César se adapta a su nueva vida, mientras la rutina hace que los días se sucedan uno tras otro.
Con Lumila llegó a un arreglo mutuamente benéfico para ambos. Él dejó el sillón de la sala y se mudó al cuarto de servicio en la azotea. A César le entusiasmó mucho; es un cuartito pero tiene WC y regadera propios. Y lo mejor: está independiente de la casa.
Él con sus llaves llega de la calle, atravieza el jardín y haciendo uso de la escalera de caracol sube a la azotea. César se convirtió así en inquilino de Lumila y le va a pagar a ella, en cuanto le empiecen a depositar su sueldo de la planta, una renta.
El cuarto de servicio estaba lleno de pared a pared y del piso al techo, con décadas de objetos guardados por el padre de Lumila. Cuando César bajó todo esto al jardín se formó una gran pila. Lumila solo los revisó con la vista y, lo único que decidió conservar fue un telescopio y un par de binoculares.
Ella no comentó nada pero César se imaginó que padre e hija deben de haber pasado muchos atardeceres y noches observando el firmamento juntos.
Lumila le mandó un mensaje a un comprador de artículos usados y el tipo le pagó a ella una ridícula suma, pero el objetivo era deshacerse de toda esa basura.
Luego, César le pidió un préstamo a Lumila para comprar pintura y una cama para su cuarto. También compró pintura de esmalte para pintar la escalera de caracol. A primera vista, ésta se ve firme y, la corrosión de los años no se ve que la haya debilitado.
***
Sisco Benn desde niño se interesó por las computadoras. La primera vez que, cuando niño, tomó el control de una consola de videojuegos y, se sentó frente a una pantalla a controlar a un carácter, a lo largo de niveles y enfrentando enemigos, su destino se definió.
¿Cómo es que yo puedo controlar al personaje en el videojuego? y ¿cómo se crea un videojuego? Fueron las dos preguntas que lo iniciaron en el aprendizaje de la informática.
Claro, lo que para Sisco fue una revelación mística, para sus padres significó un dolor de cabeza económico. Desde tenerle que comprar la cara consola de videojuegos como la del vecinito, pasando por comprarle docenas de descargas de libros de computación hasta pagarle los primeros semestres de la ingeniería en sistemas, antes de que él empezara a trabajar.
Pero lo que esta profesión le regresó fue muy satisfactorio. Desde una remuneración económica por encima del resto de la empobrecida población hasta, poder tener la capacidad económica de poderse casar.
***
Sisco termina de desayunar y poniéndose de pie se toma de un trago el resto de su jugo de fruta; luego camina hasta su esposa que está en la repisa terminando de preparar el desayuno para sus dos hijos, quienes aún no se levantan para ir a la escuela.
Sisco la toma por la cintura y le intenta dar un beso en el cuello, pero ella no se deja y le da un codazo para zafarse su abrazo.
"Cadana, ya me voy a trabajar".
Pero su mujer no le responde ni lo voltea a ver. Ella está hastiada por la rutina y su vida que no va a ningún lado. Cuando se dio cuenta, ya era esposa, ama de casa, madre y, grande de edad. El tiempo se fue volando y todos sus sueños e ilusiones solo quedaron en la imaginación.
***
Sisco desde que tomó a César bajo su cargo, para capacitarlo según le ordenó la ingeniero Dani Zel, ha entablado una cercana amistad con César.
Esta mañana Sisco al pararse de su cubículo, para ir por un café que lo ayude a mantenerse despierto, notó que César estaba muy ocupado y concentrado capturando certificados de envío. Esto, Sisco sabe, es una tarea sin fin, los envíos son permanentes. Así que al regresar a su terminal Sisco decide molestar a César.
En la línea de comando, usando el servicio de mensajería instantánea, del sistema operativo, Sisco le manda a César:
"Veo que estás muy ocupado,
concentrado como un dramaturgo,
pero se nota que estás fingiendo,
y solo te estás haciendo tarugo".
Le toma unos minutos a César el atender el mensaje, pero en cuanto lo lee, se pone de pie y volteando a ver a Sisco le hace ademanes significando: "ahorita vas a ver".
"¿Qué le contesto a este canijo?" piensa César y se pone a improvisar. tomando un insulto, una palabra que rime con éste y luego mentiéndolos ambos en un verso:
"La seguridad del sistema
la proteges con cerrojos,
pero te dedicas a eso,
porque eres un aburrido cuatroojos".
Sisco recibe el mensaje de César y, lo lee con mucha gracia, "cuatroojos, como en la escuela... A ver, se me ocurre..."
"Llegaste de las montañas,
diciendo que eras un programador,
pero se me hace que algo ocultas,
y solo eres un hablador."
Al leerlo, César se puso serio, ya que este verso dice toda la verdad, bueno, salvo que él no llegó de las montañas. Pero, ni hablar, la historia que él y Lumila inventaron, por inverosímil, se presta a este tipo de comentarios y, es algo con lo que César va a tener que vivir, toma un profundo suspiro y, volteando a mirar a Sisco le hace una seña acusatoria con el dedo índice para luego, genuinamente, soltar una carcajada.
***
El crucero translumínico interestelar sale del salto sobre el planeta Deacce. Este mundo es el centro de procesamiento y distribución usado por la compañía, para reenviar cargas a decenas de mundos habitados en el universo conocido.
Sobre la mesa de navegación el comandante Jolmos revisa la carta estelar de navegación, perteneciente al cuadrante local donde se encuentra la estrella primaria de Deacce.
"Llegamos quince minutos estándares antes comandante, el hacer uso de los nodos gravitacionales para propulsarnos es un toque de genialidad.
Cuando usted publique el marco teórico de su hallazgo, sin duda le darán la presea Nemits de ciencias físicas."
Luego adoptando un lenguaje informal, que solo la amistad de décadas permite, el coronel Craig le dice al comandante Jolmos, en un tono bajo de voz, para que nadie más en el puente de mando escuche:
"Enkim, es una hazaña científica, tu nombre estará a la par de Sella, Fionua y Tereg".
Frotándose la cara, con su mano izquierda, producto del cansancio que lo aqueja, el comandante Jolmos agradece a su oficial ejecutivo y amigo:
"Gracias Trod. Ahora abre comunicación con la capitanía de puerto para que nos asigne las coordenadas de desembarque así como el turno".
Y el coronel Trod Craig adoptando de nuevo las formas propias de la marina mercante le responde, reconociendo las instrucciones recibidas.
"Sí comandante, enseguida.
Por cierto, le entrego por impreso el correo electrónico que envió, antes de dejar el mundo de "las algas en polvo"".
Con su tono de voz, el coronel Craig entrecomilla esta última frase y, a continuación muestra preocupación al notar el rostro de sorpresa y luego de maldición del comandante Jolmos.
"¡Maldita sea! ¿Cómo sucedió esto?"
"¿Qué es Enkim? ¿qué sucede?"
Inclinándose sobre la mesa de navegación, sumamente exasperado y con la cara roja, el comandante Jolmos le responde a su oficial ejecutivo:
"Trod, antes de partir del hoyo ese, del planeta de algas, en mi camarote me puse a revisar el manifiesto de carga, e hice unas anotaciones personales, respecto a la verdadera procedencia del polvo de algas.
Pero estas malditas computadoras del infierno, no se cómo terminó siendo enviado el manifiesto con mis anotaciones, adjunto todo en un correo electrónico."
"Bueno Enkim, ¿qué puede tener de malo un simple manifiesto de carga y unas anotaciones técnicas?"
“¿No lo leíste? el correo..."
"No Enkim, pensé que habías enviado el manifiesto de carga solo como un adjunto informativo a la capitanía de puerto del mundo alga.
Aunque sí me pareció raro, ya que nunca lo haces, al ser el manifiesto de carga emitido por la compañía antes de cada viaje.
¿Qué comentaste en tus anotaciones Enkim?"
"Toma Trod, leelo por ti mismo".
Con desgano y muy enojado, consigo mismo, el comandante Jolmos le extiende el correo electrónico impreso a su oficial ejecutivo.
El coronel Craig toma la hoja impresa y entrecierra sus ojos para poder leerla, la iluminación roja del puente sumada a sus sesenta y tantos años de edad, le dificultan sumamente la lectura.
Trod murmura leyendo el manifiesto de carga, solo se entienden algunas de sus palabras aquí y allá:
"buruburu, DESLIZADORES bururu TONELADAS burururu ALGAS"
Pero cuando llega al párrafo donde el comandante Jolmos anotó al margen con el stylus y, el procesador de textos lo agregó al cuerpo del texto, Trod Craig suelta su peculiar risa de, cuando él se sorprende:
"¡Guou! ¡jo, jo, jo, jo!"
Y a continuación lee, en voz clara, las anotaciones del comandante:
"Ja, ja, ¿algas? Si tan solo estos indios supieran que 'las algas' son cualquier tipo de animal y vegetal de su biosfera".
"Cielos Enkim, ¿de qué te preocupas? El que el producto de algas en polvo, en realidad son animales y la vegetación de ese miserable mundo, todos en la compañía lo saben. Y los indios esos están confinados en regiones que no pueden abandonar.
No es como que fueran a viajar al interior del continente y darse cuenta de las zonas que han sido reducidas a rocas desnudas".
El comandante Jolmos, aún molesto consigo mismo, está mirando fijamente, a través de la gruesa ventana del puente, hacia el sereno fondo de las estrellas.
Algo que instintivamente hace en momentos de presión.
El inmenso universo, tan ajeno a los ridículos e insignificantes problemas de los seres humanos. Ese universo que tuvo toda una eternidad para surgir, selección natural del mejor de los universos posibles.
"Trod, no entiendes. En la superficie del mundo alga, en las oficinas de la compañía, trabajan nativos como asistentes de oficina. Una secretaria nativa puede imprimir el correo electrónico y leerlo.
Y todo por una indiscreción mía, ¡imperdonable en un comandante de carrera! ¡por hacerme el gracioso como si fuera un grumete principiante".
"¿Y qué piensas hacer Enkim?"
"Ahorita mismo voy a bajar en persona a los cuarteles generales de la compañía y, explicarles lo que hice."
sábado, 17 de diciembre de 2016
miércoles, 7 de diciembre de 2016
jueves, 1 de diciembre de 2016
Arrebatado, parte 9
Lumila, como jefa de trituradoras, simplemente notificó al área de recursos humanos que había contratado a un técnico en sistemas para que fuera el enlace entre trituración y embarque.
Dani Zel es la gerente del área de sistemas de la planta y, en su cubículo, mismo que cuelga como el nido de un ave en lo alto de una estructura metálica a la que se accede por un par de juegos de escaleras metálicas, ella está hablando con Lumila y César.
"Lumila, tu protegido estuvo detenido y luego internado en el psiquiátrico".
Los ojos de Lumila se llenan de ira ante el entrecomillado verbal que Dani Zel le puso a la palabra: protegido.
Sus subordinadas y compañeras en la planta, así como los vecinos de su colonia, chismean a sus espaldas sobre su interés verdadero al ayudar y acoger a este hombre en su casa. Lumila ha notado todo esto, y sufrido las burlas de los niños al caminar ella por la calle.
Ya ni siquiera el aura de prestigio de su fallecido padre, como un funcionario público de importancia en el gobierno en la sección noroeste, la protege de este hostigamiento.
"Eso se debió a que, al ser César un naturalista de las llanuras, no cuenta con documentos de identidad ni hablaba Estándar. ¡Dile César!"
"Así es ingeniero Zel. Abandoné mi comuna, buscando una vida mejor".
Dani Zel, quien no es ninguna tonta, siente que este par le están diciendo mentiras y detecta la obvia contradicción de que exista un naturalista experto en sistemas de información y agarrándose de eso increpa a César:
"¿Y como un naturalista que vive en la edad preindustrial domina la ciencia de sistemas?"
Pero para fortuna de César, en su ya lejano México, existen, o existían, los menonitas y, se sabe de sus jóvenes que abandonan a sus comunidades y de los relatos que llevan consigo.
"Si tan solo usted pudiera ver la gran cantidad de cosas que los jóvenes meno... ¡naturalistas! contrabandean hacia el interior de las comunas: alcohol, pornografía, radios, libros, computadoras y generadores eléctricos..."
Dani Zel con una mirada hostil y, todavía, mostrando escepticismo en su rostro les dice:
"Está bien. César, puedes quedarte a laborar en la planta como técnico en sistemas en el área de trituradoras. Es más, de una vez te voy a mandar con Sisco Benn para que comiences tu capacitación."
"¡Gracias ingeniero Zel!"
César le agradece y luego voltea a ver a Lumila. A pesar de la frialdad, que ella se esfuerza en proyectar, César puede ver el brillo de alegría en sus ojos y, él le sonríe.
***
Luego de tres largas horas de estar sentado frente a la computadora, recibiendo la capacitación de parte del técnico Sisco Benn, César al fin tiene un receso, mismo que aprovecha para comer un sándwich, el cual le fue dado bajo promesa de pago futuro por Rafah, otro técnico de la planta que complementa su salario vendiendo lunches y refrescos. Al ser el primer día de trabajo de César, Rafah tuvo a bien darle el sándwich, sabiendo que solo hasta la quincena va a tener dinero.
Mientras se sienta, frente a la computadora a comerse el sándwich, él piensa en Lumila, la grandota, seria, tosca Lumila. Su, por accidente, roomie. ¿podría algo surgir entre ellos?
Bueno, ella no es de su tipo, a él le gustan chaparritas, lo que le hace recordar a su padre y como era metiche con respecto a las novias que él tenía.
Por ejemplo, en la preparatoria, César se enamoró de una compañera: Alys. Él se enamoró, pero nunca pasó todo de un amor platónico y, una cercana amistad.
Y había algo más, Alys estaba aquejada por un terrible padecimiento: sufría incontinencia.
El descubrir que ella sufría de este problema lo llenó de ternura hacia ella. Y se empezó a acercar a ella, a invitarla a ir a la cafetería, a salir el fin de semana al centro comercial.
César siempre tuvo la inquietud sobre si podía divisar la forma del pañal de adulto bajo la amplia falda de ella o si podía oler el pañal, no, ¡no eso!, sino el olor plástico del material que lo conforma, como cuando uno lo percibe ese olor al pasar por el pasillo de los pañales en el súper.
César la recuerda con agrado a Alys, su piel blanca, su cabello negro y su cola de caballo. Su rostro era muy estético y agradable a la vista.
Un domingo cuando regresó a casa, luego de haber ido a dejar a Alys a su casa, tras una salida al centro comercial, su padre le preguntó si la niña con la que estaba saliendo era bonita. César, con mucho entusiasmo le describió como era ella, su aspecto físico, su inteligencia en la escuela.
Pero los humanos tenemos el instinto nato del chisme. Y es así como César le contó a su padre que Alys padecía de la vergonzosa incontinencia.
El padre de César hizo de inmediato una gran cara de sorna, de burla y se empezó a reír y, con voz entrecortada por las carcajadas, le dijo:
"No te preocupes mijo, traela a la pinche vieja a la casa y yo te la corro para que te deje en paz".
César extremadamente apenado y mortificado, por haberle hecho esta revelación a su padre, ya no volvió a frecuentar a Alys.
***
En el puerto espacial de Ciudad Capital largas filas de tráilers congestionan las carreteras de acceso. En los hangares, los contenedores transportados por los camiones son cargados en paletas de carga para llevarlas a las bodegas de carga de las gigantescas "golondrinas", los deslizadores.
Una vez llenos, unos cincuenta de ellos se elevarán por los cielos para acoplarse con el carguero translumínico interestelar. Mismo que al alejarse de la atmósfera terrestre, saltará por el hiperespacio hacia su destino.
"¡Hola Manel! ¿Cómo te va?" "Xela ¡que gusto verte! Todo muy bien gracias. Ya tenía varios días que no coincidíamos." "¿Que friega, verdad? Nos hacen bajar del tráiler y que esperemos durante horas aquí afuera bajo el sol, hasta que lo descarguen, para que finalmente nos lo regresen". "Sí Xela, estas medidas de seguridad de los espaciales más bien me parece racismo hacia nosotros." "¿Has visto un espacial? Nos consideran tan poca cosa que ellos ni siquiera bajan de sus cargueros translumínicos interestelares a ensuciaese sus caras ropas y, todo lo automatizan por lo tanto".
***
A bordo del carguero translumínico interestelar, en cada puerto de acoplamiento de los deslizadores, en la superficie en forma de cono invertido, las gigantescas 'golondrinas' abren sus bodegas de carga para descargar los contenedores del preciado producto del mundo de abajo. Tonelada tras tonelada de polvo de algas, en sus cajas y contenedores de flete es apilada en el piso del inmenso hangar, bodega, y hay cuarenta y nueve más de estos en el carguero translumínico interestelar.
Todo se realiza de manera automática, las golondrinas son drones, montacargas robot descargan y apilan los contenedores.
Solo en el puente de mando del carguero translumínico interestelar hay una tripulación de cinco espaciales. Descendientes de personas que hace siglos dejaron el mundo para colonizar las estrellas.
El comandante se dirige a su oficial operativo:
"Coronel Creig, ¿cuánto tiempo antes de que podamos abandonar este hoyo asqueroso?"
"Noventa por ciento de los deslizadores ya han regresado. La computadora estima cinco horas aproximadamente antes de que podamos partir".
"Bien coronel Creig, hágase cargo de las operaciones de partida y del salto. Me voy a retirar a mi camarote. Cualquier contratiempo o emergencia contácteme de inmediato".
"Sí comandante".
En su camarote privado, el comandante Jolmos está revisando en una terminal el manifiesto de la carga:
"Cargamento de algas marinas en polvo", él lo subraya con su stylus y anota al margen:
"Ja, ja, ¿algas? Si tan solo estos indios supieran que 'las algas' son cualquier tipo de animal y vegetal de su biósfera".
Suena el tono de su intercom y el comandante Jolmos al intentar minimizar la ventana del manifiesto, inadvertidamente lo reenvía, con todo y su anotación.
El correo electrónico termina siendo enviado a la planta de 'algas' en el sector Noroeste en el distrito de Abala...
Dani Zel es la gerente del área de sistemas de la planta y, en su cubículo, mismo que cuelga como el nido de un ave en lo alto de una estructura metálica a la que se accede por un par de juegos de escaleras metálicas, ella está hablando con Lumila y César.
"Lumila, tu protegido estuvo detenido y luego internado en el psiquiátrico".
Los ojos de Lumila se llenan de ira ante el entrecomillado verbal que Dani Zel le puso a la palabra: protegido.
Sus subordinadas y compañeras en la planta, así como los vecinos de su colonia, chismean a sus espaldas sobre su interés verdadero al ayudar y acoger a este hombre en su casa. Lumila ha notado todo esto, y sufrido las burlas de los niños al caminar ella por la calle.
Ya ni siquiera el aura de prestigio de su fallecido padre, como un funcionario público de importancia en el gobierno en la sección noroeste, la protege de este hostigamiento.
"Eso se debió a que, al ser César un naturalista de las llanuras, no cuenta con documentos de identidad ni hablaba Estándar. ¡Dile César!"
"Así es ingeniero Zel. Abandoné mi comuna, buscando una vida mejor".
Dani Zel, quien no es ninguna tonta, siente que este par le están diciendo mentiras y detecta la obvia contradicción de que exista un naturalista experto en sistemas de información y agarrándose de eso increpa a César:
"¿Y como un naturalista que vive en la edad preindustrial domina la ciencia de sistemas?"
Pero para fortuna de César, en su ya lejano México, existen, o existían, los menonitas y, se sabe de sus jóvenes que abandonan a sus comunidades y de los relatos que llevan consigo.
"Si tan solo usted pudiera ver la gran cantidad de cosas que los jóvenes meno... ¡naturalistas! contrabandean hacia el interior de las comunas: alcohol, pornografía, radios, libros, computadoras y generadores eléctricos..."
Dani Zel con una mirada hostil y, todavía, mostrando escepticismo en su rostro les dice:
"Está bien. César, puedes quedarte a laborar en la planta como técnico en sistemas en el área de trituradoras. Es más, de una vez te voy a mandar con Sisco Benn para que comiences tu capacitación."
"¡Gracias ingeniero Zel!"
César le agradece y luego voltea a ver a Lumila. A pesar de la frialdad, que ella se esfuerza en proyectar, César puede ver el brillo de alegría en sus ojos y, él le sonríe.
***
Luego de tres largas horas de estar sentado frente a la computadora, recibiendo la capacitación de parte del técnico Sisco Benn, César al fin tiene un receso, mismo que aprovecha para comer un sándwich, el cual le fue dado bajo promesa de pago futuro por Rafah, otro técnico de la planta que complementa su salario vendiendo lunches y refrescos. Al ser el primer día de trabajo de César, Rafah tuvo a bien darle el sándwich, sabiendo que solo hasta la quincena va a tener dinero.
Mientras se sienta, frente a la computadora a comerse el sándwich, él piensa en Lumila, la grandota, seria, tosca Lumila. Su, por accidente, roomie. ¿podría algo surgir entre ellos?
Bueno, ella no es de su tipo, a él le gustan chaparritas, lo que le hace recordar a su padre y como era metiche con respecto a las novias que él tenía.
Por ejemplo, en la preparatoria, César se enamoró de una compañera: Alys. Él se enamoró, pero nunca pasó todo de un amor platónico y, una cercana amistad.
Y había algo más, Alys estaba aquejada por un terrible padecimiento: sufría incontinencia.
El descubrir que ella sufría de este problema lo llenó de ternura hacia ella. Y se empezó a acercar a ella, a invitarla a ir a la cafetería, a salir el fin de semana al centro comercial.
César siempre tuvo la inquietud sobre si podía divisar la forma del pañal de adulto bajo la amplia falda de ella o si podía oler el pañal, no, ¡no eso!, sino el olor plástico del material que lo conforma, como cuando uno lo percibe ese olor al pasar por el pasillo de los pañales en el súper.
César la recuerda con agrado a Alys, su piel blanca, su cabello negro y su cola de caballo. Su rostro era muy estético y agradable a la vista.
Un domingo cuando regresó a casa, luego de haber ido a dejar a Alys a su casa, tras una salida al centro comercial, su padre le preguntó si la niña con la que estaba saliendo era bonita. César, con mucho entusiasmo le describió como era ella, su aspecto físico, su inteligencia en la escuela.
Pero los humanos tenemos el instinto nato del chisme. Y es así como César le contó a su padre que Alys padecía de la vergonzosa incontinencia.
El padre de César hizo de inmediato una gran cara de sorna, de burla y se empezó a reír y, con voz entrecortada por las carcajadas, le dijo:
"No te preocupes mijo, traela a la pinche vieja a la casa y yo te la corro para que te deje en paz".
César extremadamente apenado y mortificado, por haberle hecho esta revelación a su padre, ya no volvió a frecuentar a Alys.
***
En el puerto espacial de Ciudad Capital largas filas de tráilers congestionan las carreteras de acceso. En los hangares, los contenedores transportados por los camiones son cargados en paletas de carga para llevarlas a las bodegas de carga de las gigantescas "golondrinas", los deslizadores.
Una vez llenos, unos cincuenta de ellos se elevarán por los cielos para acoplarse con el carguero translumínico interestelar. Mismo que al alejarse de la atmósfera terrestre, saltará por el hiperespacio hacia su destino.
"¡Hola Manel! ¿Cómo te va?" "Xela ¡que gusto verte! Todo muy bien gracias. Ya tenía varios días que no coincidíamos." "¿Que friega, verdad? Nos hacen bajar del tráiler y que esperemos durante horas aquí afuera bajo el sol, hasta que lo descarguen, para que finalmente nos lo regresen". "Sí Xela, estas medidas de seguridad de los espaciales más bien me parece racismo hacia nosotros." "¿Has visto un espacial? Nos consideran tan poca cosa que ellos ni siquiera bajan de sus cargueros translumínicos interestelares a ensuciaese sus caras ropas y, todo lo automatizan por lo tanto".
***
A bordo del carguero translumínico interestelar, en cada puerto de acoplamiento de los deslizadores, en la superficie en forma de cono invertido, las gigantescas 'golondrinas' abren sus bodegas de carga para descargar los contenedores del preciado producto del mundo de abajo. Tonelada tras tonelada de polvo de algas, en sus cajas y contenedores de flete es apilada en el piso del inmenso hangar, bodega, y hay cuarenta y nueve más de estos en el carguero translumínico interestelar.
Todo se realiza de manera automática, las golondrinas son drones, montacargas robot descargan y apilan los contenedores.
Solo en el puente de mando del carguero translumínico interestelar hay una tripulación de cinco espaciales. Descendientes de personas que hace siglos dejaron el mundo para colonizar las estrellas.
El comandante se dirige a su oficial operativo:
"Coronel Creig, ¿cuánto tiempo antes de que podamos abandonar este hoyo asqueroso?"
"Noventa por ciento de los deslizadores ya han regresado. La computadora estima cinco horas aproximadamente antes de que podamos partir".
"Bien coronel Creig, hágase cargo de las operaciones de partida y del salto. Me voy a retirar a mi camarote. Cualquier contratiempo o emergencia contácteme de inmediato".
"Sí comandante".
En su camarote privado, el comandante Jolmos está revisando en una terminal el manifiesto de la carga:
"Cargamento de algas marinas en polvo", él lo subraya con su stylus y anota al margen:
"Ja, ja, ¿algas? Si tan solo estos indios supieran que 'las algas' son cualquier tipo de animal y vegetal de su biósfera".
Suena el tono de su intercom y el comandante Jolmos al intentar minimizar la ventana del manifiesto, inadvertidamente lo reenvía, con todo y su anotación.
El correo electrónico termina siendo enviado a la planta de 'algas' en el sector Noroeste en el distrito de Abala...
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relato
martes, 15 de noviembre de 2016
Arrebatado, parte 8
Al día siguiente, temprano por la mañana, una ambulancia lleva de regreso a César al precinto distrital.
La tarde previa Leed se le presentó para anunciarle que el doctor Kevinjay había procedido a ordenar su liberación del ala psiquiátrica, al no considerarlo un riesgo para la sociedad.
Y Leed le recomendó que se levantara temprano para que pudiera asearse, así como desayunar. Antes de marcharse, el joven doctor Leed le entregó un paquete con su pants y zapatos tenis que llevaba, aquel lejano día, cuando fue arrestado en la oficina de comercio.
A César le causó una agradable sensación de toque humano, el recibir su ropa, y zapatos, recién lavados y planchado el pants.
Y sin mayor ceremonia, más que Leed entregandoselos al trío de camilleros de la ambulancia, terminó la estancia de César en el hospital.
Por fortuna en esta ocasión, César solo tuvo que seguir al trío de platicadores camilleros, que no dejaron de bromear y empujarse entre ellos, hasta llegar al patio de ambulancias, saliendo a pie a través de la sala de urgencias, donde en las sillas de espera, un par de docenas de personas angustiadas esperaban noticias de sus seres queridos.
Le abren una puerta lateral y César aborda la ambulancia, no sin sentir bastante asco. Solo Dios sabe que emergencias médicas no ha visto esta ambulancia y cuantos fluidos corporales no han sido derramados donde, ahora, él va sentado.
Los camilleros, en algún dispositivo no autorizado para vehículos de emergencia, ponen a todo volumen música bastante rítmica, él hasta diría que tropical y, activando los tonos de sirena logran que se les abra la puerta, así como que se quiten de su camino personas, o los raros automóviles pertenecientes a gente de las clases burocrática y comercial.
¿Cómo saben a dónde llevarlo? Ni César mismo sabe a dónde ir. ¿Aún lo recibiría su protectora Lumila si él se le apareciera ahora? Pero ¿cómo localizarla?
En minutos, llegan al estacionamiento del precinto distrital, un edificio que él conoce muy bien.
***
Y así, como si fuera un simple paquete entregado a domicilio, y sin ninguna ceremonia, los simpáticos camilleros lo dejaron a César en la acera del precinto distrital.
"¿Y ahora que hago? ¿Si me ve el tal licenciado Klinn me detendría de nuevo? "
César piensa, y en eso está cuando se le aproxima Julian, el guardia de seguridad, mismo que se dio cuenta de la llegada de la ambulancia al precinto y, de inmediato dedujo, al no estar agendada su llegada, que venían a traer a César de vuelta.
"¡Amigo Lacroix! ¿Cómo está? ¡Que gusto verlo!"
"Hola Julian. También tengo gusto en verte de regreso".
Cada día el Estándar de César mejora más. Aunque será cuestión de tiempo para que logre dominar las palabras correctas según su contexto.
"Dígame Julian ¿Estoy otra vez detenido?"
"¡No! ¡no! ¡en absoluto! Déjeme enviarle un mensaje a su amiga Lumila, informándole que usted ya ha sido liberado del hospital".
Julian en su implante óptico piensa el mensaje, selecciona de sus contactos a Lumila y, le envía el mensaje.
"Amigo Lacroix, vamos a los separos, a mi escritorio ahí en la antesala. Nunca hay detenidos y en ese lugar nadie lo molestará".
"No quiero encontrarme con el licenciado Klinn".
"Él nunca baja a los separos, amigo. Y asuntos migratorios lo envió al hospital para deshacerse de usted.
¡Venga! ¡vamos! No se preocupe amigo, la burocracia ya se ha olvidado de usted."
***
Lumila recibe con mucha emoción el mensaje enviado por Julian, y el resto de su jornada laboral la trabaja con mucha alegría. Aunque, al darse cuenta que dos de sus subordinadas la veían fijamente, ella les gritó:
"¿QUÉ VEN? ¡Vamos! ¡No se distraigan se sus labores!"
Ella piensa que donde alguna obrera se atreva a preguntarle si acaso está enamorada, en el acto la suspende de sus labores.
Y, que tontería, ella solo se alegra por la liberación de su extraño amigo, ¿amigo? Ella bien sabe que esa etiqueta no se debe dar a la ligera a cualquier persona.
En cuanto ella tuvo tiempo, le contesta a Julian, un mensaje de agradecimiento y, le avisa, que alrededor de las siete de la tarde va a presentarse, allá por el precinto, para recoger a César.
***
César se ha pasado el día sentado detrás del escritorio de Julian. A veces se entretiene mirando a los monitores de seguridad, y otras veces navegando la red en la tableta de Julian.
A la hora de la comida, se apareció Julian con dos charolas como las que él le llevaba cuando estuvo detenido.
Estaban comiendo cuando César casi fue descubierto por el licenciado Klinn quien gritando desde la puerta de acceso a las escaleras que descienden a las celdas le gritó a Julian, buscándolo, para que le hiciera un encargo de la oficina.
Julian le contestó de vuelta, que no se molestara en bajar, que él de inmediato corría a atender su asunto.
"No se apure amigo Lacroix, nadie baja a los separos, les da flojera las escaleras".
"Deseo siga lo mismo así".
El Estándar de César ya es conversacional pero, se escucha bastante raro, con palabras no adecuadas.
"Ya faltan menos horas, para que su amiga pueda venir por usted."
César se queda pensando en Lumila, esa amable pero reservada grandota. Si ella lo lleva de regreso a su casa, como el comentario de Julian parece indicar, él no se puede permitir, ni desea seguir siendo mantenido por ella. Le va a pedir que lo ayude a conseguir empleo en la planta de algas donde ella labora.
Con su inteligencia y profundo conocimiento de la ciencia de la informática, y de sistemas, fácilmente puede desempeñarse en un puesto técnico en la planta. Además su manejo del Estándar cada día mejora.
César, en su mente, se ve transportado a la época cuando él era un joven egresado de la carrera de Sistemas, y que llegó a Pemex con su currículum vitae a entregarlo en varias gerencias, esperando que alguien se viera impresionado por sus calificaciones y quisiera contratarlo.
Que contraste, ahora él es un muy experimentado ingeniero en Sistemas pero, náufrago en un extraño planeta, planeando volver a empezar, desde abajo.
***
César pasa el resto de la tarde caminando a lo largo del pasillo de las celdas, navegando la red y a veces rebotando una bola de papel contra la pared. Al no penetrar aquí abajo la luz solar el experimentó esa extraña sensación del atiempo: inexistencia del tiempo.
Y Julian ya no pudo regresar debido a sus obligaciones. Finalmente él escuchó la puerta de acceso a las escaleras, para bajar aquí, abrirse. César se tensa, no puede preguntar quién es, porque se supone que aquí no hay nadie.
"¡Donde sea el licenciado Klinn! me va a encontrar ya dentro en las celdas, ¡eso le va a ser muy conveniente!"
Pero, para su alivio, escucha la amable voz de Julian.
"¿Amigo Lacroix? ¿está bien?"
"Sí Julian, ¿qué sucede?"
"Le tengo una sorpresa".
Se escuchan los pasos de dos personas que descienden las escaleras, conforme éstas son reveladas al bajar al área de las celdas, César se da cuenta que se tratan de Julian seguido por Lumila.
"¡Lumila! ¡Que gusto verte!"
César corre a abrazarla, pero Lumila, muy recatada, solo recibe su abrazo firme, mientras con una mirada severa mira de reojo a Julian, como diciéndole "¡No te atrevas a comentar nada!"
César se separa de ella, sintiendo su frialdad, misma que atribuye a las diferencias culturales entre ellos, y a que, los mexicanos son muy cálidos al manifestar sus emociones.
"Bueno amigos, ya pueden irse a su casa."
Luego de decir esto, Julian, siente la mirada recriminadora de Lumila, pero agrega, a pesar de esto:
"Amigo Lacroix, que bueno que su periplo llegó a feliz término.
***
La tarde previa Leed se le presentó para anunciarle que el doctor Kevinjay había procedido a ordenar su liberación del ala psiquiátrica, al no considerarlo un riesgo para la sociedad.
Y Leed le recomendó que se levantara temprano para que pudiera asearse, así como desayunar. Antes de marcharse, el joven doctor Leed le entregó un paquete con su pants y zapatos tenis que llevaba, aquel lejano día, cuando fue arrestado en la oficina de comercio.
A César le causó una agradable sensación de toque humano, el recibir su ropa, y zapatos, recién lavados y planchado el pants.
Y sin mayor ceremonia, más que Leed entregandoselos al trío de camilleros de la ambulancia, terminó la estancia de César en el hospital.
Por fortuna en esta ocasión, César solo tuvo que seguir al trío de platicadores camilleros, que no dejaron de bromear y empujarse entre ellos, hasta llegar al patio de ambulancias, saliendo a pie a través de la sala de urgencias, donde en las sillas de espera, un par de docenas de personas angustiadas esperaban noticias de sus seres queridos.
Le abren una puerta lateral y César aborda la ambulancia, no sin sentir bastante asco. Solo Dios sabe que emergencias médicas no ha visto esta ambulancia y cuantos fluidos corporales no han sido derramados donde, ahora, él va sentado.
Los camilleros, en algún dispositivo no autorizado para vehículos de emergencia, ponen a todo volumen música bastante rítmica, él hasta diría que tropical y, activando los tonos de sirena logran que se les abra la puerta, así como que se quiten de su camino personas, o los raros automóviles pertenecientes a gente de las clases burocrática y comercial.
¿Cómo saben a dónde llevarlo? Ni César mismo sabe a dónde ir. ¿Aún lo recibiría su protectora Lumila si él se le apareciera ahora? Pero ¿cómo localizarla?
En minutos, llegan al estacionamiento del precinto distrital, un edificio que él conoce muy bien.
***
Y así, como si fuera un simple paquete entregado a domicilio, y sin ninguna ceremonia, los simpáticos camilleros lo dejaron a César en la acera del precinto distrital.
"¿Y ahora que hago? ¿Si me ve el tal licenciado Klinn me detendría de nuevo? "
César piensa, y en eso está cuando se le aproxima Julian, el guardia de seguridad, mismo que se dio cuenta de la llegada de la ambulancia al precinto y, de inmediato dedujo, al no estar agendada su llegada, que venían a traer a César de vuelta.
"¡Amigo Lacroix! ¿Cómo está? ¡Que gusto verlo!"
"Hola Julian. También tengo gusto en verte de regreso".
Cada día el Estándar de César mejora más. Aunque será cuestión de tiempo para que logre dominar las palabras correctas según su contexto.
"Dígame Julian ¿Estoy otra vez detenido?"
"¡No! ¡no! ¡en absoluto! Déjeme enviarle un mensaje a su amiga Lumila, informándole que usted ya ha sido liberado del hospital".
Julian en su implante óptico piensa el mensaje, selecciona de sus contactos a Lumila y, le envía el mensaje.
"Amigo Lacroix, vamos a los separos, a mi escritorio ahí en la antesala. Nunca hay detenidos y en ese lugar nadie lo molestará".
"No quiero encontrarme con el licenciado Klinn".
"Él nunca baja a los separos, amigo. Y asuntos migratorios lo envió al hospital para deshacerse de usted.
¡Venga! ¡vamos! No se preocupe amigo, la burocracia ya se ha olvidado de usted."
***
Lumila recibe con mucha emoción el mensaje enviado por Julian, y el resto de su jornada laboral la trabaja con mucha alegría. Aunque, al darse cuenta que dos de sus subordinadas la veían fijamente, ella les gritó:
"¿QUÉ VEN? ¡Vamos! ¡No se distraigan se sus labores!"
Ella piensa que donde alguna obrera se atreva a preguntarle si acaso está enamorada, en el acto la suspende de sus labores.
Y, que tontería, ella solo se alegra por la liberación de su extraño amigo, ¿amigo? Ella bien sabe que esa etiqueta no se debe dar a la ligera a cualquier persona.
En cuanto ella tuvo tiempo, le contesta a Julian, un mensaje de agradecimiento y, le avisa, que alrededor de las siete de la tarde va a presentarse, allá por el precinto, para recoger a César.
***
César se ha pasado el día sentado detrás del escritorio de Julian. A veces se entretiene mirando a los monitores de seguridad, y otras veces navegando la red en la tableta de Julian.
A la hora de la comida, se apareció Julian con dos charolas como las que él le llevaba cuando estuvo detenido.
Estaban comiendo cuando César casi fue descubierto por el licenciado Klinn quien gritando desde la puerta de acceso a las escaleras que descienden a las celdas le gritó a Julian, buscándolo, para que le hiciera un encargo de la oficina.
Julian le contestó de vuelta, que no se molestara en bajar, que él de inmediato corría a atender su asunto.
"No se apure amigo Lacroix, nadie baja a los separos, les da flojera las escaleras".
"Deseo siga lo mismo así".
El Estándar de César ya es conversacional pero, se escucha bastante raro, con palabras no adecuadas.
"Ya faltan menos horas, para que su amiga pueda venir por usted."
César se queda pensando en Lumila, esa amable pero reservada grandota. Si ella lo lleva de regreso a su casa, como el comentario de Julian parece indicar, él no se puede permitir, ni desea seguir siendo mantenido por ella. Le va a pedir que lo ayude a conseguir empleo en la planta de algas donde ella labora.
Con su inteligencia y profundo conocimiento de la ciencia de la informática, y de sistemas, fácilmente puede desempeñarse en un puesto técnico en la planta. Además su manejo del Estándar cada día mejora.
César, en su mente, se ve transportado a la época cuando él era un joven egresado de la carrera de Sistemas, y que llegó a Pemex con su currículum vitae a entregarlo en varias gerencias, esperando que alguien se viera impresionado por sus calificaciones y quisiera contratarlo.
Que contraste, ahora él es un muy experimentado ingeniero en Sistemas pero, náufrago en un extraño planeta, planeando volver a empezar, desde abajo.
***
César pasa el resto de la tarde caminando a lo largo del pasillo de las celdas, navegando la red y a veces rebotando una bola de papel contra la pared. Al no penetrar aquí abajo la luz solar el experimentó esa extraña sensación del atiempo: inexistencia del tiempo.
Y Julian ya no pudo regresar debido a sus obligaciones. Finalmente él escuchó la puerta de acceso a las escaleras, para bajar aquí, abrirse. César se tensa, no puede preguntar quién es, porque se supone que aquí no hay nadie.
"¡Donde sea el licenciado Klinn! me va a encontrar ya dentro en las celdas, ¡eso le va a ser muy conveniente!"
Pero, para su alivio, escucha la amable voz de Julian.
"¿Amigo Lacroix? ¿está bien?"
"Sí Julian, ¿qué sucede?"
"Le tengo una sorpresa".
Se escuchan los pasos de dos personas que descienden las escaleras, conforme éstas son reveladas al bajar al área de las celdas, César se da cuenta que se tratan de Julian seguido por Lumila.
"¡Lumila! ¡Que gusto verte!"
César corre a abrazarla, pero Lumila, muy recatada, solo recibe su abrazo firme, mientras con una mirada severa mira de reojo a Julian, como diciéndole "¡No te atrevas a comentar nada!"
César se separa de ella, sintiendo su frialdad, misma que atribuye a las diferencias culturales entre ellos, y a que, los mexicanos son muy cálidos al manifestar sus emociones.
"Bueno amigos, ya pueden irse a su casa."
Luego de decir esto, Julian, siente la mirada recriminadora de Lumila, pero agrega, a pesar de esto:
"Amigo Lacroix, que bueno que su periplo llegó a feliz término.
***
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lunes, 31 de octubre de 2016
Arrebatado, parte 7
Al día siguiente, el licenciado Klinn informa al comisionado Monderre, sobre el estatus de detenido César Lacroix.
"Monderre, ¡hola! buen día. ¿Le hablaste a Talderne para ver si vamos a comer al Zilannia? ¿Sí? ¿Y qué dijo? ¿pasado mañana? OK Así quedamos, ni lo agendo, porque los cuates siempre son primero. ¡Ja, ja, ja!
Mira, te pongo al corriente sobre el caso del detenido éste, él de la falta administrativa a las leyes de migración. Sí, César Lacroix es su nombre, fíjate que, la policía investigativa confirmó lo declarado en, la forma que nos envió, la mujer que lo llevó a la oficina de comercio regional, en Abala. Sí, Lumila Tusiva.
¡Aja! Un agente fue a verificar lo que ésta mujer mandó. Este señor Lacroix estaba fuera de sí cuando irrumpió la amena plática de unas madres que habían llevado a sus niños a los juegos del parque del vecindario Héroes de Bransor, sí municipio de Abala también.
El propietario de una tienda de abarrotes, un Ynos Semos, lo vio colapsar en plena calle, luego de que lo corrió de su tienda. Sí, y todo lo anterior fue verificado por el testimonio de la pandilla infantil local; No Monderre, no ese tipo de pandilla, ok, los niños del vecindario, ¿ya querías arrestarlos? ¡Ja! ¡ja! ¡ja! Sus padres te darían una medalla sin duda.
Ahora lo importante Monderre, este tipo no tiene registro migratorio de entrada al planeta pero, tampoco tiene registro fiscal. ¿Puedes creer que no está registrado como ciudadano? Y, aún hay más, agárrate Monderre, el tipo este, Lacroix, no habla Estándar ni ninguno de los idiomas principales de la Unión Galáctica...
Sí, yo mismo lo puse a escuchar, la explicación que le di respecto a la importancia de su falta administrativa, traducida a diez idiomas y no entendió ninguno.
Creo que el tipo es miembro de una secta naturalista, sí Monderre, de esos que viven en comunas aisladas de la civilización y que sus creencias les prohibe usar tecnología, ni electricidad.
De vez en vez sus jóvenes escapan para experimentar la vida de la gran ciudad, sí Monderre, Pete es el aficionado a la cultura, yo no se mucho de estos naturalistas. No obstante, este tipo Lacroix está viejo para ser uno de sus jóvenes fugados y, además, es moreno, no tiene el tipo, ni la fisionomía, de los rubios naturalistas.
¡Ajá! ¡sí! Está bien, ¿entonces eres de la opinión de que el tipo es un idiota que lo echaron a la calle? Mejor, sí, así nos quitamos de encima al tipo. Ahorita mismo me conecto con el hospital público para avisarles que les vamos a mandar a un paciente psiquiátrico.
Bien Monderre en eso quedamos y, dile al cabrón de Talderne que no se vaya a echar para atrás con lo de la comida en el Zilannia. Te veo al rato".
Y el licenciado Klinn presiona el comando de, terminar conferencia, en su tatuaje interactivo. Y, a continuación, le grita a su secretaria:
"Iesi, venga por favor".
Ella se apresura a entrar al despacho de su jefe; es una señora muy recta y trabajadora.
"¿Sí señor?
"Iesi por favor, elabore las formas y descargue como liberado por cuestiones de salud mental al detenido que tenemos en los separos, César Lacroix".
"Sí señor".
"Y luego elabore las formas necesarias para el ingreso, del ahora paciente César Lacroix, al ala psiquiátrica del Hospital Público Central Norte. Te comunicas al hospital..."
"Sí señor".
"Te comunicas y con el folio de la forma, e invocando convenio de colaboración gubernamental, solicitas una ambulancia para su traslado".
"Sí señor".
"Es todo Iesi, ¡ah! y no olvides ingresar esto en la bitácora de la oficina".
"¡Desde luego señor!".
La señora Iesi sale del despacho y se dirige a su escritorio a realizar estas tareas asignadas. Por su parte el licenciado Klinn establece desde su tatuaje interactivo una conversación con el superintendente Baras, mientras ve a través de las persianas hacia la calle.
