domingo, 7 de febrero de 2016

Odiseo, parte 6

Alejandro tuvo que ir hasta la farmacia especializada, porque en la San Pablo no tenían unos cojines ortopédicos que su papá quiso ordenar telefónicamente, con entrega a domicilio.

En fin lo importante es que ya los compró y su mamá ya va a estar más cómoda en las noches.

El viene de regreso, manejando tranquilo, en el radio está escuchando música disco, transmitida por Radio Universal desde luego. Y en el espejo retrovisor nota que a la distancia, y pronta a alcanzarlo, se desarrolla una persecución.

A la bajada del puente que cruza el periférico, Alejandro tiene que detenerse en un semáforo; el tráfico de autos que ahora arrancan en dirección del periférico es muy pesado, cosa que obliga al Audi rojo que viene huyendo, a amarrarse para evitar chocar.

Este Audi rojo, tripulado por dos jovenes, muy angustiados, se detuvo adelante y a la derecha de Alejandro.

Inmediatamente, detrás del Audi, se detiene el auto que los persigue: un viejísimo, maltratado y sin placas, volkswagen Jetta. En la parte trasera, en vez de placa de tránsito, trae una placa de plástico de ¡cerveza corona!

De este vehículo desciende un hombre bajo de estatura, de complexión baja, ceño fruncido y el rostro empapado de sudor. ¿Sus ojos? Quién sabe, lleva unas oscuras gafas de sol. Este tipo camina rápidamente hacia el Audi de, los ahora, histéricos muchachos. Él lleva una pistola escuadra en su mano derecha...

El tipo se para frente al Audi y dispara dos veces, un tiro certero al pecho de cada joven. Regresa caminando de prisa a su viejo Jetta y arranca, perdiendose ágilmente en el tráfico que se dirige al periférico.

Alejandro está paralizado de miedo y por la impresión. Un grupo de peatones ya se arremolina entorno del Audi. Alejandro se adelanta y puede ver que el joven que iba conduciendo yace muerto, su cabeza recargada contra el cristal de su puerta, y el otro muchacho, igualmente muerto, descanca su cabeza sobre el hombro de ¿su amigo? ¿hermano?

Alejandro con las manos temblando y un frío, como puñalada en el pecho, arranca; ya estaba la luz verde desde hace tiempo.

Mientra conduce a casa reflexiona sobre que tipo de demonio humano se necesita ser para matar a dos jóvenes por un cerrón, unas burlas, o porque le tocaron el cláxon de cierta manera.

Le gustaría creer que todo se paga y que ese tipo va a tener su merecido. Pero él bien sabe que son solo deseos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario