jueves, 13 de agosto de 2015

LA REUNION



María y Mario llevan casados dieciséis años y hoy es un día especial, le han permitido a su hija adolescente que por primera vez haga una reunión para sus amigos en casa. Su hija Elena regresó hace apenas una hora, fue con dos amigas al súper a comprar cosas para la reunión, refrescos, botanas, pan, queso amarillo y jamón para los sándwiches, pero, ¡nada de alcohol! como sus papás le ordenaron.

Ya son las ocho de la noche en este viernes, y los demás amigos de Elena en cualquier momento empezarán a llegar. María y Mario ya se encuentran encerrados en su cuarto en la planta alta; Mario le prometió a su hija Elena que aquí van a permacer encerrados él y María, que no la van a apenar bajando a platicar con sus amigos y, que tampoco se van a estar dando vueltas para vigilarlos a todos.

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"Deja de preocuparte Mario, hemos educado con sólidos valores morales a Elena y, se que podemos confiar en ella". "Sí, pero ¿y sus amigos? a esa edad, uno, los hombres, andamos sueltos, no nos detiene nada ni razonamos las consecuencias de nuestros actos. ¿Que tal si algunos de ellos traen cervezas, vino? Cuando he ido a recogerla al colegio he visto a muchísimos jóvenes fumando". "Es normal Mario, es justo la edad temprana de la adultez, cuando probamos con los dedos de los pies las aguas de la vida y, las encontramos provocadoras y estas nos invitan a meternos a lo más profundo. Pero, cada quien nos comportamos según el edificio de valores que nuestra familia nos dio".

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Mario sale del baño, anexo a la recámara principal, se dio una ducha y solo trae una toalla alrededor de la cintura; María, quien se bañó primero, está sentada en su tocador aplicándose sus cremas de belleza. La televisión encendida e ignorada, presenta un noticiero oficialista que nadie toma en serio. Solo se enciende para ahuyentar al silencio.

"Amor, ¿me das chance de cambiarle a ESPN para ver el noticiero deportivo?" "Claro Mario, adelante, pero al rato le ponemos en TCM, hoy pasan Vértigo de Alfredo Hitchcock". "Sí amor, solo quiero ver cómo quedó el partido de hoy".

Mario le cambia entonces de canal y procede a vestirse para irse a la cama. Pero sus sentidos detectan algo.

"María, ¡escucha!" "¿Qué cosa Mario, no escucho nada".
"Precisamente amor, ¡nada! ¿Y la reunión? Se debería de escuchar música y las voces de los amigos de Elena, ¡oh no!"

Mario se pone su bata de noche y se calza sus pantuflas.

"¿Qué Mario?" María con aprehensión al ver el rostro desencajado de su marido se incorpora muy preocupada, y él le responde:

"¡Jamás le hubiera dado permiso a mi Elena de hacer la reunión!, ¿entiendes que significa ese silencio? ¡No vino nadie! ¡Pobre de mi hija! La han herido, ese va a ser un golpe moral bastante duro para ella, del cual le va a costar mucho recuperarse. ¡Claro! El bullying".

Y Mario sale apresurado de la recámara encaminado hacia la sala, dejando a María triste y preocupada.

Al ir bajando las escaleras y al revelarsele la vista de la sala y el comedor, Mario con incredulidad y sorpresa ve que una veintena de jóvenes se encuentran sentados en distintos sitios, todos con sus grandes y ridículos audífonos conectados a sus smartphones y como enajenados enviando mensajes de texto.

Mario se acerca a su hija, quien ni se ha dado cuenta de su presencia por tener los ojos fijos mirando al teléfono. Con enojo él le arranca teléfono y audífonos al joven sentado junto a ella.

Relato original por Carlos Santillán

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