***
Julian se entera del inminente traslado de César, al ala psiquiátrica del Hospital Público Central Norte, porque Iesi le manda una alerta para que ya no le lleve de comer hoy en la tarde y, el memo acompañante, le da toda la información necesaria para comunicarle a Lumila los particulares de este desarrollo.
Lumila se encuentra en su privado en la planta, está discutiendo con el representante de la empresa fabricante de las bandas transportadoras, las que llevan las cajas de embalaje a los trailers de transporte, ¡ya van tres veces que las mismas se detienen, durante este mes!
El parar la producción, por el cuello de botella generado en estos eventos, tiene un alto costo logístico y monetario, que a todos pone de cabeza.
"Señora, le aseguro que yo soy el primero en sentirme sumamente molesto por estos inconvenientes".
Lumila, como técnica especialista en producción, tiene poder de decisión sobre el mantenimiento a la maquinaria involucrada en el proceso productivo, a pesar de que su título oficial sea solo el de jefa de trituradoras.
"Señor Rolin, sus máquinas, francamente, son una porquería. No tengo ningún problema en ir y recomendarle al consejo directivo que, una vez agotada la vida útil de las mismas, se busque al fabricante de la competencia".
El señor Rolin traga saliva.
"Señora Lumila, no habrá necesidad de tomar medidas drásticas, mire", la voz de Rolin entrecortada por el nerviosismo, "a pesar que ya pasaron dos años y por contrato ya no se puede hacer, le voy a cambiar ambas máquinas de bandas transportadoras por los nuevos modelos PCV-YQ y..."
"Permítame un momento por favor señor Rolin".
En cuanto Lumila se da cuenta que Julian, el guardia, le acaba de mandar un mensaje, ella decide desplegarlo y leerlo en su implante óptico.
"¿Traslado al ala psiquiátrica del Hospital Público Central Norte? " Piensa mientras incrédula asimila esto.
Ella responde el mensaje agradeciéndole a Julian y, resume su entrevista con el representante de la empresa fabricante de las máquinas de bandas transportadoras.
***
Al día siguiente, en el ala psiquiátrica del Hospital Público Central Norte, el doctor Kevinjay sale del elevador acompañado de un joven psiquiatra, que el doctor sumó a su equipo, luego de haber sido sorprendido por su brillantéz, cuando éste hizo sus prácticas profesionales con él.
"¿Entonces los test de inteligencia que le pusiste en la mañana, indican que tiene un alto coeficiente intelectual?"
"Así es doctor Kevinjay, tiene, el paciente, una alta inteligencia matemática y, percepción geométrica también".
"¿100% de score en 80 problemas? ¡Es notable!"
"Así es doctor".
Al pobre César le pusieron a resolver esos aburridos tests de inteligencia, que él mismo aplicó infinidad de veces a analistas que entrevistaba para contratratarlos en su subgerencia de desarrollo de sistemas.
Problemas del tipo: "cambiando de posición solo tres líneas, transforme una cuadrícula en dos cuadrados".
El doctor Kevinjay y su joven protegido llegan al privado del primero.
"¡Buenas tardes doctor!"
Al mismo tiempo, dos jóvenes internistas lo saludan. El doctor Kevinjay es un hombre de mediana edad, calvo y una barba rubia. Sus penetrantes ojos grises le dan una apariencia, que a varios, intimida.
Mientras que al mismo tiempo, lo vuelve sumamente atractivo a las mujeres, como el par de internistas que lo acaban de saludar, con sus brillantes ojos.
Por su parte, Leis Leed, su joven colega, es alto y delgado y, ninguna joven se molesta en mirarlo dos veces. Y esto no le preocupa a Leis, él ahorita está totalmente dedicado a su desarrollo profesional.
El doctor Kevinjay se sienta detrás de su escritorio.
"Leed, este paciente nos fue transferido desde el precinto distrital debido a que no habla ni Estándar ni ninguna lengua conocida y, burócratas tenían que ser, se deshicieron de él inventandole una tara mental. Todo ésto me lo sospeché desde que ellos mandaron la notificación del traslado."
"Doctor, entonces ¿por qué no habla el idioma?"
"Yo que se, será algún migrante ilegal de algún planeta apestoso en la periferia.
Siendo que se trata de un ser humano en perfecto uso de sus facultades mentales, pues, él no tiene por qué estar aquí".
"¿Tramito su descargo entonces doctor?"
"Aún no Leed. Antes y por no pecar de negligente, puesto que vamos a soltar a este individuo de vuelta a la sociedad, quiero hacerle la prueba de su nivel de violencia".
"¿El protocolo Cossa-68?"
"Así es, en efecto. Mañana a las nueve llevalo al escáner tomográfico".
***
César puede deambular libremente en el hospital; lo único que lamenta es que apenas fue ingresado, lo obligaron a vestirse con pijamas, pantuflas y bata. Lo disfrazaron de paciente. Él siempre ha creído que la forma como te vistes influye en el trato que recibes de la gente y, para su molestia, aquí en el hospital así ha sido.
En la mañana mientras desayunaba, antes de que llegara Leed a su habitación con sus ridículos test de inteligencia, una enfermera no solo le limpió la boca con una servilleta sino que, ¡insistió en meterlo a bañar! ¡Por favor! Como si él, fuera un anciano...
Caminando por el hospital César descubrió esta grande y agradable sala de estar, para el contacto e interacción entre pacientes y sus familiares. La sala, en dos de sus extremos, tiene paredes de vidrio y, varias macetas con grandes plantas. No obstante él sí siente la frialdad y temor que los hospitales siempre transmiten.
Esta tarde es fría y entra, por las paredes de cristal de la sala, una muy roja luz crepuscular, misma que proyecta largas sombras. La escena es mentalmente muy fría y tenebrosa, pero César al mismo tiempo admite que tiene cierto encanto y belleza que cautiva a los sentidos.
Hay cientos de personas en esta inmensa sala y, una que otra muy atractiva enfermera acompañando a ancianos, ¿acaso las medias blancas y la minifalda es una constante universal en el atuendo de las enfermeras?
Este anciano y la enfermera se encuentran junto a unos largos sillones negros que rodean una pantalla de TV gigante. La veintena de personas presentes gritan, vitorean y se emocionan viendo un encuentro deportivo. Los atletas visten cascos y armadura y, dentro de un largo foso, se disputan la posesión de una pequeña pelota.
Él se queda a ver el partido.
***
Al día siguiente, Leed pasó por César, más temprano de lo previsto, debido a que así se lo solicitó de último momento el doctor Kevinjay.
Y debido a esto, el pobre César no pudo bañarse ni, tampoco desayunar. Y si faltaba algo para agraviar aún más su dignidad, Leed llegó con una silla de ruedas, para llevarlo por los pasillos y ascensores como si de un anciano inválido se tratara.
Una vez que caes en la esfera de influencia de un hospital, como paciente, el trato del personal en verdad te empieza a cambiar a un minusválido.
Finalmente, luego de un largo recorrido de varios minutos, llegan al laboratorio donde se encuentra el escáner tomográfico.
Leed prepara un par de inyecciones.
"Señor Lacroix, por favor recuéstese en la colchoneta del escáner. No es necesario que se quite su pijama, solo vamos a analizar su actividad cerebral."
César por tono de voz, gestos y ademanes, entiende qué es lo que el joven doctor le está indicando.
"Ahora voy a inyectarle un colorante inerte e inocuo, para que el tomógrafo pueda escanear su cerebro".
Toma el brazo derecho de César y lo inyecta. La segunda inyección la deja Leed sin tocar, sobre una charola metálica. Sin duda esperando algo.
César se queda recostado cerca de media hora, viendo el techo, y todo este tiempo Leed se mantiene ocupado introduciendo comandos y calibrando el equipo. Leed es de esos que escriben dando teclazos fuertes. César lo vio muchas veces en su subgerencia, aquellos que hacen esto, en realidad, solo están fingiendo trabajar.
Finalmente llega el doctor Kevinjay.
"Leed me entretuve con una paciente, dime ¿ya preparaste al señor Lacroix e inicializaste el tomógrafo?"
"Sí doctor".
"Bien. ¿El suero está preparado a 5mg por kilogramo?"
"Sí también".
Kevinjay camina hasta la jeringa en la charola, la toma y se aproxima a César.
"Señor Lacroix, este suero estimula sus áreas cerebrales que responden a estímulos de daño, peligro y agresión. Esta prueba es necesaria para su reinserción, o no, a la sociedad.
Leed, pásame un algodón con alcohol".
Toma el brazo derecho de César y él es inyectado de nuevo. Sin esperarlo, César cae dormido.
El doctor Kevinjay le hace una seña a Leed para que, la colchoneta donde está César, se desplace hasta introducir su cabeza al tomógrafo.
***
César se encuentra con que está con Diana en el VIPs.
"¿Cómo pasó? ¿Qué hago aquí? ¿Qué no nos dejamos de ver hace como seis años?"
Es una fría tarde de un sábado. Las amplias ventanas del restaurante permiten una vista perfecta al, ¡estacionamiento del Wal Mart! pero bueno, es la vida, paisajes citadinos de la Ciudad de México, y estas vistas transfieren cierta tranquilidad por su familiaridad y cotidianidad.
"¿Diana? ¡DIANA! ¡Que gusto verte!"
Esos ojos brillantes detrás de unas largas y muy sensuales pestañas, que hipnotizan a César.
"César, entonces, ¿mañana me llevas al conservatorio nacional de música? Una amiga va a dar un recital y, es muy importante para mi el asistir."
Diana recorre los dedos de su mano derecha, contra la parte superior de la mano de César y luego sobre su antebrazo, y luego con su dedo índice le hace lentos y provocadores círculos, finalmente, le jala los vellos. César ya está totalmente bajo su control y si ella le pidiera ser su chofer por todo un mes, él le diría que sí.
"Ahorita vengo Diana, tengo que ir al baño".
Ella no le contesta nada, solo se lo queda viendo fijamente.
César se siente feliz, al lavarse las manos, se moja el cabello para acomodarselo. Incluso hasta camina de regreso a la mesa tarareando una vieja canción de Simon y Garfunkel.
Pero al llegar a la mesa se encuentra con que Diana se está besando, y manos por todas partes, con un horrible tipo chaparro, medio calvo y barbón.
"¡DIANA! ¿QUÉ HACES?".
"César, vete ¿sí? ¿No ves que estoy con un amigo?"
"Pero, ¡sí estás conmigo! ¡es nuestra cita!"
"Ah, ¡ESO ES LO QUE ME MOLESTA DE LOS HOMBRES! Creen que una es un objeto de su propiedad. ¡Pues no! Fíjate chiquito, yo soy libre, no me gusta que me hagan sentir asfixiada, amarrada. Estás pendejo si crees que me vas a tener así..."
César se despierta muy agitado, sobre la colchoneta, dentro del tomógrafo. Al incorporarse de imprevisto, se golpea la cabeza contra el interior de la máquina.
"Leed, sácalo del tomógrafo y llevalo de vuelta a su habitación".
"Sí doctor Kevinjay. Y bien ¿cómo interpreta las lecturas obtenidas?"
El doctor Kevinjay sostiene un par de impresiones a color en las que, el cerebro de César se ve iluminado con colores amarillo y rojo.
"Como puedes apreciar por la marcada actividad en los lóbulos frontales, así como la nula respuesta en el sistema límbico, este sujeto es definitivamente pasivo y para nada agresivo.
Cualquier cosa haya sido la que él soñó, lo hizo en el rol de víctima.
Leed, después de dejarlo en su cuarto, tramita su liberación inmediata."
"Así lo haré doctor".
"Monderre, ¡hola! buen día. ¿Le hablaste a Talderne para ver si vamos a comer al Zilannia? ¿Sí? ¿Y qué dijo? ¿pasado mañana? OK Así quedamos, ni lo agendo, porque los cuates siempre son primero. ¡Ja, ja, ja!
Mira, te pongo al corriente sobre el caso del detenido éste, él de la falta administrativa a las leyes de migración. Sí, César Lacroix es su nombre, fíjate que, la policía investigativa confirmó lo declarado en, la forma que nos envió, la mujer que lo llevó a la oficina de comercio regional, en Abala. Sí, Lumila Tusiva.
¡Aja! Un agente fue a verificar lo que ésta mujer mandó. Este señor Lacroix estaba fuera de sí cuando irrumpió la amena plática de unas madres que habían llevado a sus niños a los juegos del parque del vecindario Héroes de Bransor, sí municipio de Abala también.
El propietario de una tienda de abarrotes, un Ynos Semos, lo vio colapsar en plena calle, luego de que lo corrió de su tienda. Sí, y todo lo anterior fue verificado por el testimonio de la pandilla infantil local; No Monderre, no ese tipo de pandilla, ok, los niños del vecindario, ¿ya querías arrestarlos? ¡Ja! ¡ja! ¡ja! Sus padres te darían una medalla sin duda.
Ahora lo importante Monderre, este tipo no tiene registro migratorio de entrada al planeta pero, tampoco tiene registro fiscal. ¿Puedes creer que no está registrado como ciudadano? Y, aún hay más, agárrate Monderre, el tipo este, Lacroix, no habla Estándar ni ninguno de los idiomas principales de la Unión Galáctica...
Sí, yo mismo lo puse a escuchar, la explicación que le di respecto a la importancia de su falta administrativa, traducida a diez idiomas y no entendió ninguno.
Creo que el tipo es miembro de una secta naturalista, sí Monderre, de esos que viven en comunas aisladas de la civilización y que sus creencias les prohibe usar tecnología, ni electricidad.
De vez en vez sus jóvenes escapan para experimentar la vida de la gran ciudad, sí Monderre, Pete es el aficionado a la cultura, yo no se mucho de estos naturalistas. No obstante, este tipo Lacroix está viejo para ser uno de sus jóvenes fugados y, además, es moreno, no tiene el tipo, ni la fisionomía, de los rubios naturalistas.
¡Ajá! ¡sí! Está bien, ¿entonces eres de la opinión de que el tipo es un idiota que lo echaron a la calle? Mejor, sí, así nos quitamos de encima al tipo. Ahorita mismo me conecto con el hospital público para avisarles que les vamos a mandar a un paciente psiquiátrico.
Bien Monderre en eso quedamos y, dile al cabrón de Talderne que no se vaya a echar para atrás con lo de la comida en el Zilannia. Te veo al rato".
Y el licenciado Klinn presiona el comando de, terminar conferencia, en su tatuaje interactivo. Y, a continuación, le grita a su secretaria:
"Iesi, venga por favor".
Ella se apresura a entrar al despacho de su jefe; es una señora muy recta y trabajadora.
"¿Sí señor?
"Iesi por favor, elabore las formas y descargue como liberado por cuestiones de salud mental al detenido que tenemos en los separos, César Lacroix".
"Sí señor".
"Y luego elabore las formas necesarias para el ingreso, del ahora paciente César Lacroix, al ala psiquiátrica del Hospital Público Central Norte. Te comunicas al hospital..."
"Sí señor".
"Te comunicas y con el folio de la forma, e invocando convenio de colaboración gubernamental, solicitas una ambulancia para su traslado".
"Sí señor".
"Es todo Iesi, ¡ah! y no olvides ingresar esto en la bitácora de la oficina".
"¡Desde luego señor!".
La señora Iesi sale del despacho y se dirige a su escritorio a realizar estas tareas asignadas. Por su parte el licenciado Klinn establece desde su tatuaje interactivo una conversación con el superintendente Baras, mientras ve a través de las persianas hacia la calle.
***
Julian se entera del inminente traslado de César, al ala psiquiátrica del Hospital Público Central Norte, porque Iesi le manda una alerta para que ya no le lleve de comer hoy en la tarde y, el memo acompañante, le da toda la información necesaria para comunicarle a Lumila los particulares de este desarrollo.
Lumila se encuentra en su privado en la planta, está discutiendo con el representante de la empresa fabricante de las bandas transportadoras, las que llevan las cajas de embalaje a los trailers de transporte, ¡ya van tres veces que las mismas se detienen, durante este mes!
El parar la producción, por el cuello de botella generado en estos eventos, tiene un alto costo logístico y monetario, que a todos pone de cabeza.
"Señora, le aseguro que yo soy el primero en sentirme sumamente molesto por estos inconvenientes".
Lumila, como técnica especialista en producción, tiene poder de decisión sobre el mantenimiento a la maquinaria involucrada en el proceso productivo, a pesar de que su título oficial sea solo el de jefa de trituradoras.
"Señor Rolin, sus máquinas, francamente, son una porquería. No tengo ningún problema en ir y recomendarle al consejo directivo que, una vez agotada la vida útil de las mismas, se busque al fabricante de la competencia".
El señor Rolin traga saliva.
"Señora Lumila, no habrá necesidad de tomar medidas drásticas, mire", la voz de Rolin entrecortada por el nerviosismo, "a pesar que ya pasaron dos años y por contrato ya no se puede hacer, le voy a cambiar ambas máquinas de bandas transportadoras por los nuevos modelos PCV-YQ y..."
"Permítame un momento por favor señor Rolin".
En cuanto Lumila se da cuenta que Julian, el guardia, le acaba de mandar un mensaje, ella decide desplegarlo y leerlo en su implante óptico.
"¿Traslado al ala psiquiátrica del Hospital Público Central Norte? " Piensa mientras incrédula asimila esto.
Ella responde el mensaje agradeciéndole a Julian y, resume su entrevista con el representante de la empresa fabricante de las máquinas de bandas transportadoras.
***
Al día siguiente, en el ala psiquiátrica del Hospital Público Central Norte, el doctor Kevinjay sale del elevador acompañado de un joven psiquiatra, que el doctor sumó a su equipo, luego de haber sido sorprendido por su brillantéz, cuando éste hizo sus prácticas profesionales con él.
"¿Entonces los test de inteligencia que le pusiste en la mañana, indican que tiene un alto coeficiente intelectual?"
"Así es doctor Kevinjay, tiene, el paciente, una alta inteligencia matemática y, percepción geométrica también".
"¿100% de score en 80 problemas? ¡Es notable!"
"Así es doctor".
Al pobre César le pusieron a resolver esos aburridos tests de inteligencia, que él mismo aplicó infinidad de veces a analistas que entrevistaba para contratratarlos en su subgerencia de desarrollo de sistemas.
Problemas del tipo: "cambiando de posición solo tres líneas, transforme una cuadrícula en dos cuadrados".
El doctor Kevinjay y su joven protegido llegan al privado del primero.
"¡Buenas tardes doctor!"
Al mismo tiempo, dos jóvenes internistas lo saludan. El doctor Kevinjay es un hombre de mediana edad, calvo y una barba rubia. Sus penetrantes ojos grises le dan una apariencia, que a varios, intimida.
Mientras que al mismo tiempo, lo vuelve sumamente atractivo a las mujeres, como el par de internistas que lo acaban de saludar, con sus brillantes ojos.
Por su parte, Leis Leed, su joven colega, es alto y delgado y, ninguna joven se molesta en mirarlo dos veces. Y esto no le preocupa a Leis, él ahorita está totalmente dedicado a su desarrollo profesional.
El doctor Kevinjay se sienta detrás de su escritorio.
"Leed, este paciente nos fue transferido desde el precinto distrital debido a que no habla ni Estándar ni ninguna lengua conocida y, burócratas tenían que ser, se deshicieron de él inventandole una tara mental. Todo ésto me lo sospeché desde que ellos mandaron la notificación del traslado."
"Doctor, entonces ¿por qué no habla el idioma?"
"Yo que se, será algún migrante ilegal de algún planeta apestoso en la periferia.
Siendo que se trata de un ser humano en perfecto uso de sus facultades mentales, pues, él no tiene por qué estar aquí".
"¿Tramito su descargo entonces doctor?"
"Aún no Leed. Antes y por no pecar de negligente, puesto que vamos a soltar a este individuo de vuelta a la sociedad, quiero hacerle la prueba de su nivel de violencia".
"¿El protocolo Cossa-68?"
"Así es, en efecto. Mañana a las nueve llevalo al escáner tomográfico".
***
César puede deambular libremente en el hospital; lo único que lamenta es que apenas fue ingresado, lo obligaron a vestirse con pijamas, pantuflas y bata. Lo disfrazaron de paciente. Él siempre ha creído que la forma como te vistes influye en el trato que recibes de la gente y, para su molestia, aquí en el hospital así ha sido.
En la mañana mientras desayunaba, antes de que llegara Leed a su habitación con sus ridículos test de inteligencia, una enfermera no solo le limpió la boca con una servilleta sino que, ¡insistió en meterlo a bañar! ¡Por favor! Como si él, fuera un anciano...
Caminando por el hospital César descubrió esta grande y agradable sala de estar, para el contacto e interacción entre pacientes y sus familiares. La sala, en dos de sus extremos, tiene paredes de vidrio y, varias macetas con grandes plantas. No obstante él sí siente la frialdad y temor que los hospitales siempre transmiten.
Esta tarde es fría y entra, por las paredes de cristal de la sala, una muy roja luz crepuscular, misma que proyecta largas sombras. La escena es mentalmente muy fría y tenebrosa, pero César al mismo tiempo admite que tiene cierto encanto y belleza que cautiva a los sentidos.
Hay cientos de personas en esta inmensa sala y, una que otra muy atractiva enfermera acompañando a ancianos, ¿acaso las medias blancas y la minifalda es una constante universal en el atuendo de las enfermeras?
Este anciano y la enfermera se encuentran junto a unos largos sillones negros que rodean una pantalla de TV gigante. La veintena de personas presentes gritan, vitorean y se emocionan viendo un encuentro deportivo. Los atletas visten cascos y armadura y, dentro de un largo foso, se disputan la posesión de una pequeña pelota.
Él se queda a ver el partido.
***
Al día siguiente, Leed pasó por César, más temprano de lo previsto, debido a que así se lo solicitó de último momento el doctor Kevinjay.
Y debido a esto, el pobre César no pudo bañarse ni, tampoco desayunar. Y si faltaba algo para agraviar aún más su dignidad, Leed llegó con una silla de ruedas, para llevarlo por los pasillos y ascensores como si de un anciano inválido se tratara.
Una vez que caes en la esfera de influencia de un hospital, como paciente, el trato del personal en verdad te empieza a cambiar a un minusválido.
Finalmente, luego de un largo recorrido de varios minutos, llegan al laboratorio donde se encuentra el escáner tomográfico.
Leed prepara un par de inyecciones.
"Señor Lacroix, por favor recuéstese en la colchoneta del escáner. No es necesario que se quite su pijama, solo vamos a analizar su actividad cerebral."
César por tono de voz, gestos y ademanes, entiende qué es lo que el joven doctor le está indicando.
