jueves, 22 de enero de 2015

Extracto de las memorias del Dr Gerhard Hohmann, "Los Lobatos"



Pocas veces sostuvimos conversaciones ya y nos comunicamos estilo telegrama, con pocas palabras, y únicamente hablábamos sobre los asuntos más importantes. Los días pasaron sin que los contáramos; todos se nos hicieron igual de tristes y pesados. Pocas veces ocurría algo lo suficientemente interesante para animarnos un poco en nuestra letargia general.

Una tarde memorable, por ejemplo, tuvimos la oportunidad de observar una pequeña batalla aérea. Ya hubo pocos aviones alemanes en el aire y como consecuencia nos levantó mucho el ánimo ver que la Patria todavía estaba dando pelea al enemigo y, según pudimos observar, con bastante efecto y determinación.

Algunos aviones caza del enemigo habían estado molestando mucho en el área. Día tras día venían mañana y tarde para atacar y tirarle a cualquier persona, o hasta animales domésticos que encontraban desprotegidos.

Aquella tarde entonces, justamente cuando cuatro de ellos hicieron pase tras pase contra un blanco, escondido de nuestra vista en el otro lado del río, un avión caza alemán, uno de los Messerschmitt 262, con propulsión a chorro, repentinamente nos sobrevoló a poca altura, no más de diez o doce metros. Vino desde el norte, sobre la altoplanicie, y adaptando su vuelo a la topografía bajó hacia el río para atacar a los americanos desde la derecha, subiendo hacia ellos prácticamente desde el nivel de aquella corriente pluvial.

En su ataque inicial logró explotar a una de las naves americanas en pleno vuelo, y dañar a otra más. Mientras el aparato dañado se alejaba hacia el horizonte occidental, dejando una nube de humo negro y feo por donde pasaba, los dos enemigos sobrevivientes trataron de perseguir a nuestro paisano.

Este, con su nave mucho más veloz que los aparatos de los americanos, había alcanzado una altura tremenda. Max nos explicó que había perdido el elemento de la sorpresa y que por esa razón probablemente buscaba la altura ya que los aparatos americanos, con propulsión de hélice y motores convencionales, no pudieron volar bien a gran altura. Momentos más tarde parecía que Max tenía razón con la apreciación respecto a la diferencia en capacidad entre los tipos de aviones porque allá arriba el alemán prácticamente jugaba con los dos americanos como un gato juega con ratones. Una y otra vez se lanzó en ataques falsos contra sus dos contrincantes desesperados. Unicamente de vez en cuando disparó sus cañones y ametralladoras.

Alguna gente en tierra, al parecer, quizo participar en los acontecimientos y se armó un espectáculo sumamente ruidoso, interesante, y a la vez peligroso. Los tiradores, que disparaban desde tierra, aún con armamento pesado no lograron siquiera acercar sus disparos a las tres naves allá arriba y finalmente, uno tras otro, dejaron de disparar.





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Como la famosa escena de la película de ficción: Final Countdown

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