martes, 21 de julio de 2015

GRIEGOS TRAYENDO REGALOS (Relato original)

GRIEGOS TRAYENDO REGALOS

Al matrimonio Correa lo encontramos muy feliz en su departamento, este sábado al mediodia están ocupados preparando comida griega, para sus invitados que en un par de horas llegarán a comer, los Tasoulis.

Sandra Correa bajó del internet como prepararles, al compañero de su marido en la oficina, y la esposa de éste, sandwiches de pan pita, una ensalada griega preparada con pepino, jitomate, con aceitunas negras y jugo de limón.

Andrés, cantando, la abraza desde atrás y le planta un beso en la mejilla, y luego se retira cantando “Burundanga” a su recámara para arreglarse. Ayer vieron en la televisión una película de Tin Tan, donde él la cantó, desde entonces a Andrés no se le sale de la cabeza la graciosa canción.

Noventa minutos después teniendo todo listo, los Correa están nerviosamente emocionados por recibir ya a los Tasoulis, causa emoción interactuar con extranjeros, la anticipación de las cosas que van a relatar de su país de origen, sobre sus costumbres, el escucharlos hablar en griego, a lo mejor cosas que van a traer de obsequio, tal vez traigan revistas, así como fotografías personales.

Este nerviosismo los hace que Sandra y Andrés estén jugueteando, se abrazan, se tiran sobre los sillones, se besan.

“¡Ya Andrés! Vas a despeinarme.”

Ante esto él la toma de la mano, la toma hacia él y la abraza por la cintura. En eso, suena el timbre de la casa; el carillón del Big Ben de Londrés les anuncia a los Correa que sus huéspedes han llegado a su departamento.

***

Andrés se dirige a la puerta, arreglándose la ropa y el cabello, abre la puerta y justo afuera el matrimonio de los Tasoulis lo esperan con grandes sonrisas en sus rostros.

“¡Christos! ¡María! Que placer recibirlos en nuestro hogar. Mi amor, Sandra, acércate, mira conoce a mi amigo y a su encantadora esposa, ellos son Christos y María.”

Y Sandra los saluda a cada uno ofreciéndoles su mano y luego intercambiando un beso al aire en la mejilla como se acostumbra en México.

“María, estás preciosa, ven vamos a la sala.” Sandra se la lleva tomada de la mano. Y Andrés y Christos las siguen lentamente.

“Andrés espero no te importe, me permití traer esta botella de vino blanco.” “¡Ah! No, no te preocupes, muchas gracias, déjame llevarlo al refrigerador para que continúe frío. ¡No hombre que detalle Christos!”, y ya desde la cocina le dice, “pasa a la sala a sentarte.”

Y en la sala platican alegremente Sandra y María, y en la sala del centro, sobre el cristal, María colocó una bolsa con obsequios que les trajeron a los Correa.

"¿Y entonces qué tal les va la vida aquí en México Christos?" Andrés le pregunta. "¡Uf!, no me puedo quejar, a María le gusta mucho su país". Y ella agrega: "Sí, es maravilloso e inmenso, el mes pasado nos fuimos en un tour a una gruta en Morelos, es otro mundo aquí". "Espero, más bien deseo que SAP me deje varios años aquí de consultor". Christos les dice, y ahora Sandra le contesta: "Eso de andarse mudando por el trabajo, cada cuantos meses es horrible, no te permite echar raíces, ni identificarte con el sitio ni las personas. Mi papá era auditor en Pemex, y cuando era niña así nos traían, ¡como gitanos!".

Así transcurren los minutos en el intercambio de la pequeña charla. Sandra se levanta a la cocina para traer los sandwiches pan pita y la ensalada griega. Y Andrés que ya había sacado la botella de vino blanco del refrigerador, la descorcha, y les sirve a sus amigos, y además dos copas, para su esposa y él.

"Ah pita, me gusta, gracias Sandra, pero esperábamos comer un mole poblano y chiles rellenos". Christos le comenta esto a ella, mientras le guiñe un ojo a su esposa María. Los Correa al notar este intercambio, y junto a los Tasoulis, estallan en carcajadas.

"Sí es decepcionante que México no sea tan mexicano", agrega María y prosigue, "en el condominio horizontal donde vivimos se organizó una fiesta, y yo le pregunté a Liz, mi vecina, si esa iba a ser una fiesta mexicana, y me contestó que sí, Christos y yo nos emocionamos mucho, yo me imaginaba que iban a estar presentes mariachis y que se iba a romper una piñata, pero cuando esa noche del viernes hicimos acto de presencia, nos encontramos solo con gente tratando de platicar, en pequeños grupos, por encima de música de Lady Gaga a todo volumen."

"Sí, la homogeneización de culturas que la vida moderna trae; por ejemplo, te encuentras los mismos metrobuses rojos y largos en las calles de la Ciudad de México, Sydney y Londres", Sandra le contesta.

Departen alegremente hasta terminar de comer, e igualmente se beben completa la botella del vino blanco.

"Bueno Sandra, Andrés, ustedes son magníficos anfitriones, les estamos sumamente agradecidos que nos hayan recibido en su piso esta tarde", Christos les dice a los Correa, y María ya de pie con su bolso en la mano, ahora se dirige a Sandra:

"Muchas gracias Sandra, pues, nos mantenemos en contacto."

Y los Tasoulis y !os Correa intercambian apretones de manos y besos en la mejilla respectivamente. Y finalmente los griegos atraviesan la puerta de salida del departamento, y Andrés la cierra tras ellos.

Andrés corre a asomarse a la ventana de la sala para ver hacia la calle y al área donde los Tasoulis dejaron su auto estacionado, al ver que ellos se alejan por la avenida, abordo de su Honda coupé plateado, ahora se voltea hacia la mesa de centro en la sala, toma la bolsa de regalos que estos habían traído, y se dirige de prisa a la cocina, donde, a través de la ventana de esta, la lanza para que termine estrellada contra el piso del estacionamiento, siete pisos abajo.

Mientras él hacía esto, Sandra primero lo siguió extrañada con la vista, y luego fisicamente, de prisa, incrédula y preocupada hasta la cocina.

"¡Pero por todos los santos Andrés!, ¿QUE HICISTE?"

Y Andrés le contesta, con un tono de voz y lenguaje corporal que muestran que él está convencido de sus acciones:

"¿Nunca has escuchado que hay que cuidarse de los griegos trayendo regalos?"

Relato original por Carlos Santillán

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