jueves, 24 de diciembre de 2015

SILENCIO



Fabián cierra la puerta encerrando a los perros dentro del minúsculo cuarto; siente que su corazón le pesa enormemente por haber hecho esto.

El par de perritos rascan, desesperadamente, con sus garras la puerta. Fabián siente culpa y se retira lentamente y acongojado. Abandona la sala contigua al cuarto donde los dejó.

Reflexiona que esto que acaba de hacer es triste, pero era necesario.

Apaga la luz de esta sala y se recarga en la pared fuera de ésta.

Fabián con el corazón partido escucha como los lamentos y, el rascado contra la puerta, de ambos perritos son cada vez más escasos, menos intermitentes. Él se queda afuera de esta sala hasta que se hace el silencio.

***

A la mañana siguiente, Fabián baja corriendo de su habitación, atraviesa velozmente la cocina y con gran anticipación abre la puerta del cuartito de lavado. Los dos perritos hacen un escándalo con sus ladridos, se le paran en las piernas para saludarlo. Fabián se agacha y abraza a ambos animales.

Ahora él abre la puerta corrediza que da al gran jardin. Ambos perros salen como bala, felices y ladrando.

Fabián tiene cerca de sesenta compañeros de clase, pero solo dos amigos de verdad.

Relato por Carlos Santillan

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