martes, 3 de noviembre de 2015

LA CARTA



Gabriela, ahora eres una mujer, cuando te conocí eras una adolescente, de hecho, todavía una niña, muy tierna, dulce y hermosa. El convivir casi a diario en las clases de dibujo en la casa de la cultura, fue lo que provocó que entre tú y yo surgiese una atracción. Pero yo siempre tuve presente nuestra diferencia de edades y nunca permití que mi trato hacia ti pasara más allá de la atención y la amistad.

Aun así, tuve muchos momentos de transgresión donde por impulso te compré obsequios, te acompañé de vuelta a casa o aquella vez, cuando sentados en una banca, permití que recargaras tu cabeza en mi hombro.

En tu mirada y en tus abrazos podía sentir que también te sentías atraída hacia mi. Pero era una interacción sin futuro y condenada por la sociedad. Por eso el cine y la literatura siempre le dan final trágico a las historias de amor entre un hombre y una adolescente.

No es cierto que es el amor lo que importa y, no lo que diga la gente.


Muchas veces pienso ¿cómo podría, una relación de este tipo, sobrevivir al paso de la joven por el resto de su vida escolar? Rodeada de jóvenes de su edad que, obviamente al verla hermosa, tratan de conquistarla. No, es imposible.

Se que tu mamá se enteró de nuestra amistad; fue cuando ella empezó a irte a recoger directamente al aula, llegaba y me lanzaba unas miradas con indignación en su rostro y luego, tú dejaste de hablarme, te encerrabas en tu capullo virtual con tus audífonos y tu teléfono.

Por eso dejé de asistir súbitamente a las clases.

Pero me queda la dicha de que meses después cuando pasé a saludar a todos en la clase y a ti, corriste hacia mi y me abrazaste frente a todos. ¿Qué mejor señal hacia la sociedad de que nuestra relación era inocente? Ese momento siempre lo voy a atesorar, es rarísimo ponerle fin a una relación de manera tan positiva.

De eso hace ya tres años. Hoy es tu cumpleaños, hoy cumples dieciocho años de edad. Desde que te dejé de ver he tenido varias relaciones fallidas, dolorosas en su momento pero que ahora me resultan graciosas con el paso del tiempo (a una me le desaparecí porque me corrió, que: 'no le quitara el tiempo en su trabajo', y otra, una profesionista, que se tomó muy en serio el feminismo y que la mujer no le pertenece a nadie).

En este lapso de tiempo has sido mi obsesión, regreso a ti, mentalmente, una y otra vez. Pero bien se que las obsesiones son un trastorno mental. Yo sigo igual, no he cambiado, pero tres años en la vida de una joven es mucho tiempo, no me puedo imaginar en que te has convertido, como eres, que haces ahora. Sin duda me resultarías irreconocible.

A manera de punto final y para acabar esta obsesión te escribo esta carta, hecha en el procesador de notas, ¡de loco la escribo en el correo! Me se tu e-mail pero jamás te la voy a enviar. Algún tiempo fantaseé con la idea de buscarte cuando fueras mayor de edad, pero, los 'fantasmas' que se nos aparecen del pasado son muy molestos y no quiero arruinar la forma en que terminamos nuestra relación.

Ojalá te vaya muy bien en tu vida. Siempre te recordaré con una sonrisa.

Con amor, Pablo.



***** (relato original por Carlos M. Santillán)

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