"Ahora voy a inyectarle un colorante inerte e inocuo, para que el tomógrafo pueda escanear su cerebro".
Toma el brazo derecho de César y lo inyecta. La segunda inyección la deja Leed sin tocar, sobre una charola metálica. Sin duda esperando algo.
César se queda recostado cerca de media hora, viendo el techo, y todo este tiempo Leed se mantiene ocupado introduciendo comandos y calibrando el equipo. Leed es de esos que escriben dando teclazos fuertes. César lo vio muchas veces en su subgerencia, aquellos que hacen esto, en realidad, solo están fingiendo trabajar.
Finalmente llega el doctor Kevinjay.
"Leed me entretuve con una paciente, dime ¿ya preparaste al señor Lacroix e inicializaste el tomógrafo?"
"Sí doctor".
"Bien. ¿El suero está preparado a 5mg por kilogramo?"
"Sí también".
Kevinjay camina hasta la jeringa en la charola, la toma y se aproxima a César.
"Señor Lacroix, este suero estimula sus áreas cerebrales que responden a estímulos de daño, peligro y agresión. Esta prueba es necesaria para su reinserción, o no, a la sociedad.
Leed, pásame un algodón con alcohol".
Toma el brazo derecho de César y él es inyectado de nuevo. Sin esperarlo, César cae dormido.
El doctor Kevinjay le hace una seña a Leed para que, la colchoneta donde está César, se desplace hasta introducir su cabeza al tomógrafo.
***
César se encuentra con que está con Diana en el VIPs.
"¿Cómo pasó? ¿Qué hago aquí? ¿Qué no nos dejamos de ver hace como seis años?"
Es una fría tarde de un sábado. Las amplias ventanas del restaurante permiten una vista perfecta al, ¡estacionamiento del Wal Mart! pero bueno, es la vida, paisajes citadinos de la Ciudad de México, y estas vistas transfieren cierta tranquilidad por su familiaridad y cotidianidad.
"¿Diana? ¡DIANA! ¡Que gusto verte!"
Esos ojos brillantes detrás de unas largas y muy sensuales pestañas, que hipnotizan a César.
"César, entonces, ¿mañana me llevas al conservatorio nacional de música? Una amiga va a dar un recital y, es muy importante para mi el asistir."
Diana recorre los dedos de su mano derecha, contra la parte superior de la mano de César y luego sobre su antebrazo, y luego con su dedo índice le hace lentos y provocadores círculos, finalmente, le jala los vellos. César ya está totalmente bajo su control y si ella le pidiera ser su chofer por todo un mes, él le diría que sí.
"Ahorita vengo Diana, tengo que ir al baño".
Ella no le contesta nada, solo se lo queda viendo fijamente.
César se siente feliz, al lavarse las manos, se moja el cabello para acomodarselo. Incluso hasta camina de regreso a la mesa tarareando una vieja canción de Simon y Garfunkel.
Pero al llegar a la mesa se encuentra con que Diana se está besando, y manos por todas partes, con un horrible tipo chaparro, medio calvo y barbón.
"¡DIANA! ¿QUÉ HACES?".
"César, vete ¿sí? ¿No ves que estoy con un amigo?"
"Pero, ¡sí estás conmigo! ¡es nuestra cita!"
"Ah, ¡ESO ES LO QUE ME MOLESTA DE LOS HOMBRES! Creen que una es un objeto de su propiedad. ¡Pues no! Fíjate chiquito, yo soy libre, no me gusta que me hagan sentir asfixiada, amarrada. Estás pendejo si crees que me vas a tener así..."
César se despierta muy agitado, sobre la colchoneta, dentro del tomógrafo. Al incorporarse de imprevisto, se golpea la cabeza contra el interior de la máquina.
"Leed, sácalo del tomógrafo y llevalo de vuelta a su habitación".
"Sí doctor Kevinjay. Y bien ¿cómo interpreta las lecturas obtenidas?"
El doctor Kevinjay sostiene un par de impresiones a color en las que, el cerebro de César se ve iluminado con colores amarillo y rojo.
"Como puedes apreciar por la marcada actividad en los lóbulos frontales, así como la nula respuesta en el sistema límbico, este sujeto es definitivamente pasivo y para nada agresivo.
Cualquier cosa haya sido la que él soñó, lo hizo en el rol de víctima.
Leed, después de dejarlo en su cuarto, tramita su liberación inmediata."
"Así lo haré doctor".
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jueves, 20 de octubre de 2016
martes, 11 de octubre de 2016
sábado, 8 de octubre de 2016
Arrebatado, parte 6
César ya lleva más de un día en los separos del precinto distrital. Al haber sido detenido en fin de semana, lo dejaron guardado para procesarlo ¡hasta el "lunes". Calcula que eran la nueve de la mañana cuando despertó. Y otra vez la desagradable sensación de estar sucio, sudado y de su olor corporal que huele mal.
Se pone sus calcetas y tenis y se dirige al servicio, que está contra la pared, al fondo de su pequeña celda. Luego de orinar, se quita la camiseta para lavarse las axilas, el pecho y la cara. Trata de meter su cabeza bajo el chorro de agua, pero el lavabo es minúsculo; así que con las palmas de las manos, se empapa el cabello.
Se pone de nuevo la camiseta y, también la chamarra del pants. Camina hacia la reja y, pegándose lo más posible, trata de ver que está sucediendo en la puerta de acceso al pasillo de los separos.
"¡Hey! ¡tengo hambre! No me vayan a dejar aquí olvidado..."
El día anterior notó que él era el único inquilino de los separos y, hoy se encuentra también, completamente sólo, ni siquiera hay un guardia haciendo su rondín.
A su mente vienen imágenes de los largos años de confinamiento solitario, sufridos por el Conde de Montecristo.
"¿Cómo se llamaba? ¡Ah sí! Edmundo Nantes".
Y también se acuerda de la húmeda e insalubre celda donde la hermana y madre de Judá Ben-Hur se contagiaron de la peste.
"Bueno, ese riesgo no lo voy a sufrir aquí, este separo se ve bastante higiénico, pero ¡Saquenme de aquí!"
Con un ademán de desprecio a su suerte, le da la espalda a la reja, para recargarse contra ésta. Ahora una imagen de sus padres y sus hermanos viene a su mente. Desea que ellos estén bien. Se pregunta si estarán en el mismo tiempo que él, no había pensado en eso, pero, no, no es posible, el espacio-tiempo es una de las propiedades del universo y él, al haberse caído, o al ser arrebatado (¿por un agente inteligente?) a otro universo, está viviendo otro transcurrir del tiempo. Tal vez, incluso, su universo de origen, hace una eternidad que se evaporó, o colapsó...
***
Finalmente se apareció un guardia de prisión con una charola de alimento. El guardia antes de abrir la puerta le ordenó a César que se alejara un par de pasos hacia atrás.
"Amigo, hágase hacia atrás, es un protocolo que usted debe seguir".
César obedeció al ver las señas del guardia indicándole que se alejara de la reja. El guardia es un hombrecillo de mediana edad y calvo, enfundado en un uniforme de color kaki, de su cinturón cuelga un gran aro, que es su llavero, y lo despliega orgulloso, como si se trataran, todas esas llaves, de medallas ganadas en combate. A César este guardia le inspira confianza, nada que ver con el amenazante aspecto del guardia, de la visera y armadura negra, resguardando la oficina de comercio.
Pero bueno, estos solo son separos administrativos, no es una prisión propiamente dicha. Y César, luego de descubrirse arrebatado de su mundo de origen, todo lo encara y experimenta con curiosidad y asombro, como si él fuera Gulliver en sus famosos viajes.
Después de abrir la reja, el guardia recoge la charola del piso, donde la había colocado para poder abrir, y entra a la celda.
"Son unos burócratas incorregibles, muchas veces le he mencionado al comisionado que no se puede, ¡no se debe!, encerrar cono criminales a gente por simples faltas administrativas. Esto se debe procesar por medio de comparecencias notificadas por medio de citatorios".
Coloca la charola sobre la colchoneta de la cama.
"Bueno, desayune amigo. Antes de mediodía llega el jefe de asuntos migratorios del precinto. ¿Le parece si regreso en media hora para llevarlo a los vestidores para que pueda tomar un regaderazo?"
"Bueno lo dejo amigo, tengo que ir a preparar té para los jefes, antes de que lleguen".
Y el simpático guardia se retira. César come absorto y se lleva a la boca uno de los sabrosos panecillos que acompañan su desayuno.
Él sonríe, se siente como un perro, no entendió nada de lo que le dijo el guardia. Solo interpretó sus gestos, ademanes y tono de voz.
***
Al estacionamiento del precinto distrital llega un lujoso automóvil, solo emite un apagado zumbido porque es un vehículo eléctrico, su forma larga y aerodinámica recuerdan las formas de un bote fuera de borda y, sus ventanas polarizadas no permiten ver a su ocupante hacia el interior.
El gran estacionamiento, al aire abierto, apenas y se llega a ocupar por media docena de autos, solo los que son afortunados de poder entrar a pertenecer a las clases burocrática y comercial, pueden darse el lujo de vivir una vida de lujo y placer.
El conductor del auto finalmente escoge un espacio de estacionamiento junto a un arbolillo, en uno de los varios camellones que dividen el estacionamiento, la sombra de este va a proteger al vehículo durante el transcurso del día.
Su conductor desciende y se dirige hacia el interior del precinto distrital. Se trata del licenciado Klinn, jefe distrital de asuntos migratorios.
Le llega una notificación de mensaje a su tatuaje interactivo en su muñeca derecha, lo despliega en su implante corneal y, para su desagrado se da cuenta que no se trata más que de spam. Llega a la puerta y pasa su tatuaje interactivo por el escáner checador de turno.
"¡Buenos días licenciado Klinn!"
Muy alegre y con entusiasmo, lo recibe Julian, el simpático guardia que le llevó el desayuno a César.
"Hola Julian, buenos días".
El licenciado Klinn pasa su portafolios por el escáner de rayos X, de seguridad, y cuando la banda transportadora lo arroja al final de la mesa, Julian le solicita al licenciado:
"Licenciado Klinn, ¿puede abrir su portafolios, por favor?"
Y como todas las mañanas, el licenciado Klinn abre su portafolios y Julian lo revisa para únicamente ver que éste no contiene más que un sándwich envuelto en servilletas, dentro de una bolsa de plástico, acompañado en su soledad por una botella de yoghurt y una bolsa chica de plátanos fritos. En la tarde se repetirá este ritual burocrático, pero para entonces el portafolios solo contendrá la bolsa de plástico que el licenciado Klinn reciclará para su sándwich de mañana.
"Gracias licenciado".
"De nada Julian".
Cuando el licenciado Klinn da varios pasos, Julian le comenta.
"¡Licenciado Klinn! Hay un extranjero en detención administrativa por violación a la ley migratoria".
Dándose la media vuelta, el licenciado le ordena a Julian:
"Llévalo a mi oficina al mediodía y, busca a Diure, que limpie mi auto".
"¡Sí licenciando!"
El licenciado Klinn se dirige sin prisa a su oficina, va ocupado leyendo las noticias en su implante corneal.
***
El licenciado Klinn y los superintendentes de, procesamiento de información y el de métodos de administración, se encuentran, los tres, en el despacho del licenciado. Están comiéndose sus lunches del mediodía y bromeando sobre diversas cosas. Sus carcajadas se escuchan hasta el pasillo.
"Y entonces le dije al comisionado Monderre que esa vieja es pura simulación, que no le crea sus acusaciones de acoso, porque ella cuando va caminando, ¡solo va fijándose en las nalgas y los pitos de todos nosotros!"
Y ante esta puntada, del superintendente Baras, ellos estallan nuevamente en carcajadas.
Klinn suspira por fin y les dice:
"Bueno, yo sí tengo trabajo, no como 'otros vagos' que solo vienen a perder el tiempo. Así que, no es que los corra pero, ¡hush! ¡hush! sáquense de aquí".
Y les hace ademanes como si estuviera corriendo a un guarte que está comiéndose las sobras del bote de basura que acaba de voltear.
"Eres un cabrón pinche Klinn".
El superintendente Baras, amigablemente, así se tratan ellos, le dice mientras salen de su despacho. Klinn cierra su puerta de cristal detrás de ellos, coge su yoghurt de su escritorio, y de un trago se lo bebe completo, y luego se limpia los labios con las servilletas que envolvían al sándwich, para posteriormente hacerlas bola y arrojarlas al bote de basura.
Aún no se sienta tras su escritorio cuando escucha un toqueteo tímido a su puerta, se voltea y ve que se trata de Julian el guardia.
Le hace una seña a Julian para que pase; una vez sentado tras su escritorio, el guardia tímidamente le comenta, metiendo solamente su cabeza por la puerta entreabierta.
"Licenciado, disculpe la interrupción, pero como me dijo que a mediodía le trajera al detenido..."
"Sí Julian, lo tengo presente, por eso concluí mi lunch justo ahora. ¿Y bien? ¿Ya lo trajiste desde los separos?"
"Sí señor, lo dejé sentado en las sillas de espera en el pasillo".
"Traelo, ¿sí?"
Julian se retira y en segundos regresa con un César fresco y tranquilo, luego del desayuno y el regaderazo que Julian tuvo a bien proporcionarle.
En su display óptico de la retina, Klinn despliega sus pendientes del día y selecciona el archivo referente a César Lacroix.
"Buenos días señor Lacroix, tome asiento, por favor. Entrar de manera ilegal al planeta puede significar una pena grave, tanto pecuniariamente así como de tiempo en prisión; no es solo la falta administrativa por no haber usado un carguero translumínico interestelar autorizado por el gobierno y luego haber descendido en deslizador en un lugar remoto del mundo.
Usted entenderá que debemos desincentivar la introducción de fauna y flora nocivas, así como vigilar muy de cerca si un viajero viene infectado por alguna plaga contraída en los mundos pioneros de la periferia. La introducción de contrabando ¡es lo de menos!
¿Comprende?"
César escuchó todo el discurso del licenciado Klinn con atención y una sonrisa esbozada en el rostro. Le causa gracia que le sea mencionado tanto y él solo comprenda algunas palabras aquí y allá.
"Lo siento, mi comprensión del Estándar es muy pobre".
Klinn se siente frustrado, se estira y apoya su cabeza contra sus palmas entrelazadas detrás de ella.
"¿Qué idioma habla?"
César completamente disfrutando esto, le contesta burlonamente:
"¡Español!"
Klinn presiona comandos en su tatuaje interactivo para activar su equipo de cómputo de escritorio y en su display óptico corneal da varios clicks para que, todo lo que él le mencionó a César sea reproducido doblado al Español.
Pero lo único que emiten los altoparlantes del equipo de escritorio es un clásico sonido de error de sistema operativo que no tiene archivos de traducción a este tal Español.
Klinn vuelve a dar varios clicks y, de nuevo el sonido de error.
"¿Espaniol dijo usted? ¿En qué cuadrante de la galaxia se habla?"
"No lo se".
Vuelve a contestar César burlona y desafiantemente. ¡Ey! ¡esa pregunta la comprendí! Piensa él con satisfacción.
"Mire amigo, colabore o si no usted va a ser guardado un largo tiempo".
Klinn finalmente da clicks para reproducir su discurso en los diez idiomas más populares de la galaxia. Y después de largos y tediosos minutos César sacude su cabeza:
"No entiendo".
Klinn se pone de pie y desde la puerta de su despacho le grita a Julian. Al no obtener respuesta le ordena a la secretaria de la oficina.
"Iesi, por favor localíceme a Julian el guardia, dígale que venga por el detenido.
Klinn regresa a su escritorio y, ya no le vuelve a dirigir la palabra a César. Se ocupa leyendo su agenda y mensajes en su display óptico.
***
Esa tarde, al salir de la planta de soya, Lumila llega al precinto distrital. Lleva las bolsas con el resto de la ropa nueva que César se compró en el distrito comercial Abala, bueno ella en realidad la pagó. Así como un portaviandas con alimento.
Ella siempre ha sido independiente a lo largo de su vida, y nunca se ha preocupado por nadie, excepto su fallecido padre. Pero este extranjero César está totalmente sólo y desamparado, no conoce el idioma tampoco y, todo eso le causa compasión a ella.
Al aproximarse caminando al precinto ella piensa en algo que la pone completamente a la defensiva, mientras que al mismo tiempo causa que se ruborice. Ella piensa:
"¡Sí algún imbécil piensa que vengo a visita conyugal, lo mato con mis manos!"
Atraviesa el gran estacionamiento frente al edificio y llega a la puerta de cristal. Misma que ya está cerrada porque ya no es horario de atención al público en el área administrativa.
Julian la ve aproximarse y desde el cristal le señala el horario de atención, pegado como una calcomanía contra la puerta de cristal.
Aún así ella se agacha, cómicamente bajo la altura de la calcomanía para poder ver al guardia de seguridad (¡le hubiera bastado con moverse a su izquierda o derecha!)
"Perdón, disculpe, un amigo mio está detenido por una falta administrativa".
César es el único detenido en el precinto distrital y Julian, que siente simpatía hacia César, porque le inspira confianza, interpreta correctamente que es lo que desea la grandota mujer del otro lado de la puerta.
Julian toma su gran aro con sus “medallas de combate” (las llaves) y abre la puerta.
"Viene a ver al señor César Lacroix ¿verdad?"
"Sí señor, mire, le agradecería mucho si me dejara pasar a verlo y entregarle estas cosas..."
"¿Es usted su mujer?"
"¡No! yo lo ayudé cuando el señor Lacroix tuvo un desvanecimiento en la calle..."
Lumila al terminar de explicar esto, se pone a la defensiva, esperando la estúpida pregunta. Pero por fortuna a Julian ni siquiera le pasa por la mente.
"Mire señora..."
"Lumila".
"No puedo dejarla pasar, eso sería una falta grave a mis responsabilidades, pero, sí puedo entregarle esa bolsa con ropa. Los alimentos, no vienen al caso. Yo mismo soy el responsable de darle sus tres alimentos diarios."
"¿Y cómo está él?
"Hoy lo entrevistó el jefe de asuntos migratoríos, no le fue bien".
"Oh no..."
"Su amigo o se negó a contestar el interrogatorio o viene de un mundo sumamente sin importancia porque, al parecer, no habla ninguna de las lenguas principales de la galaxia. ¿Quién es él?'
"¿Le puedo dejar mi tarjeta para que me comunique cualquier cosa en el desarrollo de la situación legal del señor Lacroix?"
"Sí señora, desde luego".
Lumila presiona el par de comandos que efectúan el envió de sus datos de contacto, en su tatuaje interactivo en su muñeca, para darle su 'tarjeta' a Julian el guardia.
"OK, ya recibí su tarjeta, yo le envío un mensaje cuando ocurra cualquier cosa y, pues, le voy a llevar la ropa y avisarle de su visita al señor Lacroix".
"Se lo agradeceré, ¿señor?"
"Julian Zmah"
"Bueno, muchas gracias señor Zmah".
Y Lumila emprende el camino de vuelta a la estación de minibus eléctrico.
Se pone sus calcetas y tenis y se dirige al servicio, que está contra la pared, al fondo de su pequeña celda. Luego de orinar, se quita la camiseta para lavarse las axilas, el pecho y la cara. Trata de meter su cabeza bajo el chorro de agua, pero el lavabo es minúsculo; así que con las palmas de las manos, se empapa el cabello.
Se pone de nuevo la camiseta y, también la chamarra del pants. Camina hacia la reja y, pegándose lo más posible, trata de ver que está sucediendo en la puerta de acceso al pasillo de los separos.
"¡Hey! ¡tengo hambre! No me vayan a dejar aquí olvidado..."
El día anterior notó que él era el único inquilino de los separos y, hoy se encuentra también, completamente sólo, ni siquiera hay un guardia haciendo su rondín.
A su mente vienen imágenes de los largos años de confinamiento solitario, sufridos por el Conde de Montecristo.
"¿Cómo se llamaba? ¡Ah sí! Edmundo Nantes".
Y también se acuerda de la húmeda e insalubre celda donde la hermana y madre de Judá Ben-Hur se contagiaron de la peste.
"Bueno, ese riesgo no lo voy a sufrir aquí, este separo se ve bastante higiénico, pero ¡Saquenme de aquí!"
Con un ademán de desprecio a su suerte, le da la espalda a la reja, para recargarse contra ésta. Ahora una imagen de sus padres y sus hermanos viene a su mente. Desea que ellos estén bien. Se pregunta si estarán en el mismo tiempo que él, no había pensado en eso, pero, no, no es posible, el espacio-tiempo es una de las propiedades del universo y él, al haberse caído, o al ser arrebatado (¿por un agente inteligente?) a otro universo, está viviendo otro transcurrir del tiempo. Tal vez, incluso, su universo de origen, hace una eternidad que se evaporó, o colapsó...
***
Finalmente se apareció un guardia de prisión con una charola de alimento. El guardia antes de abrir la puerta le ordenó a César que se alejara un par de pasos hacia atrás.
"Amigo, hágase hacia atrás, es un protocolo que usted debe seguir".
César obedeció al ver las señas del guardia indicándole que se alejara de la reja. El guardia es un hombrecillo de mediana edad y calvo, enfundado en un uniforme de color kaki, de su cinturón cuelga un gran aro, que es su llavero, y lo despliega orgulloso, como si se trataran, todas esas llaves, de medallas ganadas en combate. A César este guardia le inspira confianza, nada que ver con el amenazante aspecto del guardia, de la visera y armadura negra, resguardando la oficina de comercio.
Pero bueno, estos solo son separos administrativos, no es una prisión propiamente dicha. Y César, luego de descubrirse arrebatado de su mundo de origen, todo lo encara y experimenta con curiosidad y asombro, como si él fuera Gulliver en sus famosos viajes.
Después de abrir la reja, el guardia recoge la charola del piso, donde la había colocado para poder abrir, y entra a la celda.
"Son unos burócratas incorregibles, muchas veces le he mencionado al comisionado que no se puede, ¡no se debe!, encerrar cono criminales a gente por simples faltas administrativas. Esto se debe procesar por medio de comparecencias notificadas por medio de citatorios".
Coloca la charola sobre la colchoneta de la cama.
"Bueno, desayune amigo. Antes de mediodía llega el jefe de asuntos migratorios del precinto. ¿Le parece si regreso en media hora para llevarlo a los vestidores para que pueda tomar un regaderazo?"
"Bueno lo dejo amigo, tengo que ir a preparar té para los jefes, antes de que lleguen".
Y el simpático guardia se retira. César come absorto y se lleva a la boca uno de los sabrosos panecillos que acompañan su desayuno.
