lunes, 28 de diciembre de 2015

Fantasigoria



Antología de relatos cortos, mismos que abordan diversos temas: ficción, misterio, ciencia ficción, costumbrismo, policiaco, fantasía. Todos temas de mi interés, sobre los cuales ya he editado otras antologías, disponibles también en descarga gratuita. Gracias por leer. Carlos M. Santillán.

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jueves, 24 de diciembre de 2015

SILENCIO



Fabián cierra la puerta encerrando a los perros dentro del minúsculo cuarto; siente que su corazón le pesa enormemente por haber hecho esto.

El par de perritos rascan, desesperadamente, con sus garras la puerta. Fabián siente culpa y se retira lentamente y acongojado. Abandona la sala contigua al cuarto donde los dejó.

Reflexiona que esto que acaba de hacer es triste, pero era necesario.

Apaga la luz de esta sala y se recarga en la pared fuera de ésta.

Fabián con el corazón partido escucha como los lamentos y, el rascado contra la puerta, de ambos perritos son cada vez más escasos, menos intermitentes. Él se queda afuera de esta sala hasta que se hace el silencio.

***

A la mañana siguiente, Fabián baja corriendo de su habitación, atraviesa velozmente la cocina y con gran anticipación abre la puerta del cuartito de lavado. Los dos perritos hacen un escándalo con sus ladridos, se le paran en las piernas para saludarlo. Fabián se agacha y abraza a ambos animales.

Ahora él abre la puerta corrediza que da al gran jardin. Ambos perros salen como bala, felices y ladrando.

Fabián tiene cerca de sesenta compañeros de clase, pero solo dos amigos de verdad.

Relato por Carlos Santillan

lunes, 21 de diciembre de 2015

EL ABOGADO



En la cuadra, de esta colonia residencial, un joven abogado rentó una casa y puso su despacho. Cosa que molestó sumamente a Don Justo, porque ahora la calle se llena de los automóviles de los otros abogados y secretarias que ahí trabajan.

Y Don Justo ya ha tenido sus problemas con estos abogados, una vez corrió a uno que se estaba estacionando en su banqueta y se hicieron de palabras. Desde entonces, cada vez que Don Justo pasa frente al despacho de los abogados, les lanza su 'mirada asesina'.

Y más coraje le da de ver los bonitos automóviles que el joven abogado siempre trae; puros clásicos: Malibú, Mustang, Monte Carlo. Todos pristinamente restaurados.

Son un problema los vecinos ¡todos! Es lo que Don Justo piensa. Unos dejan los botes de basura, llenos, exhibiéndolos en la banqueta, otros no barren las hojas ni volantes y periódicos, mismos que el viento termina soplando hacia su casa.

Pero los peores vecinos, son los que sacan sus perros a cagar las banquetas de otras casas, ¡que cochinada! Y que desobligados estos vecinos con su valemadrismo que se cargan.

Cansado de esta situación, de las cacas de las mascotas, Don Justo camina hasta la caseta de vigilancia de la cerrada (al pasar frente al despacho del joven abogado lanza su 'mirada asesina').

Don Justo llega a la caseta de vigilancia, cuando se iba aproximando, nota la gran residencia que se encuentra en contra esquina, ésta ocupa casi media cuadra, es de tres plantas y tiene múltiples garages, se puede ver hacia adentro de ellos y se ven estacionados lujosos vehículos.

"¡Tomás!" (así se llama el vigilante)
"¿Dígame Don Justo?"
"¡Oye! ¡Que porquería! Ya estoy harto de estar recogiendo cagadas de mi banqueta... Te voy a pedir que cuando veas que entran, a la calle, gente con perros, como los muchachos esos que cobran y andan con un montón de perros paseando, que no los dejes entrar..."
"Uuy Don Justo, no se le puede decir nada a la gente, ¡se enojan!"
"Ponte firme, y no los dejes pasar".
"Pues... A ver qué se puede hacer Don Justo..."

