sábado, 14 de febrero de 2015

Quid pro quo. (relato original por Carlos Santillán)



Los hermanitos Miguelito y Lulú jugaban corriendo en la sala de su casa, se empujaban uno al otro y, el hermano recién empujado a su vez correataba al otro. Algo que cualquiera que los estuviera viendo le hubiera causado que el corazón se le saliera prácticamente del pecho, este juego inocente se llevaba a cabo alrededor de una mesa de centro de cristal, adornada con piezas de cristal cortado. Desde luego, el posible testigo estaría preocupado por el bienestar de los niños, ante el riesgo de sufrir un seria cortada.

Miguelito empuja a Lulú contra uno de los sillones y ella se va de frente a estrellar contra los cojines. Lo que le da a ella la idea de ahora subirse al sillón, tomar el cojín más grande y aporrear a su hermano en la cabeza cada vez que él pase cerca en uno de sus alocados giros en torno a la mesa de centro.

A Lulú se le va el cojín de entre las manos, por su tamaño y peso, y éste termina estampado contra la cristalería en la mesa de centro. El escándalo de su juego y gritos termina abruptamente, ante el castigo temido y esperado; y el gran ruido de varias piezas al romperse contra el mármol del suelo.

Otros niños hubierran corrido, como ratoncitos asustados, a sus habitaciones o al patio de la casa para esconderse, pero Lulú y Miguelito se quedan paralizados en el lugar, saben que han interrumpido con el tremendo ruido, a su papá que se encuentra escribiendo en la computadora; los castigos severos de su padre son violentos y, cualquier trabajadora social tendría pruebas suficientes para demandar que se le retirara la custodia de los niños. De la planta alta de la casa, se escucha el lento aproximar de los pasos del padre y, luego su bajar por la escalera de madera.

Cuando el rostro del padre es finalmente visible para ellos, su cara bronceada por el sol, su cabello y amplio bigote grises, ellos pueden ver que no es un gesto de ira.

“¿Qué hicieron pillos? ¡Hay que recoger todo este tiradero antes de que mamá llegue del trabajo!”



Dos semanas después:

Miguel, el papá de Miguelito y Lulú, ha citado a Jaqueline a la hora de la comida de ella, en el restaurante de una famosa cadena de tiendas de regalos, libros y farmacia. Miguel no trabaja, bueno sí, él es escritor de novelas basadas en las civilizaciones de la antiguedad. Su último libro, sobre el papél de La Malinche, y su relación con Hernán Cortés, para la exitosa conquista de México, apenas al terminarlo, Miguel lo colocó como descarga grátis en Internet la semana pasada.

Decisión que contrarió a Jaqueline. En el pasado Miguel hubiera enviado el manuscrito a las más famosas editoriales de hispanoamérica, antes de darse por vencido, como siempre, y terminar mandando a hacer su propia edición rústica, que familiares y amigos compraban por compromiso social y hasta por lástima.

Miguel consulta la hora en su teléfono y cuando voltea hacia la entrada, ahí viene Jaqueline, caminando muy sensual, sus piernas bien formadas son un espectáculo, y él puede imaginar que muchos hombres la estarán mirando ahora a ella.

Miguel se para para acomodarle la silla a su esposa, y luego le ofrece su sonrisa.

“Hola amor, ¿cómo te ha ido el día de hoy en la oficina?”

“¡Uy! Ha sido un día muy ajetreado; como es inicio del año tenemos que sacar todo el listado de las facturas de proveedores, es muy laborioso.”

Miguel la mira con amor y ternura, detrás de sus lentes, que aunado a su gran bigote, le dan un aire de inspector de policía de una película de detectives. Y Jaqueline siente un conflicto interno, ella quisiera seguirlo odiando por los miserables años que él le ha dado, pero al mismo tiempo siente que algo ha cambiado.

“Jackie, ¿Qué apeteces comer?”

Ella lo ve, se muerde el labio, y asume la pose de que le va a decir algo importante.

“Miguel ¿Qué sucede? Estas semanas has estado muy raro, de hecho, es como si fueras otra persona, has cambiado.”

“Vi lo incorrecto de mi manera de ser y me hice el propósito de cambiar, Jack. No pude seguir soportando que los niños se aterrorizaran ante mi presencia. ¿Qué tipo de adultos iban a ser de seguir viviendo de esa manera por mi cullpa?”

“Hay algo que quiero que sepas Miguel, ya estaba a punto de demandarte el divorcio.”

Ella baja la mirada y luego furtivamente le mira a los ojos temiendo una explosión de ira por parte de Miguel. Pero Miguel solo entrecruza sus dedos y apoyando sus codos en la mesa coloca su mentón sobre los puños.

“Jack,” él empieza a hablar muy suavemente, “si esa es la decisón que has tomado y la que crees que te permita seguirte desarrollandote como una mujer realizada y completa, la respeto. Y quiero que sepas que, no te pelearé la custodia de Miguelito y Lulú. A esa edad los niños necesitan más de la madre.”

“Mira, de joven me hice el propósito de no caer en relaciones abusivas, y si te estuve tolerando tu mal genio y maltratos, fue por los niños. Estoy dispuesta a darte una nueva oportunidad, pero en cuanto vuelvas a tu antiguo modo de ser, en ese momento se acaba lo nuestro.”

Ordenaron de comer y al terminar Miguel la acompañó hasta la entrada de su edificio corporativo. Ella regresó a la oficina con una rosa blanca que Miguel le compró de un vendedor en un puesto en la banqueta.