Él sonríe, se siente como un perro, no entendió nada de lo que le dijo el guardia. Solo interpretó sus gestos, ademanes y tono de voz.
***
Al estacionamiento del precinto distrital llega un lujoso automóvil, solo emite un apagado zumbido porque es un vehículo eléctrico, su forma larga y aerodinámica recuerdan las formas de un bote fuera de borda y, sus ventanas polarizadas no permiten ver a su ocupante hacia el interior.
El gran estacionamiento, al aire abierto, apenas y se llega a ocupar por media docena de autos, solo los que son afortunados de poder entrar a pertenecer a las clases burocrática y comercial, pueden darse el lujo de vivir una vida de lujo y placer.
El conductor del auto finalmente escoge un espacio de estacionamiento junto a un arbolillo, en uno de los varios camellones que dividen el estacionamiento, la sombra de este va a proteger al vehículo durante el transcurso del día.
Su conductor desciende y se dirige hacia el interior del precinto distrital. Se trata del licenciado Klinn, jefe distrital de asuntos migratorios.
Le llega una notificación de mensaje a su tatuaje interactivo en su muñeca derecha, lo despliega en su implante corneal y, para su desagrado se da cuenta que no se trata más que de spam. Llega a la puerta y pasa su tatuaje interactivo por el escáner checador de turno.
"¡Buenos días licenciado Klinn!"
Muy alegre y con entusiasmo, lo recibe Julian, el simpático guardia que le llevó el desayuno a César.
"Hola Julian, buenos días".
El licenciado Klinn pasa su portafolios por el escáner de rayos X, de seguridad, y cuando la banda transportadora lo arroja al final de la mesa, Julian le solicita al licenciado:
"Licenciado Klinn, ¿puede abrir su portafolios, por favor?"
Y como todas las mañanas, el licenciado Klinn abre su portafolios y Julian lo revisa para únicamente ver que éste no contiene más que un sándwich envuelto en servilletas, dentro de una bolsa de plástico, acompañado en su soledad por una botella de yoghurt y una bolsa chica de plátanos fritos. En la tarde se repetirá este ritual burocrático, pero para entonces el portafolios solo contendrá la bolsa de plástico que el licenciado Klinn reciclará para su sándwich de mañana.
"Gracias licenciado".
"De nada Julian".
Cuando el licenciado Klinn da varios pasos, Julian le comenta.
"¡Licenciado Klinn! Hay un extranjero en detención administrativa por violación a la ley migratoria".
Dándose la media vuelta, el licenciado le ordena a Julian:
"Llévalo a mi oficina al mediodía y, busca a Diure, que limpie mi auto".
"¡Sí licenciando!"
El licenciado Klinn se dirige sin prisa a su oficina, va ocupado leyendo las noticias en su implante corneal.
***
El licenciado Klinn y los superintendentes de, procesamiento de información y el de métodos de administración, se encuentran, los tres, en el despacho del licenciado. Están comiéndose sus lunches del mediodía y bromeando sobre diversas cosas. Sus carcajadas se escuchan hasta el pasillo.
"Y entonces le dije al comisionado Monderre que esa vieja es pura simulación, que no le crea sus acusaciones de acoso, porque ella cuando va caminando, ¡solo va fijándose en las nalgas y los pitos de todos nosotros!"
Y ante esta puntada, del superintendente Baras, ellos estallan nuevamente en carcajadas.
Klinn suspira por fin y les dice:
"Bueno, yo sí tengo trabajo, no como 'otros vagos' que solo vienen a perder el tiempo. Así que, no es que los corra pero, ¡hush! ¡hush! sáquense de aquí".
Y les hace ademanes como si estuviera corriendo a un guarte que está comiéndose las sobras del bote de basura que acaba de voltear.
"Eres un cabrón pinche Klinn".
El superintendente Baras, amigablemente, así se tratan ellos, le dice mientras salen de su despacho. Klinn cierra su puerta de cristal detrás de ellos, coge su yoghurt de su escritorio, y de un trago se lo bebe completo, y luego se limpia los labios con las servilletas que envolvían al sándwich, para posteriormente hacerlas bola y arrojarlas al bote de basura.
Aún no se sienta tras su escritorio cuando escucha un toqueteo tímido a su puerta, se voltea y ve que se trata de Julian el guardia.
Le hace una seña a Julian para que pase; una vez sentado tras su escritorio, el guardia tímidamente le comenta, metiendo solamente su cabeza por la puerta entreabierta.
"Licenciado, disculpe la interrupción, pero como me dijo que a mediodía le trajera al detenido..."
"Sí Julian, lo tengo presente, por eso concluí mi lunch justo ahora. ¿Y bien? ¿Ya lo trajiste desde los separos?"
"Sí señor, lo dejé sentado en las sillas de espera en el pasillo".
"Traelo, ¿sí?"
Julian se retira y en segundos regresa con un César fresco y tranquilo, luego del desayuno y el regaderazo que Julian tuvo a bien proporcionarle.
En su display óptico de la retina, Klinn despliega sus pendientes del día y selecciona el archivo referente a César Lacroix.
"Buenos días señor Lacroix, tome asiento, por favor. Entrar de manera ilegal al planeta puede significar una pena grave, tanto pecuniariamente así como de tiempo en prisión; no es solo la falta administrativa por no haber usado un carguero translumínico interestelar autorizado por el gobierno y luego haber descendido en deslizador en un lugar remoto del mundo.
Usted entenderá que debemos desincentivar la introducción de fauna y flora nocivas, así como vigilar muy de cerca si un viajero viene infectado por alguna plaga contraída en los mundos pioneros de la periferia. La introducción de contrabando ¡es lo de menos!
¿Comprende?"
César escuchó todo el discurso del licenciado Klinn con atención y una sonrisa esbozada en el rostro. Le causa gracia que le sea mencionado tanto y él solo comprenda algunas palabras aquí y allá.
"Lo siento, mi comprensión del Estándar es muy pobre".
Klinn se siente frustrado, se estira y apoya su cabeza contra sus palmas entrelazadas detrás de ella.
"¿Qué idioma habla?"
César completamente disfrutando esto, le contesta burlonamente:
"¡Español!"
Klinn presiona comandos en su tatuaje interactivo para activar su equipo de cómputo de escritorio y en su display óptico corneal da varios clicks para que, todo lo que él le mencionó a César sea reproducido doblado al Español.
Pero lo único que emiten los altoparlantes del equipo de escritorio es un clásico sonido de error de sistema operativo que no tiene archivos de traducción a este tal Español.
Klinn vuelve a dar varios clicks y, de nuevo el sonido de error.
"¿Espaniol dijo usted? ¿En qué cuadrante de la galaxia se habla?"
"No lo se".
Vuelve a contestar César burlona y desafiantemente. ¡Ey! ¡esa pregunta la comprendí! Piensa él con satisfacción.
"Mire amigo, colabore o si no usted va a ser guardado un largo tiempo".
Klinn finalmente da clicks para reproducir su discurso en los diez idiomas más populares de la galaxia. Y después de largos y tediosos minutos César sacude su cabeza:
"No entiendo".
Klinn se pone de pie y desde la puerta de su despacho le grita a Julian. Al no obtener respuesta le ordena a la secretaria de la oficina.
"Iesi, por favor localíceme a Julian el guardia, dígale que venga por el detenido.
Klinn regresa a su escritorio y, ya no le vuelve a dirigir la palabra a César. Se ocupa leyendo su agenda y mensajes en su display óptico.
***
Esa tarde, al salir de la planta de soya, Lumila llega al precinto distrital. Lleva las bolsas con el resto de la ropa nueva que César se compró en el distrito comercial Abala, bueno ella en realidad la pagó. Así como un portaviandas con alimento.
Ella siempre ha sido independiente a lo largo de su vida, y nunca se ha preocupado por nadie, excepto su fallecido padre. Pero este extranjero César está totalmente sólo y desamparado, no conoce el idioma tampoco y, todo eso le causa compasión a ella.
Al aproximarse caminando al precinto ella piensa en algo que la pone completamente a la defensiva, mientras que al mismo tiempo causa que se ruborice. Ella piensa:
"¡Sí algún imbécil piensa que vengo a visita conyugal, lo mato con mis manos!"
Atraviesa el gran estacionamiento frente al edificio y llega a la puerta de cristal. Misma que ya está cerrada porque ya no es horario de atención al público en el área administrativa.
Julian la ve aproximarse y desde el cristal le señala el horario de atención, pegado como una calcomanía contra la puerta de cristal.
Aún así ella se agacha, cómicamente bajo la altura de la calcomanía para poder ver al guardia de seguridad (¡le hubiera bastado con moverse a su izquierda o derecha!)
"Perdón, disculpe, un amigo mio está detenido por una falta administrativa".
César es el único detenido en el precinto distrital y Julian, que siente simpatía hacia César, porque le inspira confianza, interpreta correctamente que es lo que desea la grandota mujer del otro lado de la puerta.
Julian toma su gran aro con sus “medallas de combate” (las llaves) y abre la puerta.
"Viene a ver al señor César Lacroix ¿verdad?"
"Sí señor, mire, le agradecería mucho si me dejara pasar a verlo y entregarle estas cosas..."
"¿Es usted su mujer?"
"¡No! yo lo ayudé cuando el señor Lacroix tuvo un desvanecimiento en la calle..."
Lumila al terminar de explicar esto, se pone a la defensiva, esperando la estúpida pregunta. Pero por fortuna a Julian ni siquiera le pasa por la mente.
"Mire señora..."
"Lumila".
"No puedo dejarla pasar, eso sería una falta grave a mis responsabilidades, pero, sí puedo entregarle esa bolsa con ropa. Los alimentos, no vienen al caso. Yo mismo soy el responsable de darle sus tres alimentos diarios."
"¿Y cómo está él?
"Hoy lo entrevistó el jefe de asuntos migratoríos, no le fue bien".
"Oh no..."
"Su amigo o se negó a contestar el interrogatorio o viene de un mundo sumamente sin importancia porque, al parecer, no habla ninguna de las lenguas principales de la galaxia. ¿Quién es él?'
"¿Le puedo dejar mi tarjeta para que me comunique cualquier cosa en el desarrollo de la situación legal del señor Lacroix?"
"Sí señora, desde luego".
Lumila presiona el par de comandos que efectúan el envió de sus datos de contacto, en su tatuaje interactivo en su muñeca, para darle su 'tarjeta' a Julian el guardia.
"OK, ya recibí su tarjeta, yo le envío un mensaje cuando ocurra cualquier cosa y, pues, le voy a llevar la ropa y avisarle de su visita al señor Lacroix".
"Se lo agradeceré, ¿señor?"
"Julian Zmah"
"Bueno, muchas gracias señor Zmah".
Y Lumila emprende el camino de vuelta a la estación de minibus eléctrico.
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jueves, 29 de septiembre de 2016
domingo, 25 de septiembre de 2016
Arrebatado, parte 5
Los dos días siguientes, César los pasó estudiando de libros de educación elemental, para niños, que Lumila sacó de unas viejas cajas de cartón guardadas en la parte superior del clóset del mismo cuarto donde él ha estado durmiendo.
Él supone que pertenecieron a Lumila. Ya conocen sus nombres respectivos y César, al menos, ya sabe frases de etiqueta básica que ella le enseñó a decir:
"Buenos días, buenas tardes, buenas noches", así como palabras y frases básicas:
"Hola, adiós, yo me llamo César, ¿qué es eso? ¿puedo tomar? yo quiero".
Para él ha sido una fuente de gran satisfacción el aprenderse tan rápido, las horas, los meses y días de la semana y aprender a contar.
Desde niño el siempre ha estudiado idiomas. Si bien se oxida por su falta de aplicación práctica de los mismos, salvo el Inglés que domina a la perfección.
Y se encuentra feliz, aprendiendo este idioma, que Lumila llama Estándar.
Y por fin llega el fin de semana y Lumila puede dedicar su tiempo a ayudarlo a recordar su identidad, lugar de origen y a ponerse en contacto con los suyos.
Con su nivel actual de dominio del idioma, César no puede, ni desea decirle a Lumila, que él literalmente cayó de otro mundo.
***
Este día en la mañana, equivalente al sábado, César se siente en fachas trayendo su traje, ya limpio, pero lavado en la lavadora de Lumila. El traje quedó sumamente maltratado. Por fortuna, el primer lugar al que Lumila lo lleva, es a una tienda de autoservicio.
Lumila le habla y trata normal, ella aún no ha sido madre pero sabe que sumergir a los niños en el lenguaje, es la única manera en la que aprenden a hablar.
César piensa que su benefactora, a pesar de ser una mujer muy alta y de complexión gruesa, se ve atractiva, hoy ella lleva su cabello claro cubierto con una pañoleta y, está vestida con una blusa de mangas largas y una falda larga también, que llega hasta sus sandalias. Lumila se desenvuelve con bastante seguridad de carácter y él nota que ella es una líder nata.
En el parque hay una estación de minibuses eléctricos, que luego de un trayecto de media hora por la carretera, hoy también transitan los trailers de la planta de soya, llega a una base en un gran complejo comercial.
Durante todo el trayecto, abordo del minibús, un niño de unos cuatro años de edad, sentado en el asiento adelante de Lumila y César, no dejó de mirarlo con sus grandes ojos negros y su carita babeada. César se sintió bien por haber experimentado esto tan gracioso.
"César, este es el distrito comercial Abala, vamos a ir primero a la tienda de autoservicio a comprarte ropas nuevas, y luego, a la oficina de comercio, ahí en sus bases de datos debe de estar ingresada tu llegada al planeta".
Tan pronto entran a la tienda de autoservicio, César se sorprende por las semejanzas con los súpers en su mundo: los carritos para tomarse a la entrada, las puertas automáticas, el guardia de seguridad, las filas de cajas registradoras, etc. ¡Este mundo tiene que ser el resultado de un universo paralelo que se desarrolló de manera similar a aquél de donde él vino!
Lumila camina delante de él llevándolo hasta la sección de caballeros y, en este instante, César se queda como petrificado al reparar en esto: la grandota Lumila con su sueldo de obrera (ella trabaja en una planta ¿no?) le va a comprar ropa. Y esto lo hace sentirse culpable, por la molestia infringida en ella.
"Toma César, escoge un par de juegos de pants que te queden". Ella los toma de donde están colgados en un exhibidor circular y los empuja contra su pecho. Lumila es un tanto brusca.
Con toda la pena del mundo, o de los mundos, César aprovecha para coger también, juegos de camisetas, ropa interior y, con Lumila siguiéndolo empujando el carrito, encuentra la sección de zapatería, donde escoge dos pares de zapatos deportivos del número ocho.
"¡Oye! A ti te dicen que tomes la mano y te tomas el pie".
Entendiendo, por el tono de voz y gestos de Lumila, César se disculpa con ella:
"Mil disculpas Lumila, pero necesito ropa, así como las mudas de ésta. Mira, a cambio de todas tus atenciones y molestias que te he causado, toma mi cadena de oro".
El oro es un mineral raro, que solo se crea en el núcleo de los soles al estallar en supernova, así que, César no tiene ninguna duda que en este mundo también es un metal precioso y usado como reserva de valor y moneda de cambio.
Él le coloca entre sus manos la cadena que se acaba de quitar del cuello, Lumila de inmediato nota que es una joya pesada y por lo tanto de mucho valor.
"No, no, ¡no es necesario! tú eres mi huésped y yo te atiendo por lo tanto; además esto lo voy a pagar a crédito."
Y le regresa la cadena, cerrándole a César sus puños alrededor de la misma.
***
Al salir del supermercado caminan en este gran complejo del distrito comercial, el sol brilla en todo lo alto con un cielo azul de fondo. César ya tuvo tiempo de estudiar la geopolítica de este mundo, en la enciclopedia que su padre le heredó a Lucila, y pudo ver en los mapas, que éste también es un planeta oceánico, con dos grandes masas continentales, una en el hemisferio norte y otra en el hemisferio sur; no cuenta con casquetes polares ni tampoco con lunas. Todo esto él lo recordó a propósito del cielo azul, un producto de los océanos.
Es un gran centro comercial con grandes espacios abiertos y los negocios y corredores, protegidos del sol por arcos.
Pasan restaurantes de comida rápida, heladerías. boutiques, tiendas de electrónicos (él se promete volver para conocer los gadgets de este lugar).
César identifica los baños públicos, su entrada idéntica a los de los centros comerciales en la Tierra.
"Lumila, permíteme unos instantes, quiero quitarme el traje maltratado y ponerme mi nueva ropa".
Le menciona esto a ella al mismo tiempo que señala a la entrada de los baños y le da palmadas a sus bolsas de las compras.
"Está bien, entra al BAÑO, aquí te espero".
César se apresura, feliz por la oportunidad de quitarse su arruinado traje, mismo que lo hace sentirse mal. El baño de hombres es grande, con una docena de cubículos de WC y en la otra pared los mingitorios.
Solo hay tres hombres, no cree violar ninguna norma moral de este mundo si se cambia recarcado contra los lavamanos y, en efecto, ni lo voltean a ver. Luego de ponerse sus zapatos tenis nuevos, se lava las manos y se moja el cabello acomodándoselo.
Echa su traje, y zapatos en las bolsas y se dirige al gran bote de basura, tiene que levantar la sección superior del bote para que quepan las bolsas, al echarlas las despide:
"¡Adios viejo yo!"
Recoge las otras bolsas con su demás ropa nueva y camina apresurado hacia afuera. Lumila impaciente, con brazos cruzados lo ve y él le dice:
"¿Qué tal mi nuevo yo?"
Pero ella no le pone la vista encima ni por dos segundos.
"VEN ¡VAMONOS!" Lumila pone énfasis en las palabras para facilitarle a César el aprendizaje del Estándar.
Y luego de varios minutos llegan a los arcos bajo los cuales se encuentra la oficina de comercio.
Como la representación distrital del organismo regulador de todo el comercio planetario, esta oficina tiene acceso a las bases de datos de migración; así que no importa si César ingresó al planeta como turista, agente comercial o diplomático, sus datos, así como su biométría, se encuentran disponibles para consulta. Y aunque César haya perdido la memoria, basta con capturar las palmas de sus manos, así como el iris de sus ojos, para tener su identidad, su lugar de origen y así contactar a los suyos, ya sea gobierno, compañía o familia.
Al menos esta es la impecable lógica seguida por Lumila.
***
Al entrar a esta oficina pública, de la oficina de comercio, los recibe un guardia de segurida. Este lleva puesto un casco con una visera de polímero, contra la cual se proyecta información y, está vestido en un traje negro de cuero provisto de armadura. A César le parece más un equipo de combate que el atuendo apropiado para un guardia de seguridad.
No pueden entrar porque el paso lo bloquea una cinta de nylon. La voz del guardia es emitida por un altoparlante en su casco.
"¿Tienen cita? ¿Qué trámite vienen a realizar?"
"No, no tenemos cita", Lumila es la que interactúa con el guardia, "Este caballero que me acompaña, sufrió un accidente atravesando una calle, mismo que le causó el perder la memoria."
"Ajá, sí. Continúe".
"El caballero es extranjero y, no habla Estándar. Mi propósito es el poderlo identificar, a través de su biometría y así ayudarle a regresar a su lugar de origen".
"¿Por qué no lo llevó al precinto de policía de su distrito?"
"Bueno, porque él señor no estuvo involucrado en ningún acto criminal y, la oficina de comercio administra el ingreso al planeta de comerciantes y representantes de otros mundos".
El guardia consulta ahora con la burocracia al interior de esta oficina; Lumila y César pueden ver el silencioso diálogo desplegado contra el interior de la visera del guardia. Cuando éste termina, la máquina expendedora de tickets de turno de atención, imprime un ticket con un críptico código impreso en éste.
El guardia jala el ticket, se lo entrega a Lumila, para a continuación remover la cinta de nylon para así permitirles el acceso.
"Pasen a la sala de espera y chequen en el display de la pared su turno y, a que cubículo de atención pasar".
César con desgano cavila en el hecho de que la burocracia pública es, al parecer, igual de engorrosa en todo el multiverso.
La sala de espera está llena de gente, al menos una treintena de personas esperando ser atendidas. Esto significa que el tiempo de espera va a ser ¡de horas!.
César sí entendió la explicación que Lumila le dio la noche anterior, sobre el propósito de su visita a la oficina de comercio.
Con su nivel actual de Estándar, él no pudo transmitirle a Lumila el significado intencionado, respecto a si hay contacto con extraterrestres y si, iban a poder verlos en la oficina de comercio. Lumila un par de veces le respondió que sí hay extranjeros y que muchos de ellos iban estar hacia el interior de la oficina.
César voltea para todos lados tratando de identificar extraterrestres esperando su turno de atención pero, solo pudo ver personas pertenecientes a otras etnias y llevando ropas distintas a las que la mayoría usa. Situación similar a la de estar en el interior de un aeropuerto.
Él está distraído en esto cuando, Lumila le da un par de palmadas en la pierna, cuando se da cuenta, ella ya va camino de un cubículo.
"¡Vaya! Eso fue rápido".
Y César piensa que tal vez su rápida atención se debe a que ellos no van a realizar un trámite gubernamental sino, a solicitar ayuda con una consulta de información, sus inexistentes registros migratorios.
Al entrar al cubículo Lumila le señala la segunda silla mientras ella procede a sentarse en la que está cercana a la pared.
"Siéntate en la silla César".
"¿Me permiten su ficha de turno de atención?"
La ejecutiva es una mujer de mediana edad, gorda, pero no obesa, cabello corto y un rostro redondo, detrás de unos lentes, que inspira confianza.
Lumila se la entrega la ficha.
"Gracias, ¿qué tipo de ayuda necesitan?"
"Gracias, el caballero que me acompaña es extranjero, y sufrió un accidente en la calle que le causó el perder la memoria y, mi intención es el usar su biometría para consultar su registro de ingreso al planeta y, así identificarlo".
Y la ejecutiva, ahora, se dirige a César.
"¿Cómo se llama?"
"César Lacroix".
"¿De dónde procede? ¿A qué gobierno o empresa representa?
"No se".
"¿Y sus documentos? ¿Por qué no simplemente no se los ha proporcionado a esta samaritana que ha decidido ayudarlo?"
César voltea a ver a Lumila y le hace un ademán indicándole que no entendió la pregunta.
"El señor Lacroix no contaba con documentación cuando yo lo levanté de en medio de la multitud que lo observaba, después de sufrir su accidente".
"¿Y cuál fue la naturaleza de su accidente?" Le pregunta la ejecutiva.
"Un tendero, conocido mio, que presenció cuando el señor Lacroix se desvaneció a mitad de la calle, me comentó que instantes antes el señor Lacroix se le notaba angustiado y fuera de sí, de hecho sufriendo un ataque de histeria".
