martes, 10 de noviembre de 2015

LA PLANCHADURÍA



Paco llega en la bicicleta roja de la planchaduría, la bicicleta tiene, en la parte trasera instalada una estructura para colgar prendas, de los clientes, que se recogen y entregan a domicilio.

En esta ocasión, Paco, solo trae una sola prenda: un gran edredón que una cliente, muy temprano, solicitó que se recogiera en su casa.

Y es todavía tan temprano que, Lucrecia, la joven empleada de la planchaduría, sigue barriendo la banqueta frente a la misma y lavándola con cubetadas de agua.

"Paco, que bueno que volviste, habló la señora Pily, me dijo que te diera dinero de la caja y fueras a comprarle una manguerita metálica para conectar un filtro de agua en el fregadero de su cocina".

La señora Pily es la dueña de la planchaduría; y todo lo que Lucrecia le comentó, él lo escuchó mientras paraba la bicicleta frente al mostrador y, con trabajo, bajaba el abultado edredón de la estructura en la bicicleta. Ahora el Sol libra las frondosas ramas de los árboles en el parque de enfrente y, alumbra fulgurante la planchaduría.

Paco se acerca con el edredón al mostrador, colocándolo encima. Justo ahora, Lucrecia, termina o da por terminada su labor de aseo frente al negocio y, entra a la planchaduría. Mientras Paco, recargado sobre el mostrador, checa en el celular sus mensajes y notificaciones.

Ella toma el edredón y lo extiende, sacudiéndolo. Visibles contra los rayos del Sol, una nube de decenas de miles de chinches los envuelve, en un instante, a ambos.

Lucrecia abandonó este trabajo y Paco, ahora reparte en motocicleta, los pedidos de medicamentos de una popular cadena de farmacias.

Relato por Carlos Santillán

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