Ante esta respuesta timorata del vigilante, Don Justo emite un gruñido de desaprobación y con sus brazos hace un ademán de arrojar, al inútil de Tomás el vigilante. Y se regresa caminando rápidamente a su casa. Hasta se le olvida lanzar su 'mirada asesina' al despacho del joven abogado.

***

Han transcurrido varios días, y Don Justo se encuentra podando un par de arbolitos que tiene en la banqueta. Es un martes en la tarde.

De la gran residencia, en contra esquina de la caseta de vigilancia, salen dos mujeres con cuatro perros pequeños, sujetos con correas, los perros, poodles, traen un gran escándalo, felices por haber sido sacados a pasear. Pero un importante detalle, las mujeres no llevan bolsas ni recogedores para las cacas de sus perros.

Y se dirigen hacia la caseta de vigilancia, con la intención de pasear en esta calle cerrada a sus mascotas. Cuando se aproximan a la caseta ellas van platicando de trivialidades:

"Entonces mamá, le dije a Rodrigo que si quiere seguir saliendo conmigo, se olvide de su mamá, que no me la mencione para nada". "Sí hija, haces bien, un hombre con mamitis es un inútil y retrasado mental..."

Tomás el vigilante, al verlas aproximarse, se dirige respetuosamente a ellas, bloqueándoles el paso.

"Perdón señoras, pero a los vecinos de la calle no les gusta que se paseen perros aquí, porque les arrancan el pasto de las banquetas y dejan sus dueños sus suciedades que no recogen".

Y debido a que un "gato" se atrevió a dirigirles la palabra, estas mujeres se ponen energúmenas.

"¡GATO IMBÉCIL! ¿QUIÉN CHINGADOS TE CREES?" La mamá le grita esto al pobre de Tomás y a continuación se acerca a él y le planta una senda chachetada:

¡PAAAAS!

Y la hija, ya histérica (malcogida) le marca a su papá, quien está en casa.

"¡PAPÁ! ¡EL IMBÉCIL DEL VIGILANTE DE LA CASETA DE ENFRENTE NOS ESTÁ FALTANDO AL RESPETO!"

No se alcanza a distinguir por los gritos histéricos de ambas, ni por el escándalo de los poodles, qué es lo que responde el papá.

Y debido al escándalo y al show Don Justo ya está a media calle presenciando todo esto a la distancia.

Nadie sabe que el papá es un jubilado que tuvo distintos cargos en la administración pública, saltando de secretaría en secretaría de gobierno; así es como hizo dinero.

Y "papá" sale hecho todo un energúmeno, de su hermosa casa, llevando ¡una pistola escuadra en sus manos!

Y al aproximarse al pobre de Tomás le grita:

"¡TE VOY A MATAR PINCHE INDIO, NACO, MIERDA!"

Papá se siente superior por su dinero y por su apariencia (es un hombre de unos setenta años, blanco, alto, calvo y sus lentes lo hacen verse "intelectual").

El pobre de Tomás sale corriendo, y porque siempre ha sido amable el joven abogado con él, va y toca la gran puerta de aluminio, desesperadamente con las palmas de sus manos.

"¡LICENCIADO! ¡LICENCIADO! ¡ME QUIEREN MATAR!"

Ser amenazado de muerte es un shock para él, al pobre le pagan una miseria por ser el vigilante de la cuadra, y su única arma, es el cuaderno donde anota a los visitantes a la cerrada.

Para todos los involucrados en este desagradable incidente Don Justo les resulta invisible, ahí inmóvil viendo todo, debido a la visión de túnel.

El joven abogado abre la puerta de su despacho y sorprendido le cuestiona a Tomás:

"Tomás, ¿PERO QUÉ TE SUCEDE?"

Entre sollozos Tomás solo alcanza a decir:

"Ese hombre me quiere matar..."