Al escuchar esto último, la ejecutiva se queda viendo fijamente a César, mordiendo uno de los brazos de sus lentes.
"Está bien, señor Lacroix sígame".
La ejecutiva se pone de pie; Lumila tambien y sacude el hombro de César.
"¡Síguela!"
Haciendo con dos dedos de su mano derecha, sobre la palma de su mano izquierda, el ademán de caminar.
La ejecutiva hace una pausa, para verificar que César venga detrás de ella y, en efecto él ya la sigue, con Lumila caminando un par de pasos detrás de él.
Finalmente llegan a unas mesas delgadas, cubiertas con un mantel azul, sobre los que hay unas grandes y toscos aparatos, que no se verían extraños en cualquier óptica y, a ambos lados de estos, unos rectángulos de cristal oscuro.
Debido a que detrás de los aparatos hay ejecutivos de la oficina de comercio y frente a estos hay gente sentada presionando su cara contra el aparato y, colocando sus palmas contra los rectángulos de vidrio, César fácilmente discierne que estos son los escáneres biométricos.
"Savaz, necesito identificar a este caballero extranjero. Pásalo inmediatamente apenas se desocupe una de las estaciones de captura".
"Sí Doris, enseguida".
Un anciano se levanta, habiendo terminado su trámite, el joven ejecutivo, al cual Doris se dirigió, le indica a César que tenga la amabilidad de sentarse.
"Por favor coloque su rostro contra el visor y las palmas de sus manos en los escáneres a ambos lados".
Lumila le indica con ademanes: "visor" sobre sus ojos y exageradamente abre luego sus manos, indicándole que así coloque sus palmas contra los cristales negros a ambos lados del escáner óptico.
César hace todo lo que el ejecutivo le indicó y, el joven ahora procede a leer la consulta en su display.
Pero ninguna información aparece; él vuelve a repetir la consulta y nada. Desconfiando del aparato, él mismo se coloca en el escáner.
"A ver, déjeme sentarme para tomarme una lectura".
César, por el lenguaje corporal del joven Savaz, entiende que se quite para que este se siente. Savaz regresa al display y ve su ficha de identificación desplegada.
"Señor, una vez más, colóquese para que yo capture su biometría".
César accede y, de nuevo Savaz no obtiene ninguna información.
"¿Qué sucede Savaz?"
"Doris, este caballero no tiene registro en el sistema", Savaz hace una señal de asombro con sus manos extendidas, encogiéndose de hombros, y luego agrega, "está ilegalmente en el planeta y, tampoco tiene registro fiscal."
Doris pensativa, de nuevo mordiendo los brazos de sus lentes se dirige a Lumila y César:
"Un momento, no se muevan, esperen aquí".
Y se retira caminando hacia unas amplias escaleras que llevan a la planta alta. Lumila ya, para este momento, se encuentra sumamente nerviosa y, se truena los dedos de las manos, mientras de sus codos cuelgan las bolsas de compras de César. Y César que ha podido entender el significado de todo lo que Savaz y Doris han intercambiado, sí bien no cada palabra, está seguro que va a ser detenido.
Doris regresa acompañada de un hombre vestido en un traje ejecutivo, de un color azul que semeja seda o escamas de un pez de acuario.
"Rondie, ese es el caballero". Doris lo señala, y su rostro muestra que ella lamenta hacer esto. Rondie se dirige a César.
"Por violación a los artículos 23, 34 y 37 del Código Federal de Comercio, así como de los artículos 9o y 11o párrafo segundo inciso “b” de la Ley Fiscal y de Ingresos de la Federación, queda usted detenido para ser sometido a proceso".
Lumila se lleva una mano a la boca y sus ojos se llenan de lágrimas. César no necesita la traducción de Lumila para comprender que está siendo arrestado. Él solo espera que no tengan en este mundo la capacidad de descubrir que él es un auténtico "alien" venido de otro universo y que, no lo pongan en un zoológico, le hagan la disección o, lo encierren para siempre en el equivalente de su Área 51.
Autor: Carlos Santillán
Él supone que pertenecieron a Lumila. Ya conocen sus nombres respectivos y César, al menos, ya sabe frases de etiqueta básica que ella le enseñó a decir:
"Buenos días, buenas tardes, buenas noches", así como palabras y frases básicas:
"Hola, adiós, yo me llamo César, ¿qué es eso? ¿puedo tomar? yo quiero".
Para él ha sido una fuente de gran satisfacción el aprenderse tan rápido, las horas, los meses y días de la semana y aprender a contar.
Desde niño el siempre ha estudiado idiomas. Si bien se oxida por su falta de aplicación práctica de los mismos, salvo el Inglés que domina a la perfección.
Y se encuentra feliz, aprendiendo este idioma, que Lumila llama Estándar.
Y por fin llega el fin de semana y Lumila puede dedicar su tiempo a ayudarlo a recordar su identidad, lugar de origen y a ponerse en contacto con los suyos.
Con su nivel actual de dominio del idioma, César no puede, ni desea decirle a Lumila, que él literalmente cayó de otro mundo.
***
Este día en la mañana, equivalente al sábado, César se siente en fachas trayendo su traje, ya limpio, pero lavado en la lavadora de Lumila. El traje quedó sumamente maltratado. Por fortuna, el primer lugar al que Lumila lo lleva, es a una tienda de autoservicio.
Lumila le habla y trata normal, ella aún no ha sido madre pero sabe que sumergir a los niños en el lenguaje, es la única manera en la que aprenden a hablar.
César piensa que su benefactora, a pesar de ser una mujer muy alta y de complexión gruesa, se ve atractiva, hoy ella lleva su cabello claro cubierto con una pañoleta y, está vestida con una blusa de mangas largas y una falda larga también, que llega hasta sus sandalias. Lumila se desenvuelve con bastante seguridad de carácter y él nota que ella es una líder nata.
En el parque hay una estación de minibuses eléctricos, que luego de un trayecto de media hora por la carretera, hoy también transitan los trailers de la planta de soya, llega a una base en un gran complejo comercial.
Durante todo el trayecto, abordo del minibús, un niño de unos cuatro años de edad, sentado en el asiento adelante de Lumila y César, no dejó de mirarlo con sus grandes ojos negros y su carita babeada. César se sintió bien por haber experimentado esto tan gracioso.
"César, este es el distrito comercial Abala, vamos a ir primero a la tienda de autoservicio a comprarte ropas nuevas, y luego, a la oficina de comercio, ahí en sus bases de datos debe de estar ingresada tu llegada al planeta".
Tan pronto entran a la tienda de autoservicio, César se sorprende por las semejanzas con los súpers en su mundo: los carritos para tomarse a la entrada, las puertas automáticas, el guardia de seguridad, las filas de cajas registradoras, etc. ¡Este mundo tiene que ser el resultado de un universo paralelo que se desarrolló de manera similar a aquél de donde él vino!
Lumila camina delante de él llevándolo hasta la sección de caballeros y, en este instante, César se queda como petrificado al reparar en esto: la grandota Lumila con su sueldo de obrera (ella trabaja en una planta ¿no?) le va a comprar ropa. Y esto lo hace sentirse culpable, por la molestia infringida en ella.
"Toma César, escoge un par de juegos de pants que te queden". Ella los toma de donde están colgados en un exhibidor circular y los empuja contra su pecho. Lumila es un tanto brusca.
Con toda la pena del mundo, o de los mundos, César aprovecha para coger también, juegos de camisetas, ropa interior y, con Lumila siguiéndolo empujando el carrito, encuentra la sección de zapatería, donde escoge dos pares de zapatos deportivos del número ocho.
"¡Oye! A ti te dicen que tomes la mano y te tomas el pie".
Entendiendo, por el tono de voz y gestos de Lumila, César se disculpa con ella:
"Mil disculpas Lumila, pero necesito ropa, así como las mudas de ésta. Mira, a cambio de todas tus atenciones y molestias que te he causado, toma mi cadena de oro".
El oro es un mineral raro, que solo se crea en el núcleo de los soles al estallar en supernova, así que, César no tiene ninguna duda que en este mundo también es un metal precioso y usado como reserva de valor y moneda de cambio.
Él le coloca entre sus manos la cadena que se acaba de quitar del cuello, Lumila de inmediato nota que es una joya pesada y por lo tanto de mucho valor.
"No, no, ¡no es necesario! tú eres mi huésped y yo te atiendo por lo tanto; además esto lo voy a pagar a crédito."
Y le regresa la cadena, cerrándole a César sus puños alrededor de la misma.
***
Al salir del supermercado caminan en este gran complejo del distrito comercial, el sol brilla en todo lo alto con un cielo azul de fondo. César ya tuvo tiempo de estudiar la geopolítica de este mundo, en la enciclopedia que su padre le heredó a Lucila, y pudo ver en los mapas, que éste también es un planeta oceánico, con dos grandes masas continentales, una en el hemisferio norte y otra en el hemisferio sur; no cuenta con casquetes polares ni tampoco con lunas. Todo esto él lo recordó a propósito del cielo azul, un producto de los océanos.
Es un gran centro comercial con grandes espacios abiertos y los negocios y corredores, protegidos del sol por arcos.
Pasan restaurantes de comida rápida, heladerías. boutiques, tiendas de electrónicos (él se promete volver para conocer los gadgets de este lugar).
César identifica los baños públicos, su entrada idéntica a los de los centros comerciales en la Tierra.
"Lumila, permíteme unos instantes, quiero quitarme el traje maltratado y ponerme mi nueva ropa".
Le menciona esto a ella al mismo tiempo que señala a la entrada de los baños y le da palmadas a sus bolsas de las compras.
"Está bien, entra al BAÑO, aquí te espero".
César se apresura, feliz por la oportunidad de quitarse su arruinado traje, mismo que lo hace sentirse mal. El baño de hombres es grande, con una docena de cubículos de WC y en la otra pared los mingitorios.
Solo hay tres hombres, no cree violar ninguna norma moral de este mundo si se cambia recarcado contra los lavamanos y, en efecto, ni lo voltean a ver. Luego de ponerse sus zapatos tenis nuevos, se lava las manos y se moja el cabello acomodándoselo.
Echa su traje, y zapatos en las bolsas y se dirige al gran bote de basura, tiene que levantar la sección superior del bote para que quepan las bolsas, al echarlas las despide:
"¡Adios viejo yo!"
Recoge las otras bolsas con su demás ropa nueva y camina apresurado hacia afuera. Lumila impaciente, con brazos cruzados lo ve y él le dice:
"¿Qué tal mi nuevo yo?"
Pero ella no le pone la vista encima ni por dos segundos.
"VEN ¡VAMONOS!" Lumila pone énfasis en las palabras para facilitarle a César el aprendizaje del Estándar.
Y luego de varios minutos llegan a los arcos bajo los cuales se encuentra la oficina de comercio.
Como la representación distrital del organismo regulador de todo el comercio planetario, esta oficina tiene acceso a las bases de datos de migración; así que no importa si César ingresó al planeta como turista, agente comercial o diplomático, sus datos, así como su biométría, se encuentran disponibles para consulta. Y aunque César haya perdido la memoria, basta con capturar las palmas de sus manos, así como el iris de sus ojos, para tener su identidad, su lugar de origen y así contactar a los suyos, ya sea gobierno, compañía o familia.
Al menos esta es la impecable lógica seguida por Lumila.
***
Al entrar a esta oficina pública, de la oficina de comercio, los recibe un guardia de segurida. Este lleva puesto un casco con una visera de polímero, contra la cual se proyecta información y, está vestido en un traje negro de cuero provisto de armadura. A César le parece más un equipo de combate que el atuendo apropiado para un guardia de seguridad.
No pueden entrar porque el paso lo bloquea una cinta de nylon. La voz del guardia es emitida por un altoparlante en su casco.
"¿Tienen cita? ¿Qué trámite vienen a realizar?"
"No, no tenemos cita", Lumila es la que interactúa con el guardia, "Este caballero que me acompaña, sufrió un accidente atravesando una calle, mismo que le causó el perder la memoria."
"Ajá, sí. Continúe".
"El caballero es extranjero y, no habla Estándar. Mi propósito es el poderlo identificar, a través de su biometría y así ayudarle a regresar a su lugar de origen".
"¿Por qué no lo llevó al precinto de policía de su distrito?"
"Bueno, porque él señor no estuvo involucrado en ningún acto criminal y, la oficina de comercio administra el ingreso al planeta de comerciantes y representantes de otros mundos".
El guardia consulta ahora con la burocracia al interior de esta oficina; Lumila y César pueden ver el silencioso diálogo desplegado contra el interior de la visera del guardia. Cuando éste termina, la máquina expendedora de tickets de turno de atención, imprime un ticket con un críptico código impreso en éste.
El guardia jala el ticket, se lo entrega a Lumila, para a continuación remover la cinta de nylon para así permitirles el acceso.
"Pasen a la sala de espera y chequen en el display de la pared su turno y, a que cubículo de atención pasar".
César con desgano cavila en el hecho de que la burocracia pública es, al parecer, igual de engorrosa en todo el multiverso.
La sala de espera está llena de gente, al menos una treintena de personas esperando ser atendidas. Esto significa que el tiempo de espera va a ser ¡de horas!.
César sí entendió la explicación que Lumila le dio la noche anterior, sobre el propósito de su visita a la oficina de comercio.
Con su nivel actual de Estándar, él no pudo transmitirle a Lumila el significado intencionado, respecto a si hay contacto con extraterrestres y si, iban a poder verlos en la oficina de comercio. Lumila un par de veces le respondió que sí hay extranjeros y que muchos de ellos iban estar hacia el interior de la oficina.
César voltea para todos lados tratando de identificar extraterrestres esperando su turno de atención pero, solo pudo ver personas pertenecientes a otras etnias y llevando ropas distintas a las que la mayoría usa. Situación similar a la de estar en el interior de un aeropuerto.
Él está distraído en esto cuando, Lumila le da un par de palmadas en la pierna, cuando se da cuenta, ella ya va camino de un cubículo.
"¡Vaya! Eso fue rápido".
Y César piensa que tal vez su rápida atención se debe a que ellos no van a realizar un trámite gubernamental sino, a solicitar ayuda con una consulta de información, sus inexistentes registros migratorios.
Al entrar al cubículo Lumila le señala la segunda silla mientras ella procede a sentarse en la que está cercana a la pared.
"Siéntate en la silla César".
"¿Me permiten su ficha de turno de atención?"
La ejecutiva es una mujer de mediana edad, gorda, pero no obesa, cabello corto y un rostro redondo, detrás de unos lentes, que inspira confianza.
Lumila se la entrega la ficha.
"Gracias, ¿qué tipo de ayuda necesitan?"
"Gracias, el caballero que me acompaña es extranjero, y sufrió un accidente en la calle que le causó el perder la memoria y, mi intención es el usar su biometría para consultar su registro de ingreso al planeta y, así identificarlo".
Y la ejecutiva, ahora, se dirige a César.
"¿Cómo se llama?"
"César Lacroix".
"¿De dónde procede? ¿A qué gobierno o empresa representa?
"No se".
"¿Y sus documentos? ¿Por qué no simplemente no se los ha proporcionado a esta samaritana que ha decidido ayudarlo?"
César voltea a ver a Lumila y le hace un ademán indicándole que no entendió la pregunta.
"El señor Lacroix no contaba con documentación cuando yo lo levanté de en medio de la multitud que lo observaba, después de sufrir su accidente".
"¿Y cuál fue la naturaleza de su accidente?" Le pregunta la ejecutiva.
"Un tendero, conocido mio, que presenció cuando el señor Lacroix se desvaneció a mitad de la calle, me comentó que instantes antes el señor Lacroix se le notaba angustiado y fuera de sí, de hecho sufriendo un ataque de histeria".
Al escuchar esto último, la ejecutiva se queda viendo fijamente a César, mordiendo uno de los brazos de sus lentes.
"Está bien, señor Lacroix sígame".
La ejecutiva se pone de pie; Lumila tambien y sacude el hombro de César.
"¡Síguela!"
Haciendo con dos dedos de su mano derecha, sobre la palma de su mano izquierda, el ademán de caminar.
La ejecutiva hace una pausa, para verificar que César venga detrás de ella y, en efecto él ya la sigue, con Lumila caminando un par de pasos detrás de él.
Finalmente llegan a unas mesas delgadas, cubiertas con un mantel azul, sobre los que hay unas grandes y toscos aparatos, que no se verían extraños en cualquier óptica y, a ambos lados de estos, unos rectángulos de cristal oscuro.
Debido a que detrás de los aparatos hay ejecutivos de la oficina de comercio y frente a estos hay gente sentada presionando su cara contra el aparato y, colocando sus palmas contra los rectángulos de vidrio, César fácilmente discierne que estos son los escáneres biométricos.
"Savaz, necesito identificar a este caballero extranjero. Pásalo inmediatamente apenas se desocupe una de las estaciones de captura".
"Sí Doris, enseguida".
Un anciano se levanta, habiendo terminado su trámite, el joven ejecutivo, al cual Doris se dirigió, le indica a César que tenga la amabilidad de sentarse.
"Por favor coloque su rostro contra el visor y las palmas de sus manos en los escáneres a ambos lados".
Lumila le indica con ademanes: "visor" sobre sus ojos y exageradamente abre luego sus manos, indicándole que así coloque sus palmas contra los cristales negros a ambos lados del escáner óptico.
César hace todo lo que el ejecutivo le indicó y, el joven ahora procede a leer la consulta en su display.
Pero ninguna información aparece; él vuelve a repetir la consulta y nada. Desconfiando del aparato, él mismo se coloca en el escáner.
"A ver, déjeme sentarme para tomarme una lectura".
César, por el lenguaje corporal del joven Savaz, entiende que se quite para que este se siente. Savaz regresa al display y ve su ficha de identificación desplegada.
"Señor, una vez más, colóquese para que yo capture su biometría".
César accede y, de nuevo Savaz no obtiene ninguna información.
"¿Qué sucede Savaz?"
"Doris, este caballero no tiene registro en el sistema", Savaz hace una señal de asombro con sus manos extendidas, encogiéndose de hombros, y luego agrega, "está ilegalmente en el planeta y, tampoco tiene registro fiscal."
Doris pensativa, de nuevo mordiendo los brazos de sus lentes se dirige a Lumila y César:
"Un momento, no se muevan, esperen aquí".
Y se retira caminando hacia unas amplias escaleras que llevan a la planta alta. Lumila ya, para este momento, se encuentra sumamente nerviosa y, se truena los dedos de las manos, mientras de sus codos cuelgan las bolsas de compras de César. Y César que ha podido entender el significado de todo lo que Savaz y Doris han intercambiado, sí bien no cada palabra, está seguro que va a ser detenido.
Doris regresa acompañada de un hombre vestido en un traje ejecutivo, de un color azul que semeja seda o escamas de un pez de acuario.
"Rondie, ese es el caballero". Doris lo señala, y su rostro muestra que ella lamenta hacer esto. Rondie se dirige a César.
"Por violación a los artículos 23, 34 y 37 del Código Federal de Comercio, así como de los artículos 9o y 11o párrafo segundo inciso “b” de la Ley Fiscal y de Ingresos de la Federación, queda usted detenido para ser sometido a proceso".
Lumila se lleva una mano a la boca y sus ojos se llenan de lágrimas. César no necesita la traducción de Lumila para comprender que está siendo arrestado. Él solo espera que no tengan en este mundo la capacidad de descubrir que él es un auténtico "alien" venido de otro universo y que, no lo pongan en un zoológico, le hagan la disección o, lo encierren para siempre en el equivalente de su Área 51.
Autor: Carlos Santillán
Etiquetas:
autores latinoamericanos,
ciencia ficcón,
cuento,
estado policiaco,
ficción,
mundos paralelos,
narrativa,
novela,
relato
sábado, 17 de septiembre de 2016
lunes, 12 de septiembre de 2016
Arrebatado. Partes 1 a la 4
Arrebatado. Novela de Ciencia Ficción por Carlos Santillán
César Lacroix es un exitoso joven ingeniero en sistemas, desde que egresó de UPIICSA, todo ha sido bonanza para él. Hace ocho años ingresó a trabajar a Pemex y, ya es subgerente, en la subgerencia de desarrollos de sistemas.
Y este lunes al mediodía él se siente pleno y realizado, el sol brilla en todo lo alto contra un cielo azul de fondo.
Tuvo que abandonar el centro corporativo de Pemex para ir a actualizar su información en la Caja de Ahorro de la cooperativa de trabajadores de Pemex, justo en la acera de enfrente.
En la entrada de la cooperativa, situada en la planta baja de un gran edificio construido en lo que otrora fuera un lote usado como estacionamiento público, pusieron el acceso en forma de letra L, entre paredes de cristal, vigilado por un guardia armado. Una evidencia más de la decadencia de la paz social en la Ciudad de México.
No importa que César sea jefe, el guardia lo increpa con su voz hosca:
"¿A qué asunto viene?"
"Vengo a actualizar mis datos personales. Me llegó una carta sobre que los miembros de la cooperativa tenemos que venir a hacerlo".
"Pase a cualquier cubículo desocupado, una ejecutiva lo atenderá".
César entra y al azar escoge el tercer cubículo.
"Buenos días señorita vengo a actualizar mis datos".
"Siéntese señor por favor".
Sí bien por su posición como subgerente está acostumbrado a que le hablen de usted o se refieran a él como: "ingeniero", jamás se ha podido acostumbrar a que le digan: "señor". Porque eso implica que ¿lo consideran viejo? Él está, y se siente joven.
La ejecutiva le pide su número de socio, ficha, nombre completo, edad, CURP, cuenta de depósito bancario.
"Oiga", César le pregunta, "pero, toda esa información son datos que ustedes ya tienen..."
"Sí señor así es, pero por orden del SAT se nos exigió actualizar todos los datos de los socios de la cooperativa".
"¿Y no los pudieron solicitar, los datos, vía correo electrónico?"
"No porque, tenemos que archivar fotocopias de la credencial de elector, así como, de la credencial de Pemex".
César se queda sorprendido por haber sido víctima de burócratas incompetentes, y se siente como un analista que se escapa a mediodía, a perder el tiempo...
Luego de que la señorita se tardara sacando las fotocopias de sus credenciales, César impaciente le pregunta:
"¿Es todo?"
"Sí señor".
Él se pone de pie, luego de desearle un buen día. Ahora tiene que pararse en la puerta para que, el guardia, la abra y le permita retirarse.
"¿Ya se va señor?"
César siente ganas de contestarle que se paró cerca de él solo para admirarlo...
"Sí, ya me retiro..."
¡Caramba! ¿Cuánto tiempo le costó hacer este trámite inútil? Como cuarenta y cinco minutos desde que salió de su despacho y le avisó a Aurora, su secretaria, que venía para acá.
