sábado, 16 de mayo de 2015

Todo lo que necesitas es amor (relato original)



“Angeles bobita, ¿Cuántos meses tenemos viendo el alfabeto griego? Salte de la clase y para la próxima me traes diez cuartillas del alfabeto griego, escritas a mano. ¡Y te lo voy a preguntar! Así que te lo aprendes o te lo aprendes.”

Miguel Guzmán, es un profesor muy estricto, poco sociable, psicópata lo catalogarían algunos, y se hace odiar por todos sus alumnos ahí en la universidad donde trabaja. Como si no fuera, ya de por sí, pesada la materia de Etimologias Grecolatinas del Español, aparte tener que soportar a este maniaco.


Angeles sale corriendo y llorando del aula.

El trato del profesor Miguel Guzmán tampoco es de lo más óptimo con sus colegas profesores; con todos ellos, él finge ser amable y simpático, y ellos por su parte también, pero en realidad les cae mal por su forma de ser. Además de cierto racismo de parte de ellos, ya que Miguel Guzmán nació en España, y el mexicano tiende a ser xenófobo.

Y Miguel Guzmán se da cuenta, que ellos son falsos y que no quieren relacionarse en modo alguno con él. Solo le hablan porque interactúan laboralmente. Pero apenas cruzan la puerta del liceo a la calle, y ni quién volteé la espalda a dirigirle la palabra o a continuar el trato social. Es más ni en las ocasionales comidas que se organizan entre los profesores él es invitado. Solo al fin de año, se hace un convivio en el liceo, donde se parte un pastel y todos platican de pie en grupitos sosteniendo su plato y un vaso de Coca Cola,y él, al ser parte del cuerpo de profesores es invitado por puro compromiso.

***

Cuando Miguel era niño, un chiquillo de siete años, en su ciudad natal de Tarancón, en Castilla-La Mancha, provocó un auténtico revuelo entre los adultos a los que se les acercó inocentemente a preguntarles:

“¿Para qué sirven las mujeres?”

Su madre, se escandalizó y lo mandó con su padre, éste le dió un coscorrón, “¡No ande preguntando esas cosas mocoso!”, le dijo al corregirlo. Un joven vecino, cadete de la Guardia Civil entre carcajadas solo le dijo:

“¡Algún día lo sabrás! Algún día...”

Hasta que finalmente Don Fidel el tendero, subiéndolo al mostrador, y sosteniendo su grueso puro en la mano izquierda le dijo:

“Mira muchacho, la mujer, la mujer sirve para, inspirar al hombre a ser mejor, para que luche y se supere más allá de sus capacidades, que anhele el mejor trabajo y ser el mejor en lo que él hace. Mientras ella, siempre a su lado como compañera.”

Cuando minutos después Miguel regresó a su casa feliz gritando que Don Fidel ya le había explicado para que servían las mujeres, su madre, horrorizada salió corriendo para increpar al tendero.

“¡Enfermo! ¿Qué le ha dicho a Miguelito sobre las mujeres?”

Tratar de razonar con una mujer histérica es imposible y uno siempre lleva las de perder, y Don Fidel muy tranquilamente le pide que se calme y le repite lo sucedido y lo que él le dijo al niño. Esto la calma y aprovechando que está en la tienda compra una barra de mantequilla y diez huevos.

Miguel Guzmán es un hombre solitario, hasta un gato, que tuvo hace años, lo abandonó. Un día simplemente ya no volvió. Y lo que él mas desea es tener a una compañera que lo haga volverse en lo que Don Fidel le explicó hace tantas décadas ya.

A veces en clase su mirada de desvía hacia sus alumnas, y las piernas de las que llevan falda corta. Pero a su edad ya le es imposible relacionarse con una mujer joven sin recibir la desaprobación social que eso implicaría.

Es lo que él desea, una joven mujer en su vida, que lo ame, que lo mime, que lo cuide.

***

El director de la universidad, donde imparte sus clases Miguel, le notifica que de la dirección general estatal de profesiones le solicitan que actualice su información, llenando una forma, llevando fotografías y firmandola. Estos burócratas del gobierno siempre buscando trámites inútiles engorrosos y sin hacer uso de las tecnologías modernas de información. ¡Hay que presentarse en persona en las oficinas de la ciudad de Toluca!

Miguel aprovecha el jueves, día de la semana en que no imparte clase y en su viejo Sentra sale temprano tomando la carretera de cuota. Debido a la altitud y a la temprana hora de la mañana, hay neblina en a autopista. Y a los accidentes solo les toma el más mínimo descuido para ocurrir; él prende el defroster y en la breve fracción de segundo que eso le toma, se acerca peligrosamente a la parte trasera de un camión de carga que no debería de estar transitando en la autopista.

Miguel da un volantazo hacia la derecha, y por el momento angular su vehículo derrapa, volcando y dando tumbos para finalmente terminar al fondo de un dren pluvial.

Miguel despierta, debido a una luz cegadora, lentamente sus ojos tratan de enfocar la fuente de luz, “¿Es el Sol?” piensa Miguel tratandose de explicar que por lo tanto estuvo inconsciente hasta el mediodía.

Pero esa luz etérea empieza a tomar forma humanoide.

“Miguel, Miguel.” “¿Sí?” El contesta temeroso, pensandose ya muerto y que este en un ángel. “Miguel, has llegado al fin, y tu vida ha sido un absoluto desperdicio, jamás te preocupaste por las cosas importantes ni cultivaste el amor. Al contrario te entregaste al resentimiento, coraje, e ira.”

“Fue la falta de amor, de cariño, todo lo que yo deseaba en esta vida era el compartirla con una mujer que me amara que me llenara de atenciones, cariño, sin importa lo que yo fuera.” Miguel le contestó a la entidad y, extrañado porque lo hacía mentalmente y a gran velocidad.

“Es demasiado tarde para que te arrepientas Miguel,” esta le contesta y prosigue: “pero en este multiverso siempre hay segundas oportunidades que no se deben dejar pasar.”

Y al decir esto, Miguel pierde el conocimiento, y lo último que su conciencia escucha, es un párrafo de un libro leído hace décadas y que él había ólvidado ya:

“...Y mientras en esto andamos compañero, estamos atravesando el oasis sin encontrar a nuestro amor.”

***

Una bella joven, con larga cabellera castaña. Y piernas que parecieran no tener fin entra a la tienda de mascotas, y se inclina sobre el corral donde seis cachorros de chihuahua ladran y se paran casi como implorando el ser adoptados por alguien. Ella nota que uno de los cachorros es agresivo, enojón y lanza mordidas a sus hermanos de camada; ella se agacha, y lo levanta.

“Que mal genio tienes, ¡ah eres machito! Me caes bien, tú te vas a venir a vivir conmigo, te voy a querer mucho y a consentirte, llenarte de mimos y darte todo mi amor. ¿Entendido Miguelito? Este es tu nombre a partir de ahora”

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