está contando un relato, mismo que sin haberlo concluido aún, pero conociéndolo como es él, ya los tiene casi muertos de risa.
"El campesino alemán está totalmente confundido, una vez más le sucedió que dejó el recipiente en la repisa de la ventana y, ¡este amaneció de nuevo lleno de mantequilla!
El próximo día de mercado, él le pregunta a Oskar el leñador, a Klaus el herrero y al ministro Ernst sobre quién puede ser su misterioso benefactor.
Iba a preguntarle, también, al sastre, pero este estaba rodeado por una multitud que parecía festejarlo y, le fue imposible acercarse a él.
O benefactora, atinadamente le señala su amigo Gerhard. Y Hans, así se llama el campesino del relato, se acuerda de Helga que siempre lo ve con una sonrisa cuando ella pasa arreando sus gansos."
Memo, sentado hasta el fondo del salón de clases, con los brazos cruzados y las piernas estiradas, está viendo a René con una sonrisa burlona en el rostro, e interviene:
"Ya le pusiste mucha crema a tus tacos y alargaste la historia".
René le contesta:
"¡No interrumpas wey!".
Este intercambio es de manera amigable entre ambos.
"¿En qué estaba? ¡Ah sí!" Y René continúa:
"Gerhard le dice a Hans:
Puesto que el recipiente te es rellenado en algún momento antes del amanecer, vas a tener que hacer guardia para descubrir a tu benefactor.
Escóndete en el establo, desde ahí se puede ver hacia la ventana de tu casa, y deja la puerta entreabierta para que puedas espiar a la misteriosa persona que te regala la mantequilla."
Esa misma noche, Hans se acuesta temprano para poder madrugar y seguir los consejos de su amigo Gerhard.
Hans se despierta entusiasmado, un par de horas antes del amanecer. Se viste, se echa encima una piel y camina hasta el establo, dejando la puerta entreabierta para poder espiar.
Aún no amanece, y él ha estado a punto de quedarse dormido varias veces sentado tras la puerta del establo.
Sacude su cabeza para quitarse el sueño, cuando, escucha fuertes y secos golpes que se suceden, y Hans también puede sentir el suelo retumbar. El día ya aclara. Por el camino hacia su casa, saliendo del bosque, puede ver que se acerca ¡un gigante!
El gigante se acerca a la casa, voltea hacia la ventana, ve el recipiente en la repisa exterior de la ventana, lo toma con su pulgar e índice de la mano izquierda, se lo lleva a la cara hasta la altura de la nariz, y con la mano derecha, se exprime una gigantesca espinilla, llenando con esta el recipiente, mismo que regresa a la ventana; luego el gigante se da la vuelta y desaparece por donde vino.
Hans, impactado apenas y puede salir corriendo del establo, cuando vomita apenas afuera de éste."
"¡QUE ASQUEROSO!" Le dicen sus compañeros a René.
Memo golpea las palmas de sus manos y luego suelta una carcajada.
Y para variar, René es el centro de atención de los siete u ocho alumnos que sí habían llegado a tiempo a la clase. Él les está contando un relato, mismo que sin haberlo concluido aún, pero conociéndolo como es él, ya los tiene casi muertos de risa.
"El campesino alemán está totalmente confundido, una vez más le sucedió que dejó el recipiente en la repisa de la ventana y, ¡este amaneció de nuevo lleno de mantequilla!
El próximo día de mercado, él le pregunta a Oskar el leñador, a Klaus el herrero y al ministro Ernst sobre quién puede ser su misterioso benefactor.
Iba a preguntarle, también, al sastre, pero este estaba rodeado por una multitud que parecía festejarlo y, le fue imposible acercarse a él.
O benefactora, atinadamente le señala su amigo Gerhard. Y Hans, así se llama el campesino del relato, se acuerda de Helga que siempre lo ve con una sonrisa cuando ella pasa arreando sus gansos."
Memo, sentado hasta el fondo del salón de clases, con los brazos cruzados y las piernas estiradas, está viendo a René con una sonrisa burlona en el rostro, e interviene:
"Ya le pusiste mucha crema a tus tacos y alargaste la historia".
René le contesta:
"¡No interrumpas wey!".
Este intercambio es de manera amigable entre ambos.
"¿En qué estaba? ¡Ah sí!" Y René continúa:
"Gerhard le dice a Hans:
Puesto que el recipiente te es rellenado en algún momento antes del amanecer, vas a tener que hacer guardia para descubrir a tu benefactor.
Escóndete en el establo, desde ahí se puede ver hacia la ventana de tu casa, y deja la puerta entreabierta para que puedas espiar a la misteriosa persona que te regala la mantequilla."
Esa misma noche, Hans se acuesta temprano para poder madrugar y seguir los consejos de su amigo Gerhard.
Hans se despierta entusiasmado, un par de horas antes del amanecer. Se viste, se echa encima una piel y camina hasta el establo, dejando la puerta entreabierta para poder espiar.
Aún no amanece, y él ha estado a punto de quedarse dormido varias veces sentado tras la puerta del establo.
Sacude su cabeza para quitarse el sueño, cuando, escucha fuertes y secos golpes que se suceden, y Hans también puede sentir el suelo retumbar. El día ya aclara. Por el camino hacia su casa, saliendo del bosque, puede ver que se acerca ¡un gigante!
El gigante se acerca a la casa, voltea hacia la ventana, ve el recipiente en la repisa exterior de la ventana, lo toma con su pulgar e índice de la mano izquierda, se lo lleva a la cara hasta la altura de la nariz, y con la mano derecha, se exprime una gigantesca espinilla, llenando con esta el recipiente, mismo que regresa a la ventana; luego el gigante se da la vuelta y desaparece por donde vino.
Hans, impactado apenas y puede salir corriendo del establo, cuando vomita apenas afuera de éste."
"¡QUE ASQUEROSO!" Le dicen sus compañeros a René.
Memo golpea las palmas de sus manos y luego suelta una carcajada.
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