El joven abogado ahora ve a "papá" con su escuadra y al par de histéricas mujeres aún gritando y profiriendo insultos, y por si faltara, sus poodles haciendo escándalo también.

"Tomás, ¡córrele hasta el cuarto de azotea y no bajes hasta que yo te diga".

Tomás sale, ahora sí que una comparación ad hoc, disparado como bala hacia el interior del despacho.

"¡MOMENTO! ¿AQUÍ QUE PASA?" El joven abogado increpa a la salvaje familia.

"¡EL IMBÉCIL ESE LES FALTÓ EL RESPETO A MI MUJER Y A MI HIJA!"

Y ellas quién sabe que tanto ladran junto a sus perros. El joven abogado ni les presta atención y solo habla con "papá":

"Eso no lo puedo creer. Tomás es un hombre muy sencillo y respetuoso y claramente puedo ver que ustedes se están comportando de una manera clasista."

Y ahora le pregunta a "mamá", mientras con su mano izquierda hace un ademán para silenciar a "papá".

"Dígame señora, ¿el vigilante las miró o les dijo algo lascivo? ¿acaso las insultó?"

Y ellas otra vez se sueltan a hablar atropelladamente y él insiste:

"Tranquilas, ¿qué exactamente les hizo?"

Y la hijita (una solterona güera regordeta "bien paseada") contesta, al fin con un tono de voz civilizado:

"El señor pretendía el prohibirnos entrar con nuestros perros".

"¿Eso fue todo? Dejen de hacer un espectáculo y retírense. Y no me consta que sean ustedes responsables, pero ya estoy harto de que la banqueta esté llena de cagadas de perro".

"Papá", "Mamá" y la "hijita" hacen gestos de sorpresa ante todo lo anterior que el joven abogado les dijo, y más que nada a que él no les reconoció "su poder y superioridad social".

"Papá" con gestos y ademanes le dice a "Mamá":

"¡Vámonos amor! ¡Vámonos!"

Solo le faltó agregar, antes de retirarse los tres con sus perros: "No te juntes con esta chusma".

Es cuando todo termina que, el resto de los abogados que trabajan en el despacho, finalmente salen a ver que estaba sucediendo.

***

Don Justo quedó muy impresionado por la serenidad y confianza con las que el joven abogado manejó la situación y, eso le hizo sentir simpatía y respeto hacia él.

Ahora cada vez que Don Justo pasa frente al despacho, y si el joven abogado está en la banqueta, Don Justo lo saluda.

Pero la mala suerte de Tomás el vigilante no termina. Varios meses después, un par de jóvenes armados lo encañonaron y golpearon dentro de su caseta, para robarle los tres mil pesos que había recibido, de parte de los vecinos, por concepto de pago de cuota de vigilancia.

Relato por Carlos Santillan

sábado, 12 de diciembre de 2015

ABDUCCIÓN



Willy Schreiber es un escritor que está a punto de llegar a los cincuenta años de edad, su exitosa carrera como autor de thrillers de espionaje y conspiración (sus novelas en versión paperback se pueden hallar en cualquier Wal Mart o Target) le han permitido, al fin ahora, cumplir su sueño de poder vivir en una cabaña en el denso bosque del estado americano de Washington, sobre la costa noroeste del Pacífico.

Es verano y por fortuna los días son muy largos, ya que de otro modo Willy no se aventuraría a salir a caminar el sendero, alrededor de su propiedad, antes de la cena. Y es que, el bosque da miedo, pareciera que mil ojos lo observan a uno constantemente y, en varias ocasiones, él se ha visto paralizado al detectar que ha descendido el proverbial 'silencio ensordecedor'.

Y esto, es increíble, el miedo que genera el bosque, le ha traído como consecuencia problemas familiares que le han arruinado su ilusión por poseer ya esta cabaña.