La banqueta de la entrada lateral del centro corporativo de Pemex, a la que él se dirige atravesando la calle, es un pequeño bazar. Un libro, a la venta, en el puesto de periódicos llama su atención, Anubis, el dios chacal, de la muerte egipcio, en la portada.
César no ve a un ciclista que viene a toda velocidad y en sentido contrario; el ciclista no es ni para gritarle "¡golpe va!" Lo impacta de costado y César cae, azotándose violentamente la cabeza contra el pavimento.
¿El ciclista se detuvo a socorrerlo? ¡No! ¡Le valió! Una multitud se arremolina en torno a César.
"Está muerto..."
Dice un gigantesco hombre, con cara de niño, que se hincó a tomarle el pulso en la muñeca y en una arteria carótida.
Ha sido un arduo día de trabajo en la planta de algas y luego de su turno de ocho horas, sin pausa para tomar siquiera un lunch, Lumila checa su salida.
Ella con desgano se forma en el scan óptico, uno de varios, que con una captura del iris, registra la entrada y salida de los obreros de la planta. Una fila de una docena de mujeres vestidas con falda larga y camisa acompañante, ambas de mezclilla azul deslavado, largos guantes de látex, botas de trabajo, con suela de caucho y, el cabello recogido y cubierto por una pañoleta verde claro.
La empujan desde atrás. Ella voltea y ve que se trata de Anazda, una madre de tres niños, joven de edad pero ya avejentada por esta vida tan trajeteada.
"Perdón Lumila, tenía la mirada baja mientras me removía los guantes y, no te vi".
"No te apures Anazda, ¿por qué se tardan tanto checando? Pareciera que al checar la salida se ponen a leer el manual completo para la elaboración de soya partir de las algas."
Anazda solo le regresa una sonrisa en su rostro cansado.
Después de varios minutos más de espera, por fin Lumila se encamina a la salida.
Es una tarde iluminada y fresca. Ya en la calle ella se ve impedida de caminar rápido, debido a la multitud que se genera, al encontrarde las obreras del turno que recién sale, con las obreras que van entrar a laborar.
Una vez superada la multitud, su única compañía es el rugir de los motores de los tráileres, cargados de soya, que salen de la planta.
***
César despierta confundido, desubicado y con dolor de cabeza. Lo último que recuerda es que se sentía enojado por haber perdido tiempo en la cooperativa; y ya después de eso, su mente está en blanco.
Se incorpora sentándose y, siente yerba contra sus manos, abre sus ojos y, se da cuenta que está en el campo.
"¿QUÉ JODIDOS?"
Ahora sí está totalmente confundido. Su mente de inmediato trata de racionalizar la situación.
"¿Qué pasó? Me imagino que, me obligaron a subir a un auto y, me llevaron a vaciar mis tarjetas de crédito, y luego, vinieron a tirarme a la carretera, luego de golpearme..."
César calcula que deben ser cerca de las seis de la tarde, por la luz crepuscular y el viento fresco que sopla. Lleva su mano al interior del saco y, por fortuna, no le quitaron el celular. Y revisándose, su cartera ¡también está!
En la pantalla nota el icono de: red celular no disponible. Aún así trata de llamarle al ingeniero Carlos, unos de sus superintendentes. Pero, es inútil, no hay señal.
"¿Dónde estoy?"
Se pone de pie y se encamina hacia una carretera cercana, que nota a escasos metros de donde despertó.
"A ver, el sol se pone al oeste, entonces, este y norte por allá, por lo tanto, escojo caminar al sur".
Luego de varios minutos, él se extraña que no ha visto ni un solo automóvil, ni casas, ni personas a pie o bicicleta. Solo perros ocasionalmente, que lo voltean a ver para olfatearle y luego se alejan.
Eso sí, ya ha contado al menos siete tráileres que lo pasan en sentido contrario hacia el norte.
"Nunca había notado esa empresa".
A él, que desde siempre le han gustado loa vehículos, le parecieron bonitos los diseños futuristas de los tractocamiones.
***
Lumila camina pensativa, de vuelta a casa, y ahora sí que literalmente, va comiendo el polvo y humo de los traileres, cargados de soya, que salen de la planta.
Ella es una técnica especialista en procesamiento, esto significa que ella sola podría dirigir la planta, al frente de todas las obreras. De no ser porque el sindicato puso a una hija de una de las líderes de las secciones sindicales al frente.
Y Lumila es jefa de trituradoras únicamente.
El proceso completo se puede sumarizar en: recibir las algas, vaciarlas a los tanques de lavado, unos gigantescos tanques de cerca de diez metros de diámetro, y tiene veinticuatro la planta. De los tanques, bandas transportadoras llevan las algas a hornos de secado. Para a continuación, pasar a trituradoras, que reducen las algas a fino polvo.
De hecho la etapa que más intervención humana requiere es el empacado. Obreras con pequeñas palas echan la soya a bolsas de plástico, de tamaño mediano, más abajo de la banda transportadora, otras obreras las introducen, cada bolsa, a sus cajas individuales y, más abajo, obreras introducen una docena de cajas en cajas, para su distribución, y por último, otras obreras arman los contenedores para su embarque a bordo de los traileres.
***
César, al fin, luego de media hora caminando, llega a los límites de la zona urbana, hay casas, calles, alumbrado público y gente. Parece ser, para él, un desarrollo habitacional de interés social.
Y se encamina hacia un parque, donde puede ver a niños jugando en unos juegos infantiles y, siendo cuidados por un grupo de mujeres.
"¡Bien! ahora a preguntarles donde hay una tienda de conveniencia y un sitio de taxis".
En su extraña experiencia César se cuestiona por qué no le robaron nada. Ahora se pregunta si a lo mejor no lo golpeó un automóvil y, creyéndolo ebrio, al estar él atarantado por el golpe, algún buen samaritano, bastante metiche, lo subió a un taxi y, a bordo del mismo, él perdió por completo el conocimiento y, el taxista enfadado lo botó en la carretera.
En fin, César se acerca a las dos mujeres más próximas, quienes están sentadas en una banca de concreto, platicando, mientras que con su presencia, hacen guardia a los niños.
Al ir avanzando, con la esquina de su ojo derecho nota que varios animales se arrastran, pero al voltear a ver, se da cuenta que es un grupo de pajarillos regordetes picando la hierba.
"¡Hola! buenas tardes, verán me encuentro perdido y..."
Las mujeres hacen gestos y ademanes, indicación de que, no comprenden que les está diciendo.
Al acercarse un niño, por curiosidad, una de ellas lo toma en brazos y se retira, defensivamente, varios pasos hacia atrás.
Ahora César está muy confundido. La mujer más joven se pone de pie y se aproxima a él hablando en un lenguaje ininteligible para él. César ahora , examina lo que ya había notado, que las mujeres y los niños, visten de manera extraña.
"¿Son acaso gitanos o menonitas?"
César pone en uso, su jamás empleado curso de Alemán:
"Sprechen Sie Spanisch?"
La mujer sigue manifestando que no le entiende y, a continuación, llama a los niños y se marcha hablando en su extraña lengua, junto a la otra mujer que lleva protectivamente al otro pequeño en brazos.
"¿Qué carajos pasa con esas mujeres?"
Y otra vez con el borde de sus ojos percibe a unos animales reptando. Esta vez voltea a tiempo para poderlos observar bien. Gordas y emplumadas babosas, unas ocho, se arrastran muy cerca de él; estas de un salto, al llegar a un parche de yerba, se ponen en dos patas, y es cuando adoptan su forma de ave y, se ponen a picar en busca de insectos.
"¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ?"
César atraviesa corriendo el parque, en su carrera, asustando ahora a un grupo de babosas, tan grandes como palomas. Jadeante se recarga contra la pared de un local, que es obviamente una tienda de abarrotes, debido a los productos mostrados en las varias repisas, así como los refrigeradores con sus puertas de vidrio, mostrando botellas de bebidas.
Ahora un hombre ¿el propietario? notándolo angustiado y jadeante, lo corre groseramente, gritándole cosas en la misma extraña lengua.
César no quiere una confrontación y, mejor decide retirarse. Enfila de vuelta hacia el parque, pero se acuerda de las babosas, da la media vuelta y, se queda parado en medio de la calle. Una visión en el cielo lo deja estupefacto, congelado:
Un gigantesco cono negro invertido, se materializó justo después de un flash de luz y, casi de inmediato, para lo que César semejaban ser inmensas golondrinas, se desprendieron de toda la superficie del objeto.
La mente de César ya no pudo seguir haciendo frente a tanto asalto a sus sentidos y, él cae desmayado contra el pavimento.
Las "golondrinas" son aeronaves que descienden desde el carguero translumínico interestelar, trayendo carga, mercancías, turistas, oficiales y hombres de negocios de alguna de la miríada de líneas hacia las estrellas.
Lumila, llegando desde el sur, abandona la carretera y entra a la zona habitacional, donde ella tiene su domicilio. Su padre, debido a que fue un burócrata, que se jubiló con un alto puesto en la contraloría mayor de la sección noroeste, pudo tener el derecho a ser asignado con una de las casas más grandes y mejor ubicadas del complejo.
Y él pensando en su, en ese entonces pequeña, Lumila, quiso dejarle un legado que le diera confort y, una preocupación menos, en su vida adulta.
Y es debido a esto que Lumila tiene esta gran casa, una verdadera residencia: cocina, tres recámaras, dos baños y medio y un pequeño jardín trasero. Y la ubicación es excelente, frente al parque.
Lucila se da cuenta que una multitud observa a alguien tirado en medio de la calle, a escasas casas de distancia de donde ella vive. Su carácter es proactivo y de liderazgo. Ella se abre paso entre la docena de personas, niños en su mayoría, que observan el cuerpo tirado.
El propietario de la tienda de abarrotes, con una rodilla en el suelo, le está dando palmadas en el rostro a César para despertarlo. Cuando el propietario y, el resto de la gente notan la presencia de Lumila, mentalmente, le ceden autoridad sobre la situación. Su puesto en la planta, como jefa de trituradoras, le confiere un aura de autoridad, ya que ella no es una obrera inculta más; además la gente aún tiene muy presente el alto puesto, que su fallecido padre, tuvo en el gobierno.
"¿Qué le ha pasado a este hombre?"
"Se comportaba como, con un ataque de histeria, jadeaba y, se veía confundido. Yo lo corrí de mi tienda, se dirigió al parque, pero luego se regresó aquí, al medio de la calle y, perdió el conocimiento".
Un trueno sobre ellos, que todos ignoran, solo los niños más pequeños voltean al cielo, a mirar el vórtice de vapor, que la partida de carguero translumínico interestelar ha dejado.
"Ynos, y tú, llevenlo sobre hombros a mi casa". Lumila le ordena al propietario de la tienda de abarrotes y al más grande de los jóvenes presentes.
Minutos después, César es depositado sobre un sofá en la sala, de la casa de Lumila.
Ynos y el súperdesarrollado jovencito, miran como tontos el austero interior del lugar de residencia de la jefa de trituradoras de la planta de soya. La casa es grande, comparada con la casa típica de un trabajador promedio, pero en realidad Lumila vive tan sencillamente como los demás y, hasta Ynos piensa que le hacen falta muebles.
"Bueno, ahora yo me encargo de este pobre diablo".
"Lumila, ¿segura? considera que es un extraño fuera de sí y, tal vez hasta es un drogadicto".
"Ynos, mira las extrañas ropas que trae puestas; posiblemente es alguien que recién llegó de fuera del planeta y, el cambio de gravedad, luz y sobre todo, de la composición atmosférica, le causaron una alteración biológica y mental.
Ahora, si gustan dejarme sola, gracias."
Lumila encamina por el codo, a Ynos y, el joven, por automático respeto a sus mayores, los sigue. Una vez que ya están fuera, ella le echa llave a la puerta. Y luego se encamina a su cuarto, para bañarse en el baño adjunto.
A Lumila no le preocupa César, se nota que él es un hombre perteneciente, tal vez, a la clase comerciante o gubernamental, en uno de los tantos mundos de la galaxia.
***
César va caminando, de noche, en la zona comercial de Ciudad Satélite, que se encuentra junto al Periférico, frente al Wal Mart y la tienda departamental Suburbia.
Llega a una esquina donde hay un Seven Eleven y, junto a éste, un edificio blanco de tres niveles. En este edificio los dueños rentan pisos, donde toda la tarde se imparten clases de: artes marciales, pilates, danza, música.
César, al llegar al edificio, en una sección de la fachada que está alta, ve a una adolescente sentada, con su cabello claro ocultándole el rostro, ella está ocupada escribiendo un mensaje en su celular. Ahora, él camina lentamente hacia ella, incrédulo e inseguro de si en verdad se trata de ella...
"¿Sandra? ¿¡Sandra!? ¿En verdad eres tú?"
La joven deja su celular y voltea a verlo.
"¡Sandra!"
Él se lanza hacia ella y, como la joven está sentada en ese lugar alto, el abrazo de César lo hace quedar a la altura de la cintura de ella. Luego de varios segundos, se separan.
Ella se retira, de la manera sensual que siempre le gustó a César, el cabello de su rostro, Sandra todavía usa ese provocador guante negro, de encaje, en su mano izquierda. Con su voz suave de siempre, ella le contesta.
"Hola César, que milagro, me da gusto verte. Hace mucho que no venías por aquí."
Atrás de César, en la banqueta, una pelota de basquetbol pasa botando.
"¡Es increíble! ¡No lo puedo creer! ¿Hace cuánto que no te veía? ¿Quince años? ¡Estás idéntica!"
Ella no deja de mirarlo, con su linda sonrisa.
"Mi mamá no me contesta, le estoy escribiendo un mensaje para que ya venga por mi".
"¿Aún sigues tomando clases de guitarra?
"Sí, me gusta mucho". Y ella le da unas palmaditas al estuche de la guitarra, a su lado. Y luego le dice:
"Oye, jamás fuimos a patinar como habíamos planeado. Deberíamos de planearlo para este fin de semana. Mis amigas Aline y Pau me preguntaban precisamente sobre si ya había planeado que hacer este viernes en la tarde y yo pensé justamente en ir a la pista de hielo, tú podrías invitar a Saúl, quiero presentárselo a Aline".
A pesar del gusto sentido por haberse encontrado a Sandra, César ahora comienza a sentir una gran frustración, porque ella no para de hablar y él, muere de ganas de decirle que siempre le ha gustado, que lo deje amarla y que le de, los teléfonos de su casa así como el de su celular.
Y ahora, sumado a esto, él se acongoja porque, la sirvienta de Sandra se para a unos metros de distancia, en la banqueta, a vigilarla y a protegerla de él. Ella, saca de la bolsa del mandil de su uniforme un teléfono y se pone a hablar, viéndolos.
De seguro le está avisando a la madre de Sandra que él está platicando con su hija.
Sandra sigue contándole cosas, ahora sobre un raro vídeo en YouTube. Ella se quita el tenis derecho, la calceta y se comienza a sobar el pie.
"Déjame sobartelo", César le dice casualmente. Sandra al bajar su pie, le roza encima de su área genital, pero César lo atribuye a un accidente. Mientras le soba, la bola del pie, Sandra ahora se quita el tenis y calcetas izquierdos y, le coloca este pie, moviendo los dedos, contra sus genitales. César, congelado, la mira al rostro. Ella se ríe y sus ojos le brillan intensamente.
César despierta.
"¡No! ¿por qué? ¡besos! ¡besos! Ojalá estés muy bien Sandra, donde sea que te encuentres. ¿Cuándo se volvió mi vida tan miserable?"
César se lamenta, mientras se retuerce en el sillón.
"¿Un sillón? ¿Dónde estoy?"
César al despertar, se encontró en una sala oscura.
"¿Hola?"
Infructuosamente trata de encender una lámpara que está sobre una mesita, junto al sillón, pero no halla botón de encendido ni switch en el cable. Se dirige a la ventana, por donde entra la luz de la calle, la polvorosa cortina de velo, le deja ver fácilmente al exterior y, reconoce el parque donde se encontró a aquellas extrañas mujeres.
Camina hacia la puerta de salida, pero ésta está cerrada con llave.
"¿Hola? ¿Hay alguien en casa?"
Nerviosamente pregunta mientras camina hacia el interior de la casa. Con su mano tira un florero, pero éste solo cae contra la superficie de la alacena donde estaba, sin precipitarse, por fortuna, contra el suelo.
Ahora las luces de la sala se encienden, César voltea y ve a Lumila parada a la entrada del pasillo que lleva a las habitaciones de la casa.
"Hola, me llamo Lumila, me da gusto ver que estás bien, luego del pequeño accideante que tuviste en medio de la calle."
Ella lleva puestas su piyama de dormir, unas pantuflas verdes, muy feas y, está cubierta por una bata, que ya hace muchos años vio sus días de gloria. En su mano izquierda lleva una taza, con una bebida ya fría.
"Perdón, ¡no te entiendo! ¿Qué es este lugar? ¿qué son esas cosas que viven en el parque? ¿¡qué eran esos ovnis halla arriba!?
César se empieza a alterar, está sediento, hambriento, la ropa, la siente sucia y sudada contra su cuerpo y, esta gente extraña, los animales y los ovnis que vio, lo tienen sumamente asustado.
Lumila deja la taza sobre la mesa de la lámpara, misma que prendió tocando dos veces su base. Ella le hace gestos para aplacarlo, mientras mentalmente se calma a ella misma, porque empieza a sentir miedo de este hombre.
¿Acaso Ynos el tendero tuvo razón en preocuparse por ella? ¿y ella estúpidamente metió a un desquiciado a su hogar?
"Mira, discúlpame, quiero usar el baño y luego tomar agua y comer algo".
César al decirle esto hace gestos que indican un remolino en su estómago, con los dedos de su mano derecha indica agua cayendo contra su cabeza, luego hace el gesto de beber de un vaso, así como el gesto de llevarse una cuchara a su boca..
Lumila, le indica con gestos también, que la siga.
"Ven, sígueme"
Y lo guía hacia la otra recámara con baño completo, abre la puerta del baño y se lo muestra:
"El baño", señalando ahora la cama le dice: "la cama".
Y luego, haciendo los gestos para beber y tomar le dice:
"Te voy a traer: leche y un: emparedado".
Minutos después, luego de bañarse, César encuentra sobre la cama un viejo juego de piyamas, perteneciente al fallecido padre de Lumila y, sobre una mesa de trabajo, contra la pared contraria al baño, una charola con un gran vaso de leche y un grueso emparedado.
***
Al día siguiente, César al despertar se encontró solo en casa, Lumila tuvo que ir a trabajar. En la casa de una planta a él no le costó trabajo hallar la cocina. Esculca en el refrigerador, mismo que encuentra surtido con las cosas que uno espera hallar en todo refrigerador; se prepara algo y se sienta a comer.
Experimenta con lo que él supone es el control remoto de la pantalla colgada de la pared y logra encenderla.
Lo que ve en las distintas frecuencias, de este sistema de televisión, le confirma lo que él ya había deducido. Se encuentra en otro mundo. Y tiene toda la certeza que no es un loco sufriendo un episodio psicótico. Tiene múltiples evidencias de su pertenencia y origen en otro planeta.
Su, ahora, sucio traje, su teléfono celular, su cartera con billetes, que claramente están impresos con héroes mexicanos, su licencia de conducir, con todos sus datos en un, muy claro, idioma español. Todo esto le reafirma, que la vida que recuerda, sus padres, sus hermanos, existen ahí afuera, en algún lugar del universo.
Se siente mal, por la pena, que su desaparición, debe de estar causando a su familia.
Ahora su atención al monitor se ve incrementada al ver escenas de un cono invertido, como el que le causó el desmayo en el parque, descargando esas aeronaves que semejan golondrinas, sobre un mundo con atmósfera color rosa y un enorme sol rojo dominando su cielo.
César no puede entender que se narra en la transmisión pero supone se trata de algo relacionado con el comercio. Ya que tres de estas " golondrinas" son seguidas hasta que se posan junto a una inmensa bodega, donde hombres en trajes atmosféricos esperan junto a una docena de trailers, así como montacargas.
Así, que mágicamente se vio transportado a una civilización tipo III en la escala de Kardashev; una civilización galáctica.
¿Habrá aliens? ¿qué tipo de relación llevarán con esta versión de la humanidad? Y respecto a su trágicamente milagroso arrebato, él recuerda haber leído en un viejo libro de Selecciones del Reader's Digest, sobre un soldado español en la Nueva España que de repente se encontró con que había sido, por decirlo de alguna manera, teletransportado a las Filipinas.
Tal vez este mundo es una simulación, un videojuego, y el jugador se divierte, a veces, arrancando a los personajes de su ambiente natural y llevándolos a otros escenarios.
Y él piensa sobre su futuro inmediato, ¿qué clase de civilización es esta? ¿democrática o autoritaria? ¿lo irán a encarcelar al no poder demostrar su ciudadanía? ¿o lo internarán como un idiota por no poder hablar el idioma local?
Adaptarse es la clave para sobrevivir. Cuando esta grandota mujer que le dio asilo regrese (siempre y cuando no venga acompañada por el servicio secreto o enfermeros del psiquiátrico) le va a solicitar que le comience a enseñar el idioma.
Porque para bien o para mal "aquí estoy".
César Lacroix es un exitoso joven ingeniero en sistemas, desde que egresó de UPIICSA, todo ha sido bonanza para él. Hace ocho años ingresó a trabajar a Pemex y, ya es subgerente, en la subgerencia de desarrollos de sistemas.
Y este lunes al mediodía él se siente pleno y realizado, el sol brilla en todo lo alto contra un cielo azul de fondo.
Tuvo que abandonar el centro corporativo de Pemex para ir a actualizar su información en la Caja de Ahorro de la cooperativa de trabajadores de Pemex, justo en la acera de enfrente.
En la entrada de la cooperativa, situada en la planta baja de un gran edificio construido en lo que otrora fuera un lote usado como estacionamiento público, pusieron el acceso en forma de letra L, entre paredes de cristal, vigilado por un guardia armado. Una evidencia más de la decadencia de la paz social en la Ciudad de México.
No importa que César sea jefe, el guardia lo increpa con su voz hosca:
"¿A qué asunto viene?"
"Vengo a actualizar mis datos personales. Me llegó una carta sobre que los miembros de la cooperativa tenemos que venir a hacerlo".
"Pase a cualquier cubículo desocupado, una ejecutiva lo atenderá".
César entra y al azar escoge el tercer cubículo.
"Buenos días señorita vengo a actualizar mis datos".
"Siéntese señor por favor".
