David Icke el principal investigador de la teoría de los Reptilianos, es motivo de burla por parte de gente que ni siquiera lo ha leído, y que interprertan literalmente que hay unos reptiles disfrazados de humanos en puestos claves de gobiernos a nivel mundial.
Lo que David Icke propone es que hay inteligencias incorpóreas, no humanas, que dirigen a personas y las colocan en posiciones importantes de la política, cultura ciencia y economía desde donde pueden ejercer influencia sobre el resto de la humanidad.
En el mismo Antiguo Testamento, tenemos que es de una manera similar en la que Yahvé influye sobre Moisés para liberar a los israelitas.
En sus estudios sobre DMT con voluntarios, el doctor Rick Strassman en la Universidad de Nuevo México, en los años 1980s, sin esperarselo se encontró con que sus voluntarios reportaban contacto y comunicación con inteligencias residentes en un plano accesible por medio del consumo de alucinógenos. Y este tipo de interacción fue interpretada por investigadores y psiconautas de la talla de un Terence McKenna como que el cerebro es sólo un receptor de la conciencia, en la misma manera en que un aparato de radio al ser sintonizado en una frecuencia capta una estación determinada, pero si al cerebro se le dan alucinógenos, podemos cambiar la frecuencia y acceder a otro plano de la realidad, “otra estación.”
Y es de esta manera en la que el cerebro puede ser el receptor de otra señal, otra inteligencia puede tomar control del cerebro y dictar las acciones de esa persona.
Ahora esa persona se encuentra bajo un control que unos denominarían de diabólico o David Icke calificaría de reptiliano.
Me causa curiosidad darme cuenta que esta idea permea el mundo de los videojuegos. En juegos de rol como Bully o Grand Theft Auto, cuando el jugador toma control de un personaje yo puedo escuchar como los otros personajes del videojuego te llaman reptiliano, también se puede presenciar como tu personaje se angustia y se lamenta que no sabe que le está pasando, que se siente bajo el control de una fuerza extraña.
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