Sus hijos han pasado dos noches aterrados porque dicen que ven sombras que los espían por la ventana, ¡en la planta alta! Y su esposa dice que siente muy malas vibraciones que la están volviendo loca.

Así que, mañana lunes temprano se van a regresar a Seattle, y ya tienen todo empacado.

Se acabó su plan de pasar todo el mes escribiendo en la 'tranquilidad' del bosque.

Cuando ya viene llegando de vuelta a la cabaña, al completar el circuito del sendero, Willy descubre algo que lo deja sudando frío:

En una elevación del sendero, misma que permite observar perfectamente la cabaña en su totalidad, y al pie de un alto y joven árbol, ¡una docena de colillas de cigarro! claramente recientes, aún hay cenizas incluso. Él lleva años sin fumar, su esposa no lo hace y sus hijos tienen cinco y siete años. Los han estado espiando...

Willy ahora regresa a paso veloz a la cabaña y al llegar, se dirige a su SUV y saca de la guantera su arma. Una Glock 19 de 9 mm. Misma que se introduce bajo la franela sujetándola entre el cinturón y su estómago.

Entra a la cabaña y la cierra y le pone llave. Su esposa que estaba en la cocina preparándole algo de cenar a los niños observó por la ventana cuando él tomó el arma. Y lo llama:

"Willy, ¿puedes venir?" Ahora Willy aparece parándose en la puerta de la cocina.
"Sí amor, ¿que quieres?"
"¿Por qué tomaste el arma?"
"Laura, no te voy a mentir, vi a un par de hippies de mal aspecto estacionados en una pick-up a la entrada del camino hacia la cabaña".

Willy considera que esta mentira justifica que él haya tomado la Glock, al mismo tiempo que le oculta a su mujer que descubrió que los han estado vigilando.

"Y, será mejor que los niños se vayan a la cama luego de que les des de cenar". Agrega.

***

Esa última noche en la cabaña, los niños duermen con ellos; lloraron como si fueran a ser regalados, cuando Laura, su madre, los mandó a la cama luego de cenar.

"¡No mami! ¡Los enanos se asoman por la ventana! ¡Quieren meterse al cuarto!"

Frases como esas repetían ambos, en medio de sollozos, y sujetándose a sus piernas, con sus manitas empapadas en lágrimas y mocos.

Estas afirmaciones de sus hijos, más las colillas de cigarros en el sendero, hicieron a Willy sentir un frío paralizador, pero siendo el papá, tuvo que fingir que todo estaba bien y, junto con Laura, decirles a los niños las gastadas frases referentes a que los monstruos no existen y que todo era debido a su imaginación.

Pero Willy considera, incluso, partir ahora mismo, aunque implique llegar de noche a casa, en Seattle.

***

Es la una de la madrugada, y Willy no puede dormir sentado y cubierto con una colcha, en el sillón. En la cama duermen sus hijos asustados y su esposa. Él se incorpora y deja silenciosamente la habitación; va a aprovechar su insomnio para echar una mirada a través de las varias ventanas de la cabaña. Al pensar en el misterioso fumador del sendero siente un miedo primitivo que está a punto de apoderarse de él, pero su parte racional lo suprime.

Cuando sale al pasillo se da cuenta que otro silencio ensordecedor ha descendido sobre la cabaña, y a continuación, Willy percibe ruidos procedentes de la, se supone, vacía habitación de los niños.

Y lo que es peor, por los bordes de la puerta se filtra una intensa luz azul.

Willy se arma de valor, se acerca a la puerta, toma la perilla, respira profundamente y, en su mente, cuenta hasta tres para abrir la puerta:

"¡UNA! ¡DOS! ¡TRES!"

Al abrir la puerta se encuentra con una visión que lo deja pasmado, seis hombrecillos grises, cabeza grande calva, ojos grandes negros sin párpados, y con diminuta boca y nariz, flotan en torno del par de camas infantiles.

