lunes, 21 de diciembre de 2015

EL ABOGADO



En la cuadra, de esta colonia residencial, un joven abogado rentó una casa y puso su despacho. Cosa que molestó sumamente a Don Justo, porque ahora la calle se llena de los automóviles de los otros abogados y secretarias que ahí trabajan.

Y Don Justo ya ha tenido sus problemas con estos abogados, una vez corrió a uno que se estaba estacionando en su banqueta y se hicieron de palabras. Desde entonces, cada vez que Don Justo pasa frente al despacho de los abogados, les lanza su 'mirada asesina'.

Y más coraje le da de ver los bonitos automóviles que el joven abogado siempre trae; puros clásicos: Malibú, Mustang, Monte Carlo. Todos pristinamente restaurados.

Son un problema los vecinos ¡todos! Es lo que Don Justo piensa. Unos dejan los botes de basura, llenos, exhibiéndolos en la banqueta, otros no barren las hojas ni volantes y periódicos, mismos que el viento termina soplando hacia su casa.

Pero los peores vecinos, son los que sacan sus perros a cagar las banquetas de otras casas, ¡que cochinada! Y que desobligados estos vecinos con su valemadrismo que se cargan.

Cansado de esta situación, de las cacas de las mascotas, Don Justo camina hasta la caseta de vigilancia de la cerrada (al pasar frente al despacho del joven abogado lanza su 'mirada asesina').

Don Justo llega a la caseta de vigilancia, cuando se iba aproximando, nota la gran residencia que se encuentra en contra esquina, ésta ocupa casi media cuadra, es de tres plantas y tiene múltiples garages, se puede ver hacia adentro de ellos y se ven estacionados lujosos vehículos.

"¡Tomás!" (así se llama el vigilante)
"¿Dígame Don Justo?"
"¡Oye! ¡Que porquería! Ya estoy harto de estar recogiendo cagadas de mi banqueta... Te voy a pedir que cuando veas que entran, a la calle, gente con perros, como los muchachos esos que cobran y andan con un montón de perros paseando, que no los dejes entrar..."
"Uuy Don Justo, no se le puede decir nada a la gente, ¡se enojan!"
"Ponte firme, y no los dejes pasar".
"Pues... A ver qué se puede hacer Don Justo..."

Ante esta respuesta timorata del vigilante, Don Justo emite un gruñido de desaprobación y con sus brazos hace un ademán de arrojar, al inútil de Tomás el vigilante. Y se regresa caminando rápidamente a su casa. Hasta se le olvida lanzar su 'mirada asesina' al despacho del joven abogado.

***

Han transcurrido varios días, y Don Justo se encuentra podando un par de arbolitos que tiene en la banqueta. Es un martes en la tarde.

De la gran residencia, en contra esquina de la caseta de vigilancia, salen dos mujeres con cuatro perros pequeños, sujetos con correas, los perros, poodles, traen un gran escándalo, felices por haber sido sacados a pasear. Pero un importante detalle, las mujeres no llevan bolsas ni recogedores para las cacas de sus perros.

Y se dirigen hacia la caseta de vigilancia, con la intención de pasear en esta calle cerrada a sus mascotas. Cuando se aproximan a la caseta ellas van platicando de trivialidades:

"Entonces mamá, le dije a Rodrigo que si quiere seguir saliendo conmigo, se olvide de su mamá, que no me la mencione para nada". "Sí hija, haces bien, un hombre con mamitis es un inútil y retrasado mental..."

Tomás el vigilante, al verlas aproximarse, se dirige respetuosamente a ellas, bloqueándoles el paso.

"Perdón señoras, pero a los vecinos de la calle no les gusta que se paseen perros aquí, porque les arrancan el pasto de las banquetas y dejan sus dueños sus suciedades que no recogen".

Y debido a que un "gato" se atrevió a dirigirles la palabra, estas mujeres se ponen energúmenas.

"¡GATO IMBÉCIL! ¿QUIÉN CHINGADOS TE CREES?" La mamá le grita esto al pobre de Tomás y a continuación se acerca a él y le planta una senda chachetada:

¡PAAAAS!

Y la hija, ya histérica (malcogida) le marca a su papá, quien está en casa.

"¡PAPÁ! ¡EL IMBÉCIL DEL VIGILANTE DE LA CASETA DE ENFRENTE NOS ESTÁ FALTANDO AL RESPETO!"