Sí bien por su posición como subgerente está acostumbrado a que le hablen de usted o se refieran a él como: "ingeniero", jamás se ha podido acostumbrar a que le digan: "señor". Porque eso implica que ¿lo consideran viejo? Él está, y se siente joven.
La ejecutiva le pide su número de socio, ficha, nombre completo, edad, CURP, cuenta de depósito bancario.
"Oiga", César le pregunta, "pero, toda esa información son datos que ustedes ya tienen..."
"Sí señor así es, pero por orden del SAT se nos exigió actualizar todos los datos de los socios de la cooperativa".
"¿Y no los pudieron solicitar, los datos, vía correo electrónico?"
"No porque, tenemos que archivar fotocopias de la credencial de elector, así como, de la credencial de Pemex".
César se queda sorprendido por haber sido víctima de burócratas incompetentes, y se siente como un analista que se escapa a mediodía, a perder el tiempo...
Luego de que la señorita se tardara sacando las fotocopias de sus credenciales, César impaciente le pregunta:
"¿Es todo?"
"Sí señor".
Él se pone de pie, luego de desearle un buen día. Ahora tiene que pararse en la puerta para que, el guardia, la abra y le permita retirarse.
"¿Ya se va señor?"
César siente ganas de contestarle que se paró cerca de él solo para admirarlo...
"Sí, ya me retiro..."
¡Caramba! ¿Cuánto tiempo le costó hacer este trámite inútil? Como cuarenta y cinco minutos desde que salió de su despacho y le avisó a Aurora, su secretaria, que venía para acá.
La banqueta de la entrada lateral del centro corporativo de Pemex, a la que él se dirige atravesando la calle, es un pequeño bazar. Un libro, a la venta, en el puesto de periódicos llama su atención, Anubis, el dios chacal, de la muerte egipcio, en la portada.
César no ve a un ciclista que viene a toda velocidad y en sentido contrario; el ciclista no es ni para gritarle "¡golpe va!" Lo impacta de costado y César cae, azotándose violentamente la cabeza contra el pavimento.
¿El ciclista se detuvo a socorrerlo? ¡No! ¡Le valió! Una multitud se arremolina en torno a César.
"Está muerto..."
Dice un gigantesco hombre, con cara de niño, que se hincó a tomarle el pulso en la muñeca y en una arteria carótida.
Ha sido un arduo día de trabajo en la planta de algas y luego de su turno de ocho horas, sin pausa para tomar siquiera un lunch, Lumila checa su salida.
Ella con desgano se forma en el scan óptico, uno de varios, que con una captura del iris, registra la entrada y salida de los obreros de la planta. Una fila de una docena de mujeres vestidas con falda larga y camisa acompañante, ambas de mezclilla azul deslavado, largos guantes de látex, botas de trabajo, con suela de caucho y, el cabello recogido y cubierto por una pañoleta verde claro.
La empujan desde atrás. Ella voltea y ve que se trata de Anazda, una madre de tres niños, joven de edad pero ya avejentada por esta vida tan trajeteada.
"Perdón Lumila, tenía la mirada baja mientras me removía los guantes y, no te vi".
"No te apures Anazda, ¿por qué se tardan tanto checando? Pareciera que al checar la salida se ponen a leer el manual completo para la elaboración de soya partir de las algas."
Anazda solo le regresa una sonrisa en su rostro cansado.
Después de varios minutos más de espera, por fin Lumila se encamina a la salida.
Es una tarde iluminada y fresca. Ya en la calle ella se ve impedida de caminar rápido, debido a la multitud que se genera, al encontrarde las obreras del turno que recién sale, con las obreras que van entrar a laborar.
Una vez superada la multitud, su única compañía es el rugir de los motores de los tráileres, cargados de soya, que salen de la planta.
***
César despierta confundido, desubicado y con dolor de cabeza. Lo último que recuerda es que se sentía enojado por haber perdido tiempo en la cooperativa; y ya después de eso, su mente está en blanco.
Se incorpora sentándose y, siente yerba contra sus manos, abre sus ojos y, se da cuenta que está en el campo.
"¿QUÉ JODIDOS?"
Ahora sí está totalmente confundido. Su mente de inmediato trata de racionalizar la situación.
"¿Qué pasó? Me imagino que, me obligaron a subir a un auto y, me llevaron a vaciar mis tarjetas de crédito, y luego, vinieron a tirarme a la carretera, luego de golpearme..."
César calcula que deben ser cerca de las seis de la tarde, por la luz crepuscular y el viento fresco que sopla. Lleva su mano al interior del saco y, por fortuna, no le quitaron el celular. Y revisándose, su cartera ¡también está!
En la pantalla nota el icono de: red celular no disponible. Aún así trata de llamarle al ingeniero Carlos, unos de sus superintendentes. Pero, es inútil, no hay señal.
"¿Dónde estoy?"
Se pone de pie y se encamina hacia una carretera cercana, que nota a escasos metros de donde despertó.
"A ver, el sol se pone al oeste, entonces, este y norte por allá, por lo tanto, escojo caminar al sur".
Luego de varios minutos, él se extraña que no ha visto ni un solo automóvil, ni casas, ni personas a pie o bicicleta. Solo perros ocasionalmente, que lo voltean a ver para olfatearle y luego se alejan.
Eso sí, ya ha contado al menos siete tráileres que lo pasan en sentido contrario hacia el norte.
"Nunca había notado esa empresa".
A él, que desde siempre le han gustado loa vehículos, le parecieron bonitos los diseños futuristas de los tractocamiones.
***
Lumila camina pensativa, de vuelta a casa, y ahora sí que literalmente, va comiendo el polvo y humo de los traileres, cargados de soya, que salen de la planta.
Ella es una técnica especialista en procesamiento, esto significa que ella sola podría dirigir la planta, al frente de todas las obreras. De no ser porque el sindicato puso a una hija de una de las líderes de las secciones sindicales al frente.
Y Lumila es jefa de trituradoras únicamente.
El proceso completo se puede sumarizar en: recibir las algas, vaciarlas a los tanques de lavado, unos gigantescos tanques de cerca de diez metros de diámetro, y tiene veinticuatro la planta. De los tanques, bandas transportadoras llevan las algas a hornos de secado. Para a continuación, pasar a trituradoras, que reducen las algas a fino polvo.
De hecho la etapa que más intervención humana requiere es el empacado. Obreras con pequeñas palas echan la soya a bolsas de plástico, de tamaño mediano, más abajo de la banda transportadora, otras obreras las introducen, cada bolsa, a sus cajas individuales y, más abajo, obreras introducen una docena de cajas en cajas, para su distribución, y por último, otras obreras arman los contenedores para su embarque a bordo de los traileres.
***
César, al fin, luego de media hora caminando, llega a los límites de la zona urbana, hay casas, calles, alumbrado público y gente. Parece ser, para él, un desarrollo habitacional de interés social.
Y se encamina hacia un parque, donde puede ver a niños jugando en unos juegos infantiles y, siendo cuidados por un grupo de mujeres.
"¡Bien! ahora a preguntarles donde hay una tienda de conveniencia y un sitio de taxis".
En su extraña experiencia César se cuestiona por qué no le robaron nada. Ahora se pregunta si a lo mejor no lo golpeó un automóvil y, creyéndolo ebrio, al estar él atarantado por el golpe, algún buen samaritano, bastante metiche, lo subió a un taxi y, a bordo del mismo, él perdió por completo el conocimiento y, el taxista enfadado lo botó en la carretera.
En fin, César se acerca a las dos mujeres más próximas, quienes están sentadas en una banca de concreto, platicando, mientras que con su presencia, hacen guardia a los niños.
Al ir avanzando, con la esquina de su ojo derecho nota que varios animales se arrastran, pero al voltear a ver, se da cuenta que es un grupo de pajarillos regordetes picando la hierba.
"¡Hola! buenas tardes, verán me encuentro perdido y..."
Las mujeres hacen gestos y ademanes, indicación de que, no comprenden que les está diciendo.
Al acercarse un niño, por curiosidad, una de ellas lo toma en brazos y se retira, defensivamente, varios pasos hacia atrás.
Ahora César está muy confundido. La mujer más joven se pone de pie y se aproxima a él hablando en un lenguaje ininteligible para él. César ahora , examina lo que ya había notado, que las mujeres y los niños, visten de manera extraña.
"¿Son acaso gitanos o menonitas?"
César pone en uso, su jamás empleado curso de Alemán:
"Sprechen Sie Spanisch?"
La mujer sigue manifestando que no le entiende y, a continuación, llama a los niños y se marcha hablando en su extraña lengua, junto a la otra mujer que lleva protectivamente al otro pequeño en brazos.
"¿Qué carajos pasa con esas mujeres?"
Y otra vez con el borde de sus ojos percibe a unos animales reptando. Esta vez voltea a tiempo para poderlos observar bien. Gordas y emplumadas babosas, unas ocho, se arrastran muy cerca de él; estas de un salto, al llegar a un parche de yerba, se ponen en dos patas, y es cuando adoptan su forma de ave y, se ponen a picar en busca de insectos.
"¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ?"
César atraviesa corriendo el parque, en su carrera, asustando ahora a un grupo de babosas, tan grandes como palomas. Jadeante se recarga contra la pared de un local, que es obviamente una tienda de abarrotes, debido a los productos mostrados en las varias repisas, así como los refrigeradores con sus puertas de vidrio, mostrando botellas de bebidas.
Ahora un hombre ¿el propietario? notándolo angustiado y jadeante, lo corre groseramente, gritándole cosas en la misma extraña lengua.
César no quiere una confrontación y, mejor decide retirarse. Enfila de vuelta hacia el parque, pero se acuerda de las babosas, da la media vuelta y, se queda parado en medio de la calle. Una visión en el cielo lo deja estupefacto, congelado:
Un gigantesco cono negro invertido, se materializó justo después de un flash de luz y, casi de inmediato, para lo que César semejaban ser inmensas golondrinas, se desprendieron de toda la superficie del objeto.
La mente de César ya no pudo seguir haciendo frente a tanto asalto a sus sentidos y, él cae desmayado contra el pavimento.
Las "golondrinas" son aeronaves que descienden desde el carguero translumínico interestelar, trayendo carga, mercancías, turistas, oficiales y hombres de negocios de alguna de la miríada de líneas hacia las estrellas.
Lumila, llegando desde el sur, abandona la carretera y entra a la zona habitacional, donde ella tiene su domicilio. Su padre, debido a que fue un burócrata, que se jubiló con un alto puesto en la contraloría mayor de la sección noroeste, pudo tener el derecho a ser asignado con una de las casas más grandes y mejor ubicadas del complejo.
Y él pensando en su, en ese entonces pequeña, Lumila, quiso dejarle un legado que le diera confort y, una preocupación menos, en su vida adulta.
Y es debido a esto que Lumila tiene esta gran casa, una verdadera residencia: cocina, tres recámaras, dos baños y medio y un pequeño jardín trasero. Y la ubicación es excelente, frente al parque.
Lucila se da cuenta que una multitud observa a alguien tirado en medio de la calle, a escasas casas de distancia de donde ella vive. Su carácter es proactivo y de liderazgo. Ella se abre paso entre la docena de personas, niños en su mayoría, que observan el cuerpo tirado.
El propietario de la tienda de abarrotes, con una rodilla en el suelo, le está dando palmadas en el rostro a César para despertarlo. Cuando el propietario y, el resto de la gente notan la presencia de Lumila, mentalmente, le ceden autoridad sobre la situación. Su puesto en la planta, como jefa de trituradoras, le confiere un aura de autoridad, ya que ella no es una obrera inculta más; además la gente aún tiene muy presente el alto puesto, que su fallecido padre, tuvo en el gobierno.
"¿Qué le ha pasado a este hombre?"
"Se comportaba como, con un ataque de histeria, jadeaba y, se veía confundido. Yo lo corrí de mi tienda, se dirigió al parque, pero luego se regresó aquí, al medio de la calle y, perdió el conocimiento".
Un trueno sobre ellos, que todos ignoran, solo los niños más pequeños voltean al cielo, a mirar el vórtice de vapor, que la partida de carguero translumínico interestelar ha dejado.
"Ynos, y tú, llevenlo sobre hombros a mi casa". Lumila le ordena al propietario de la tienda de abarrotes y al más grande de los jóvenes presentes.
Minutos después, César es depositado sobre un sofá en la sala, de la casa de Lumila.
Ynos y el súperdesarrollado jovencito, miran como tontos el austero interior del lugar de residencia de la jefa de trituradoras de la planta de soya. La casa es grande, comparada con la casa típica de un trabajador promedio, pero en realidad Lumila vive tan sencillamente como los demás y, hasta Ynos piensa que le hacen falta muebles.
"Bueno, ahora yo me encargo de este pobre diablo".
"Lumila, ¿segura? considera que es un extraño fuera de sí y, tal vez hasta es un drogadicto".
"Ynos, mira las extrañas ropas que trae puestas; posiblemente es alguien que recién llegó de fuera del planeta y, el cambio de gravedad, luz y sobre todo, de la composición atmosférica, le causaron una alteración biológica y mental.
Ahora, si gustan dejarme sola, gracias."
Lumila encamina por el codo, a Ynos y, el joven, por automático respeto a sus mayores, los sigue. Una vez que ya están fuera, ella le echa llave a la puerta. Y luego se encamina a su cuarto, para bañarse en el baño adjunto.
A Lumila no le preocupa César, se nota que él es un hombre perteneciente, tal vez, a la clase comerciante o gubernamental, en uno de los tantos mundos de la galaxia.
***
César va caminando, de noche, en la zona comercial de Ciudad Satélite, que se encuentra junto al Periférico, frente al Wal Mart y la tienda departamental Suburbia.
Llega a una esquina donde hay un Seven Eleven y, junto a éste, un edificio blanco de tres niveles. En este edificio los dueños rentan pisos, donde toda la tarde se imparten clases de: artes marciales, pilates, danza, música.
César, al llegar al edificio, en una sección de la fachada que está alta, ve a una adolescente sentada, con su cabello claro ocultándole el rostro, ella está ocupada escribiendo un mensaje en su celular. Ahora, él camina lentamente hacia ella, incrédulo e inseguro de si en verdad se trata de ella...
"¿Sandra? ¿¡Sandra!? ¿En verdad eres tú?"
La joven deja su celular y voltea a verlo.
"¡Sandra!"
Él se lanza hacia ella y, como la joven está sentada en ese lugar alto, el abrazo de César lo hace quedar a la altura de la cintura de ella. Luego de varios segundos, se separan.
Ella se retira, de la manera sensual que siempre le gustó a César, el cabello de su rostro, Sandra todavía usa ese provocador guante negro, de encaje, en su mano izquierda. Con su voz suave de siempre, ella le contesta.
"Hola César, que milagro, me da gusto verte. Hace mucho que no venías por aquí."
Atrás de César, en la banqueta, una pelota de basquetbol pasa botando.
"¡Es increíble! ¡No lo puedo creer! ¿Hace cuánto que no te veía? ¿Quince años? ¡Estás idéntica!"
Ella no deja de mirarlo, con su linda sonrisa.
"Mi mamá no me contesta, le estoy escribiendo un mensaje para que ya venga por mi".
"¿Aún sigues tomando clases de guitarra?
"Sí, me gusta mucho". Y ella le da unas palmaditas al estuche de la guitarra, a su lado. Y luego le dice:
"Oye, jamás fuimos a patinar como habíamos planeado. Deberíamos de planearlo para este fin de semana. Mis amigas Aline y Pau me preguntaban precisamente sobre si ya había planeado que hacer este viernes en la tarde y yo pensé justamente en ir a la pista de hielo, tú podrías invitar a Saúl, quiero presentárselo a Aline".
A pesar del gusto sentido por haberse encontrado a Sandra, César ahora comienza a sentir una gran frustración, porque ella no para de hablar y él, muere de ganas de decirle que siempre le ha gustado, que lo deje amarla y que le de, los teléfonos de su casa así como el de su celular.
Y ahora, sumado a esto, él se acongoja porque, la sirvienta de Sandra se para a unos metros de distancia, en la banqueta, a vigilarla y a protegerla de él. Ella, saca de la bolsa del mandil de su uniforme un teléfono y se pone a hablar, viéndolos.
De seguro le está avisando a la madre de Sandra que él está platicando con su hija.
Sandra sigue contándole cosas, ahora sobre un raro vídeo en YouTube. Ella se quita el tenis derecho, la calceta y se comienza a sobar el pie.
"Déjame sobartelo", César le dice casualmente. Sandra al bajar su pie, le roza encima de su área genital, pero César lo atribuye a un accidente. Mientras le soba, la bola del pie, Sandra ahora se quita el tenis y calcetas izquierdos y, le coloca este pie, moviendo los dedos, contra sus genitales. César, congelado, la mira al rostro. Ella se ríe y sus ojos le brillan intensamente.
César despierta.
"¡No! ¿por qué? ¡besos! ¡besos! Ojalá estés muy bien Sandra, donde sea que te encuentres. ¿Cuándo se volvió mi vida tan miserable?"
César se lamenta, mientras se retuerce en el sillón.
"¿Un sillón? ¿Dónde estoy?"
César al despertar, se encontró en una sala oscura.
"¿Hola?"
Infructuosamente trata de encender una lámpara que está sobre una mesita, junto al sillón, pero no halla botón de encendido ni switch en el cable. Se dirige a la ventana, por donde entra la luz de la calle, la polvorosa cortina de velo, le deja ver fácilmente al exterior y, reconoce el parque donde se encontró a aquellas extrañas mujeres.
Camina hacia la puerta de salida, pero ésta está cerrada con llave.
"¿Hola? ¿Hay alguien en casa?"
Nerviosamente pregunta mientras camina hacia el interior de la casa. Con su mano tira un florero, pero éste solo cae contra la superficie de la alacena donde estaba, sin precipitarse, por fortuna, contra el suelo.
Ahora las luces de la sala se encienden, César voltea y ve a Lumila parada a la entrada del pasillo que lleva a las habitaciones de la casa.
"Hola, me llamo Lumila, me da gusto ver que estás bien, luego del pequeño accideante que tuviste en medio de la calle."
Ella lleva puestas su piyama de dormir, unas pantuflas verdes, muy feas y, está cubierta por una bata, que ya hace muchos años vio sus días de gloria. En su mano izquierda lleva una taza, con una bebida ya fría.
"Perdón, ¡no te entiendo! ¿Qué es este lugar? ¿qué son esas cosas que viven en el parque? ¿¡qué eran esos ovnis halla arriba!?
César se empieza a alterar, está sediento, hambriento, la ropa, la siente sucia y sudada contra su cuerpo y, esta gente extraña, los animales y los ovnis que vio, lo tienen sumamente asustado.
Lumila deja la taza sobre la mesa de la lámpara, misma que prendió tocando dos veces su base. Ella le hace gestos para aplacarlo, mientras mentalmente se calma a ella misma, porque empieza a sentir miedo de este hombre.
¿Acaso Ynos el tendero tuvo razón en preocuparse por ella? ¿y ella estúpidamente metió a un desquiciado a su hogar?
"Mira, discúlpame, quiero usar el baño y luego tomar agua y comer algo".
César al decirle esto hace gestos que indican un remolino en su estómago, con los dedos de su mano derecha indica agua cayendo contra su cabeza, luego hace el gesto de beber de un vaso, así como el gesto de llevarse una cuchara a su boca..
Lumila, le indica con gestos también, que la siga.
"Ven, sígueme"
Y lo guía hacia la otra recámara con baño completo, abre la puerta del baño y se lo muestra:
"El baño", señalando ahora la cama le dice: "la cama".
Y luego, haciendo los gestos para beber y tomar le dice:
"Te voy a traer: leche y un: emparedado".
Minutos después, luego de bañarse, César encuentra sobre la cama un viejo juego de piyamas, perteneciente al fallecido padre de Lumila y, sobre una mesa de trabajo, contra la pared contraria al baño, una charola con un gran vaso de leche y un grueso emparedado.
***
Al día siguiente, César al despertar se encontró solo en casa, Lumila tuvo que ir a trabajar. En la casa de una planta a él no le costó trabajo hallar la cocina. Esculca en el refrigerador, mismo que encuentra surtido con las cosas que uno espera hallar en todo refrigerador; se prepara algo y se sienta a comer.
Experimenta con lo que él supone es el control remoto de la pantalla colgada de la pared y logra encenderla.
Lo que ve en las distintas frecuencias, de este sistema de televisión, le confirma lo que él ya había deducido. Se encuentra en otro mundo. Y tiene toda la certeza que no es un loco sufriendo un episodio psicótico. Tiene múltiples evidencias de su pertenencia y origen en otro planeta.
Su, ahora, sucio traje, su teléfono celular, su cartera con billetes, que claramente están impresos con héroes mexicanos, su licencia de conducir, con todos sus datos en un, muy claro, idioma español. Todo esto le reafirma, que la vida que recuerda, sus padres, sus hermanos, existen ahí afuera, en algún lugar del universo.
Se siente mal, por la pena, que su desaparición, debe de estar causando a su familia.
Ahora su atención al monitor se ve incrementada al ver escenas de un cono invertido, como el que le causó el desmayo en el parque, descargando esas aeronaves que semejan golondrinas, sobre un mundo con atmósfera color rosa y un enorme sol rojo dominando su cielo.
César no puede entender que se narra en la transmisión pero supone se trata de algo relacionado con el comercio. Ya que tres de estas " golondrinas" son seguidas hasta que se posan junto a una inmensa bodega, donde hombres en trajes atmosféricos esperan junto a una docena de trailers, así como montacargas.
Así, que mágicamente se vio transportado a una civilización tipo III en la escala de Kardashev; una civilización galáctica.
¿Habrá aliens? ¿qué tipo de relación llevarán con esta versión de la humanidad? Y respecto a su trágicamente milagroso arrebato, él recuerda haber leído en un viejo libro de Selecciones del Reader's Digest, sobre un soldado español en la Nueva España que de repente se encontró con que había sido, por decirlo de alguna manera, teletransportado a las Filipinas.
Tal vez este mundo es una simulación, un videojuego, y el jugador se divierte, a veces, arrancando a los personajes de su ambiente natural y llevándolos a otros escenarios.
Y él piensa sobre su futuro inmediato, ¿qué clase de civilización es esta? ¿democrática o autoritaria? ¿lo irán a encarcelar al no poder demostrar su ciudadanía? ¿o lo internarán como un idiota por no poder hablar el idioma local?
Adaptarse es la clave para sobrevivir. Cuando esta grandota mujer que le dio asilo regrese (siempre y cuando no venga acompañada por el servicio secreto o enfermeros del psiquiátrico) le va a solicitar que le comience a enseñar el idioma.
Porque para bien o para mal "aquí estoy".
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