Willy se queda con la respiración atorada a media inhalación, y ante esta confirmación de vida tecnológicamente avanzada no humana, no sabe si reír, llorar o echarse a rezar (como dijo un famoso ufólogo del siglo pasado)

Los hombrecillos notan a Willy observándolos, uno de ellos que porta en sus manos un dispositivo se apresura a introducir algún comando en éste, y con ademanes, indica a los demás que hay que irse "arriba" ya.

Uno de los seres que levitaba fuera del rango visual de Willy arroja algo humeante hacia el bote de basura junto a la puerta, donde él sigue parado. La colilla no cayó dentro, un momento, ¡¿una colilla?!


Un flash cegador azul obliga a Willy a cubrirse los ojos, cuando recobra la vista, todo ha terminado, los hombrecillos han desaparecido, así como las camas...

***

En una estación espacial en órbita alrededor de un mundo color turquesa, se puede observar a la tripulación ocupada en tareas de mantenimiento a los distintos sistemas, tanto electrónicos y mecánicos. Los hombrecillos grises, junto a sus colegas las mantis y los rubios, pueden desplazarse con facilidad, gracias a la gravedad artificial generada por la estación, con forma de rueda, al rotar en su eje.

En la sección de la estación dedicada a la exploración, un equipo de seis hombrecillos despierta de su viaje, facilitado por la dosis de la molécula DMT. Ellos están acostados en altas plataformas.

El descubrimiento del DMT es el evento más importante en el desarrollo de una cultura, ya que, no necesita ser tecnológicamente avanzada. Una sociedad de cazadores recolectores la puede descubrir y aprovechar: viaje mental sin desplazarse físicamente y, acceso a otros universos y planos alternos de la realidad.

En el centro de las plataformas, dispuestas en círculo, se han materializado el par de camas infantiles.

Esa noche, en el periodo de tiempo del turno de los hombrecillos equivalente a su noche, todos descansan plácidamente en los cómodos colchones. Tres hombrecillos en cada cama.
Sin duda en su sueño están explorando algún mundo poblado por alguna civilización que también tiene cosas que hacen la vida más placentera, y que eventualmente se apoderarán de ellas.

Relato por Carlos Santillán

jueves, 3 de diciembre de 2015

SE ROMPE EL CIELO



Es un domingo por la tarde, y Julia sacó a su perro labrador a jugar a un parque que está a escasas cinco casas de distancia de la suya.

Brisa agradable y Bruno, su perro, va y viene feliz con el frisbee, de tela, que ella le lanza. Una pareja de ancianos camina lentamente por uno de los senderos, y de todos los árboles viene una escandalosa cacofonía de cientos de pájaros que así dan por terminado un día más de vida.

De repente, salido de la nada, ruge y reverbera un fuerte trueno. Y gordas gotas de lluvia se precipitan. En la grava del sendero del parque estas gotas dejan impresos pequeños cráteres.

Ahora un niño, pedaleando su bicicleta roja, se aleja velozmente, camino de su casa.

Julia se cubre los ojos con su mano izquierda, para poder ver sobre el suroeste al Sol y lo que ha llamado su atención: una solitaria nube plateada, con formas que sugieren ángulos, como trozos de vidrio.

¿Es esta nube la culpable de esta lluvia repentina? Ella se pregunta.

Y el viejo Bruno, habiendo experimentado muchos chubascos en su vida, y ahora empapado, tal vez está pensando que el cielo se ha roto y que el agua que rodea al mundo se está filtrando, catastróficamente, por la grieta.

***

“Soy Shiva, el creador y destructor. Yo creé este mundo y a sus habitantes, en este instante lo iba a destruir. Pero me apiadé al ver a la joven mujer y su viejo perro disfrutando el pequeñisimo instante de tiempo que tienen disponible. Así que la singularidad que había enviado contra su mundo la transformé en tormenta.”

Relato por Carlos Santillán