Domingo en la tarde, Jackie platica animadamente con sus hermanas, mientras que Miguelito y Lulú traen un griterío escandaloso en el jardín, junto a sus primos, los cuñados de Miguél están emocionado viendo el futból americano en la televisión mientras disfrutan de la carne asada preparara por él para todos. Miguel con una cerveza en la mano se coloca sus gafas de sol y se recuesta cómodamente en la silla, estirando las piernas.

Todo esto con tal de iniciar una conversación interna:

“¿Ves? ¿Acaso era tan difícil de lograr? ¿El no arruinar tu matrimonio ni aterrorizar a tus encantadores hijos? Por fortuna para ellos te localicé aquél día en el que aventaste contra la banqueta, y hacia mis pies, a ese pobre anciano, ¿solo por caminar lento? Que ruin...”

“¡Ten piedad demonio! ¡déjame salir! ¡esto es insoportable! ¡¡SAQUENME DE AQUI!!”

“¡Sh!, ¡sh!, ¡sh! Calma, que si aquí hay un demonio, ese eres, o eras mas bien, tú, por tu forma de vivir tan nociva y por ser tan negativo y mezquino con los demás.”

“Déjame salir, por favor te lo imploro...” Y un gemido y lloro lastimero amenazan con inundar la mente de 'Miguel'.

“Antiguo yo,” 'Miguel' sonríe, para quien lo viera en ese instante, creería que él se quedó dormido disfrutando del momento con sus cuñados. “Si empiezas a colaborar te iré dando concesiones, como ésta.”

Y en ese momento, el antiguo Miguel percibe que se encuentra en una suite de lujo de un hotel, con todas las comodidades que uno puede esperar, él corre hacia la ventana esperando, al abrir las persianas, el hallar una vista al exterior, pero solo se encuentra con un blanco absoluto, y la puerta de vidrio no se puede abrir.

“Antiguo yo, la terraza y otras cosas tampoco son funcionales, como el televisor, la lap top, el baño... Pero puesto que eres un avatar no necesitas de eso. Si te comienzas a comportar e incluso si siento que en verdad te has reformado puedo darte cosas como, acceso a la 'realidad' por medio de todos tus sentidos, incluso podrías hacerle el amor de nuevo a Jackie.”

“¡Maldito ente del infierno!” y en ese instante desaparece la sala de la suite.

“Otra explosión de esas y te regreso a la oscuridad, querido antiguo yo.” Y el agua del sistema contra incendios empieza a caer con gran fuerza del techo y empapa al antiguo Miguel.

“Ladrón de cuer...” Y el agua arrecia. “Está bien, disculpa.” Miguel le dice al nuevo amo de su cuerpo, y tras esto, el agua deja de salir.

“Bien antiguo yo, muy bien. ¿Alguna duda?”

“Oye mencionaste que arrojé a ese viejo a tus pies, ¿eras ese pordiosero?”

“Sí.”

“Y, ¿cómo, por qué te posesionaste de mí?”

“Ese cuerpo estaba bastante deteriorado y solo lo habitamos por unos cuantos días, nuestro anterior huésped, el que ocupamos por un largo tiempo antes de pasar al pordiesero, murió luego de una larga y próspera vida. Verás, tenemos un código de únicamente tomar posesión de gente malvada.”

“Ahora estás hablando en plural.”

Y una multitud de voces contesta una encima de la otra: “¡Yo soy Amenofis!”, “¡yo soy Samuel!”, “¡yo soy Septimus Arrius!”, “Al Jalil”, “Siegfried”, “Sigma 57”, “Xbiebdno”, “Ramón Montaño”, “Peter Brown”, y así hasta que se volvieron una cacofonía indistinguible.

“¡Silencio!” 'Miguel', el nuevo, las calla. “Apenas les doy libertad y todas vienen al frente buscando preponderancia. Pero yo soy la personalidad dominante, tanto por fuerza psíquica como por acuerdo entre todos nosotros.”

“¿Qué eres?” Antiguo Miguel le pregunta.

“Bueno tu cultura me definiría de muchas maneras: demonio, extraterrestre, djinn, pero,” suspira antes de continuar, “surgí hace cientos de miles de tus años, en otro mundo en otro universo, al morir y habiendo experimentado los placeres de la habitación en el plano material escogí otros cuerpos para vivir, cualquiera: plantas, animales, colonias de individuos. Y luego al descubrir la vastedad de los universos me puse a recorrerlos para conocer sus maravillas.”

Y continúa: “Al llegar a mundos habitados escogía cuerpos al azar, pero pronto me di cuenta que eso era injusto y maligno con la conciencia de los anfitriones cuyos cuerpos tomaba. Así que, por moral, decidí poseer, tomar los cuerpos de individuos que habían desperdiciado su experiencia carnal en este plano, al ser entes dedicados al mal y al sembrar dolor y pena entre quienes los rodeaban. Algunos de ellos, al ser de una psique muy fuerte, no se diluyeron, sino que se volvieron espectadores en segundo plano de la experiencia material ahora ejecutada por mi, y teniendo todos nosotros recuerdos y conocimientos comunes como consecuencia. Y muchos de ellos, ayudados por mi, rectificaron su modo de ser y se volvieron parte de mi, convirtiéndonos así en una psique colmena. Por decirlo de alguna manera.”

Antiguo Miguel, experimenta los primeros indicios de un cambio en su personalidad:

“Quiero tener la oportunidad de reformarme. Ahora muchas cosas me quedan claras.”

Y nuevo Miguel le contesta:

“Y si te vuelves un ente psíquico de valía, y así al volverte parte de mi, podrás experimentar la eternidad, y sabré recompensarte dejándote ser la psique dominante, por periodos de tiempo, como lo hago con varios de los que habitan dentro de mi.”

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