No se alcanza a distinguir por los gritos histéricos de ambas, ni por el escándalo de los poodles, qué es lo que responde el papá.

Y debido al escándalo y al show Don Justo ya está a media calle presenciando todo esto a la distancia.

Nadie sabe que el papá es un jubilado que tuvo distintos cargos en la administración pública, saltando de secretaría en secretaría de gobierno; así es como hizo dinero.

Y "papá" sale hecho todo un energúmeno, de su hermosa casa, llevando ¡una pistola escuadra en sus manos!

Y al aproximarse al pobre de Tomás le grita:

"¡TE VOY A MATAR PINCHE INDIO, NACO, MIERDA!"

Papá se siente superior por su dinero y por su apariencia (es un hombre de unos setenta años, blanco, alto, calvo y sus lentes lo hacen verse "intelectual").

El pobre de Tomás sale corriendo, y porque siempre ha sido amable el joven abogado con él, va y toca la gran puerta de aluminio, desesperadamente con las palmas de sus manos.

"¡LICENCIADO! ¡LICENCIADO! ¡ME QUIEREN MATAR!"

Ser amenazado de muerte es un shock para él, al pobre le pagan una miseria por ser el vigilante de la cuadra, y su única arma, es el cuaderno donde anota a los visitantes a la cerrada.

Para todos los involucrados en este desagradable incidente Don Justo les resulta invisible, ahí inmóvil viendo todo, debido a la visión de túnel.

El joven abogado abre la puerta de su despacho y sorprendido le cuestiona a Tomás:

"Tomás, ¿PERO QUÉ TE SUCEDE?"

Entre sollozos Tomás solo alcanza a decir:

"Ese hombre me quiere matar..."

El joven abogado ahora ve a "papá" con su escuadra y al par de histéricas mujeres aún gritando y profiriendo insultos, y por si faltara, sus poodles haciendo escándalo también.

"Tomás, ¡córrele hasta el cuarto de azotea y no bajes hasta que yo te diga".

Tomás sale, ahora sí que una comparación ad hoc, disparado como bala hacia el interior del despacho.

"¡MOMENTO! ¿AQUÍ QUE PASA?" El joven abogado increpa a la salvaje familia.

"¡EL IMBÉCIL ESE LES FALTÓ EL RESPETO A MI MUJER Y A MI HIJA!"

Y ellas quién sabe que tanto ladran junto a sus perros. El joven abogado ni les presta atención y solo habla con "papá":

"Eso no lo puedo creer. Tomás es un hombre muy sencillo y respetuoso y claramente puedo ver que ustedes se están comportando de una manera clasista."

Y ahora le pregunta a "mamá", mientras con su mano izquierda hace un ademán para silenciar a "papá".

"Dígame señora, ¿el vigilante las miró o les dijo algo lascivo? ¿acaso las insultó?"

Y ellas otra vez se sueltan a hablar atropelladamente y él insiste:

"Tranquilas, ¿qué exactamente les hizo?"

Y la hijita (una solterona güera regordeta "bien paseada") contesta, al fin con un tono de voz civilizado:

"El señor pretendía el prohibirnos entrar con nuestros perros".

"¿Eso fue todo? Dejen de hacer un espectáculo y retírense. Y no me consta que sean ustedes responsables, pero ya estoy harto de que la banqueta esté llena de cagadas de perro".

"Papá", "Mamá" y la "hijita" hacen gestos de sorpresa ante todo lo anterior que el joven abogado les dijo, y más que nada a que él no les reconoció "su poder y superioridad social".

"Papá" con gestos y ademanes le dice a "Mamá":

"¡Vámonos amor! ¡Vámonos!"

Solo le faltó agregar, antes de retirarse los tres con sus perros: "No te juntes con esta chusma".

Es cuando todo termina que, el resto de los abogados que trabajan en el despacho, finalmente salen a ver que estaba sucediendo.

***

Don Justo quedó muy impresionado por la serenidad y confianza con las que el joven abogado manejó la situación y, eso le hizo sentir simpatía y respeto hacia él.

Ahora cada vez que Don Justo pasa frente al despacho, y si el joven abogado está en la banqueta, Don Justo lo saluda.

Pero la mala suerte de Tomás el vigilante no termina. Varios meses después, un par de jóvenes armados lo encañonaron y golpearon dentro de su caseta, para robarle los tres mil pesos que había recibido, de parte de los vecinos, por concepto de pago de cuota de vigilancia.

Relato por Carlos Santillan

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