martes, 8 de marzo de 2016

Odiseo parte 11

Alejandro vio hace varios días, en el Discovery Channel, un documental sobre un equipo de cazadores de meteoritos en la Antártida.

Los extensos yermos desolados, cubiertos de hielo y nieve blancos, hacen que cualquier objeto opaco y obscuro sobresalga notablemente. A él se le quedó grabada la imagen de una científica enfundada en tantas capas de ropa que se veía como un bebé. Su apariencia con un anorak y guantes rojos de nylon, el rostro cubierto con lo que parecía ser una bufanda y sus ojos protegidos por unos goggles entintados de amarillo, más nieve cubriendo su ropa invernal, la hacían verse impresionante no obstante.

Ella gritó emocionada e hizo indicaciones al equipo de cámara que la siguieran rápidamente hacia donde ella señalaba.

Y a continuación, en el documental, la cámara se enfoca en la científica, quien ahora hincada, remueve con sus manos enfundadas en guantes, la nieve y hielo de una gran roca metálica: ¡un meteorito!

Este está lleno de hendiduras, muescas, el resultado de eones de choques contra otros meteoritos; y se ve muy bello, está limpio y tiene un color como del acero, azulado.

***

Ese documental le dio una idea a Alejandro: buscar micrometeoritos en la azotea de su casa.

Él tiene varios argumentos para respaldar su empresa; primero: la azotea está impermeabilizada en color blanco, con lo que, cualquier objeto en su superficie, es fácilmente detectado.

Segundo: muchas veces, acostado en su cama, en las madrugadas en las que tiene insomnio, Alejandro puede escuchar pedradas, tenues, de objetos pequeños, que golpean contra la azotea. El siempre se ha preguntado si estos impactos son producidos por meteoritos .

Cuando lo comentó, estas pedradas leves contra el techo, con su papá, él le dijo que la casa truena por la liberación, intercambio térmico, del calor absorbido durante las horas diurnas, y que en la noche, al bajar bruscamente la temperatura, este calor es violentamente liberado en forma de chasquidos.

Pero Alejandro no está convencido de que esta sea la explicación correcta. Ya que él puede escuchar no solo el sonido del impacto, sino también puede escuchar la piedra, o meteorito rebotando a lo largo de la azotea.

Tercero: objetos celestes caen todo el tiempo a través de la atmósfera. Solo es cuestión de salir a observar el cielo para ver las estrellas fugaces. En una hora de observación puedes ver dos o tres de estas estrellas fugaces.

Una vez, hace unos tres años, Alejandro se hallaba, una noche precisamente en la azotea observando las estrellas, las constelaciones y los planetas. Cuando una estrella fugaz cayó por la atmósfera muy cerca de él.

En fracciones de segundo pudo ver su gran y gruesa estela verde, desplazándose justo en el cenit, de este a oeste y silbando chillonamente:

"¡FIIIIIIUUUUUUUUH!"

***

Es sábado antes del mediodía y cae un sol abrazador; afortunadamente Alejandro siempre carga con sus gafas de sol plegables, en uno de los bolsillos de su pantalón, sí no, la luz reflejada de la capa de impermeabilizante blanco de la azotea lo cegaría.

Ha estado buscando infructuosamente por sus micrometeoritos. Solo hay tierra, mucha caca de pájaros, de gatos y rebabas metálicas de cuando se ha trabajado en la azotea instalando calentadores o los barandales.

Es muy gracioso como uno se imagina que va a resultar algo, comparado contra la posterior realidad, una vez ejecutado el hecho.

Hasta huesos de durazno y de pájaros (gatos asesinos) encontró. Le hace falta su buena barrida a la azotea.

***

Habiendo pasado un tiempo, Alejandro se olvidó de esa idea de buscar micrometeoritos; hasta que un día que iba caminando en el jardín, llevaba el recogedor con el que recoge las cacas de sus perros, se paró justo bajo un tubo de pvc que desaloja el agua de la azotea cuando llueve, y de estos ¡hay cuatro!

En la superficie del jardín, bajo estos tubos, el pasto ha dado paso a concavidades llenas de piedrecillas y de grava.

Alejandro de niño hizo una tarea escolar acerca de envolver un imán en una servilleta y con éste recoger rebabas de fierro del suelo.

Él nunca olvidó esto. Y el imán en la servilleta es la herramienta correcta para recoger micrometeoritos de hierro.

Una vez en el Palacio de Minería pudo tocar la superficie dura y fría de los grandes meteoritos que ahí están en exhibición y esa sensación lo llena de expectación.

Trae de su cuarto un gran imán cuadrado que hace muchos años le robó a su abuelo paterno.

Alejandro sumerge el imán en la concavidad en el suelo, bajo la caída de agua. Realiza una serie de movimientos circulares por varios segundos, antes de retirarlo.

La servilleta blanca le deja ver rebabas de fierro, trocitos de óxido y, en medio de todo esto, una minúscula piedrecilla azulada, su superficie cubierta por pequeñísimos cráteres.

¡UN MICROMETEORITO!

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